No dejes que lo que no puedes hacer influya en lo que sí puedes hacer
- Aarón Pérez
- 22 mar 2022
- 5 Min. de lectura

El psicólogo Fabián Villena, formador en “actitud positiva inteligente” y creador del Instituto de Actitudes Positivas explica cómo practicar la “aceptación activa” en el contexto de incertidumbre provocado por la pandemia. Uno de los aprendizajes que más ayudó al psicólogo Fabián Villena a lo largo de su carrera es el que recoge en la frase: !La vida no es justa ni injusta, la vida es!. Por eso este experto en “actitud positiva inteligente” defiende que, a pesar de que todos tenemos expectativas sobre cómo debería ser el mundo, cómo deberían comportarse los demás o incluso cómo deberíamos ser nosotros mismos, es más sensato y eficiente “comprender y aceptar las reglas del juego” que pelearse con ellas. Pero esto no implica que tengamos que cruzarnos de brazos y no hacer nada, eso significaría confundir la “aceptación” con la “resignación”. Lo que se impone en este contexto es practicar la “aceptación activa”, es decir, comprender cómo son las reglas del juego y diferenciar cuáles son las variables que están en nuestra “zona de influencia”. La pandemia nos ha obligado a cambiar nuestra manera de vivir, trabajar y hasta de sentir.

Principales obstáculos a nivel psicológico
Uno de los aspectos que más nos afecta es sentirnos vulnerables porque la situación es incontrolable. Es importante concentrarnos en aquellos aspectos que dependen de nosotros y que nos pueden ayudar a mejorar nuestra situación. Podemos preguntarnos: “¿Qué puedo hacer para que mi vida y la de las personas de mi entorno sea mejor?” Reflexionar sobre esta cuestión puede ayudarnos a enfocar nuestra atención en nuestra “zona de influencia” y a no percibir la situación como incontrolable.
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¿Nos cuesta más en un contexto de incertidumbre aceptar la realidad?
Lógicamente si. A nuestra mente no suelen resultarle agradables los cambios, menos si no son elegidos y tienen muchos aspectos negativos. Nuestra mente busca principalmente la supervivencia, y para lograrlo, su principal objetivo es ahorrar energía. Las situaciones de incertidumbre nos obligan a estar alertas, a tomar decisiones, a modificar nuestros planes de modo ágil, y a otras acciones que consumen mucha energía. Probablemente el primer paso sea gestionar nuestras expectativas y aceptar que vivimos en un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo. La clave es estar preparados para el peor de los escenarios y entrenar para que ocurra lo mejor.

¿Qué es la “aceptación activa”?
La vida es como si fuera un juego que tiene sus propias reglas como podría ser el juego del Monopoly. Si intentaras jugar al Monopoly con las reglas de otro juego, ¿qué crees que ocurriría? Sería un desastre. En la vida pasa algo parecido. Tenemos unas expectativas que a menudo no coinciden con la realidad. La “aceptación activa” es observar, comprender y aceptar cuáles son las reglas del “juego de la vida” y en lugar de luchar contra ellas, se trata de jugar nuestras cartas lo mejor posible respetando esas reglas.
“Haz lo que puedas, con lo que tengas, donde estés” - Theodore Roosevelt
Aceptación vs Resignación
La resignación consiste básicamente en una generalización. Cuando tratamos de cambiar algo que no depende de nosotros nos sentimos frustrados. Pero lo peor de todo es que en lugar de decirnos mentalmente “no puedo hacer esto en concreto” en realidad nos decimos: “no puedo hacer nada”. De esta forma nos sentimos frustrados, impotentes y superados por la situación y es entonces cuando bajamos los brazos. La clave sería aceptar que hay ciertas cosas que no podemos hacer sin olvidar que hay otras muchas que sí, como se refleja en esta frase: “No dejes que lo que no puedes hacer influya en lo que sí puedes hacer”.
¿Cómo identificar lo que nos bloquea o no nos permite pasar a la acción?
Si en algún área de tu vida no estás obteniendo los resultados que deseas, preguntate: ¿Qué asuntos me dan miedo en esa área? Normalmente son nuestros miedos los que más nos bloquean, pero el miedo no necesariamente es malo. Hay que saber filtrarlos porque la mayoría de ellos son desadaptativos y desproporcionados. Para saber qué miedos debes tener en cuenta y cuáles no, cabe preguntarse: ¿Qué es lo peor que me podría pasar? y ¿Hasta qué punto es probable que eso ocurra? Si lo peor que te puede pasar es algo objetivamente muy malo y muy probable, es un miedo que debes tener en cuenta. Pero en la mayoría de los casos, lo peor que nos puede pasar es poco malo y a menudo también es poco probable, por lo que el miedo puede diluirse al hacernos estas preguntas.

¿Cómo debemos hablarnos y cómo debemos hablarle a los demás para practicar esa aceptación activa? ¿Debemos desterrar de nuestro vocabulario algunas palabras o expresiones? Sugiero que nos hablemos con el mismo cariño con el que le hablaríamos a la persona que más queremos en la vida, hablarse de forma despectiva o siendo excesivamente exigente con nosotros mismos no sirve de nada y no ayuda a nadie. Pegarte latigazos verbales solo hará que seas una persona más débil y de menor valor para ti y para los demás. En cuanto a las palabras que aconsejaría alejar de nuestro vocabulario, sugiero empezar por sustituir la palabra “culpa” por “responsabilidad”, ya que la palabra “culpa” es como un cubo de estiércol que, aunque se lo eches a otro, no servirá para nada positivo. En cambio, la palabra “responsabilidad” viene de “habilidad de responder”, por lo que cuando cada uno asume su parte de responsabilidad es cuando puede avanzar en cualquier cuestión.
¿Cómo observamos sin juzgar (ni a nosotros mismos ni a los demás)?
Jugamos a menudo a ser el “Director General del Universo” diciendo cómo tiene que ser el mundo y cómo tienen que ser los demás. Hacemos de jueces y nos peleamos con todo lo que no cuadra con nuestras expectativas. Pero hay algo mucho más sabio y eficiente y es dimitir del cargo de “Director General del Universo” para dejar de “juzgar” y comenzar a “observar” cómo funciona el mundo, los demás e incluso uno mismo. Para lograrlo puedes aplicar una técnica sencilla llamada “Mira qué curioso”, que consiste en posicionarte en el rol de un niñ@, que en lugar de juzgar, intenta ver y averiguar lo que sucede desde la observación y la curiosidad.
Señales que indican que no somos felices en el trabajo
Hay muchos indicadores, entre ellos la productividad, ya que los estudios nos indican que las personas felices son un 31 % más productivas. Pero incluso señalaría un indicador aún más sencillo y es analizar si te apetece ir a trabajar o te supone un gran esfuerzo.

¿Por dónde empezar para cambiar esa percepción?
Dos sencillos ejercicios: El primero sería ser agradecidos por nuestro trabajo. Para ello puedes hacer una lista con 20 motivos o razones para estarlo. El segundo es dejar por escrito “para qué” haces tu trabajo. Si lo primero que piensas es que lo haces para ganar dinero debes definir también “para qué” quieres ese dinero: para la educación de tus hijos, hacer el viaje soñado, practicar lo que tanto te apasiona, etc. Lo que más ayuda es dar un sentido a aquello que haces o incluso pensar qué puedes hacer con tu trabajo para que la vida de otras personas sea mejor.
Ahora es tu turno: ¿Te enfocas en lo que no puedes hacer? cuéntamelo en comentarios.
Gracias por leerme, si te ha gustado compártelo
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