El poder de “Amar lo que es”
- Aarón Pérez
- 18 ene 2022
- 8 Min. de lectura

Cuando creemos en nuestros pensamientos, en lugar de lo que es realmente verdadero para nosotros, experimentamos el tipo de ansiedad emocional que llamamos sufrimiento. El cual es una alarma natural que nos alerta de que nos estamos apegando a un pensamiento; cuando no escuchamos, llegamos a aceptar ese sufrimiento como una parte inevitable de la vida, pero no lo es. Tendemos a creer en nuestros propios comunicados de prensa. Permítete juzgar y expresar toda la mezquindad que realmente sientas. No intentes ser “espiritual”, bueno o amable. No se trata de deshacerse de pensamientos ni de superarlos, mejorarlos o abandonarlos. Nada de eso. Se trata de ser conscientes de ellos, por que los pensamientos nunca abandonan su fuente, es decir, la mente que los piensa. Nada de eso. A continuación te comparto algunos principios que puede permitirte comprender la causa y el efecto interno.
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1. Eres el maestro que estabas esperando. Tú eres quien puede poner fin a tu propio sufrimiento.

Muchas veces estamos en la búsqueda de alguien que nos enseñe o nos muestre la manera de cambiar o comprender lo que sucede en nuestra vida. Hacerlo no es bueno ni malo, pero tenemos una tendencia a crear una necesidad de ese algo externo, y el equilibrio pasa por también escucharnos a nosotros mismos. Cuando se habla de “El maestro interior” no hablamos de algo ajeno a nosotros que vive en nosotros. El maestro interior es esa voz interna que nos dice internamente “por aquí sí”, “por ahí no”. No tienen la necesidad gustar a nadie, ni demostrar nada y por eso no entra en moralismos. El maestro interior emana certeza, pero no esta basada en razones, no busca “tener la razón”, no compite, ni pretende. Es el maestro interior el que hace que determinados mensajes resuenen con fuerza en nuestro corazón. Es en gran parte gracias a nuestro maestro interior que podemos reconocer en un momento dado a un maestro externo y ver su luz reflejada en nuestro corazón, sentir y saber que somos iguales, que estamos hechos de lo mismo y que lo que ese maestro me comunica con su presencia o sus palabras es que la luz que veo en él es la que hay en mí.
El maestro interior no se enorgullece ni se avergüenza, no posee el saber sino que lo es y el verdadero maestro externo, el verdadero gurú le hace de espejo, le refleja todo su poder, su señorío. Ser amo y señor de uno mismo, significa no hacerse esclavo de las pasiones y de la mente. Los pensamientos van y vienen, pero el maestro interior sabe que no está a merced de ese vaivén, poco a poco la mente se aquieta, como el fuego que se apaga cuando no se le echa más leña. Por esa razón “el maestro interior” se encuentra ante todo en el silencio. Y no estoy hablando de la practica de alguna metodología de forma dogmática, mas allá de que algunas técnicas sean útiles para restablecer esa conexión, no es necesario hacer nada especial. Se trata de ser consciente de uno mismo en cada instante, es decir, ser consciente de lo que estoy pensando y sintiendo de lo que estoy viviendo. El silencio es quietud y serenidad y de ahí emerge nuestra intuición profunda y honesta.
2. Advierte que tus pensamientos están en desacuerdo con la realidad.

Únicamente sufrimos cuando creemos en un pensamiento que está en desacuerdo con la realidad, con lo que esta sucediendo, con lo que es. Una mente clara esta en perfecta paz que lo que es, es lo que queremos. Desear que la realidad sea diferente de lo que es, es un deseo imposible de satisfacer. Te suenan familiares pensamientos del tipo: “Deberías ser más amable”, “Deberían enseñarles a comportarse bien”, “Mis vecinos deberían cuidar mejor su jardín”, “La fila debería avanzar más rápido”, “Mi pareja debería estar de acuerdo conmigo”, “Debería estar más delgada(o)”. Este tipo de pensamientos muestran distintas maneras de querer que la realidad sea diferente de lo que es. Pregúntate: ¿Tienes certeza absoluta de que eso es verdad?. “Ojalá no me hubiera queda sin trabajo” o “No tengo trabajo; ¿Qué puedo hacer ahora?” ¿Qué te da más poder? Cuestionar la forma en que nos expresas nos ayuda a ser conscientes de que pensamos que lo que esta sucediendo no tendría que haber sucedido. Debería haber sucedido simplemente porque así fue y ningún pensamiento del mundo puede cambiarlo. Eso no significa que tengas que tolerarlo, aprobarlo o resignarte. Sólo significa que eres capaz de ver las cosas sin resistencia y sin la confusión de tu lucha interior. Cuando dejamos de oponernos a la realidad, tomar decisiones y pasar a la acción se convierte en algo sencillo, fluido, amable y seguro.
3. Ocúpate de tus propios asuntos

Solo podemos encontrar tres tipos de asuntos en el universo: los míos, los tuyos y los de Dios. (la palabra Dios significa “realidad”. Todo lo que escapa a mi control, al tuyo y al de cualquier otra persona es lo que podemos denominar “los asuntos de Dios”). Cuando pensamos: “Necesitas encontrar un trabajo”, “quiero que seas feliz”, “deberías ser puntual”, “necesitas cuidar mejor de ti mismo”, nos estamos entrometiendo en los asuntos de los demás. Cuando nos preocupamos por los terremotos, las inundaciones, la guerra o la fecha de mi muerte, nos estamos inmiscuyendo en los asuntos de Dios. Si mentalmente me encuentro enfocado en tus asuntos o en los de Dios, el efecto será la separación. Si tú estás viviendo tu vida y yo estoy viviendo mentalmente tú vida, ¿Quién está aquí viviendo la mía?
Ocuparme mentalmente de tus asuntos me impide estar presente en los míos. Me separo de mí mismo y me pregunto por qué razón mi vida no funciona. Pensar que sé lo que es mejor para los demás es estar fuera de mis asuntos. Incluso en nombre del amor, es arrogancia y el resultado es la tensión, la ansiedad y el miedo. ¿Sé lo que es adecuado para mí? Ése es mi único asunto. Si comprendes los tres tipos de asuntos lo bastante para ocuparte de los tuyos propios, este conocimiento puede liberar tu vida de una manera que ni siquiera eres capaz de imaginar. Pregúntate de quién son los asuntos en los que te ocupas mentalmente. Tal vez llegues a descubrir que, en realidad, nunca has estado presente y que te has pasado toda la vida viviendo mentalmente en los asuntos de otras personas. Quizá descubras que en realidad no tienes ningún asunto y que tu vida funciona perfectamente por sí misma. Por ejemplo, si tomas consciencia de que te estas entrometiendo en los asuntos de alguien con pensamientos del tipo: “Deberías comprenderme”, puedes reflexionar de donde sentimiento proviene ese pensamiento, por ejemplo puede provenir de la soledad. Tal vez cada vez que te sientes herido o solo, tienes un patrón que te lleva a reaccionar entrometiéndote en los asuntos de las otras personas. Tal vez este patrón simplemente lo aprendiste de alguien.
4. Enfrenta tus pensamientos con comprensión

Nuestros pensamientos son inofensivo al menos que nos los creamos. Y es nuestro apego a ellos, lo que origina nuestro sufrimiento. Apegarse a un pensamiento significa creer que es verdad sin indagarlo. Una creencia es un pensamiento al que hemos estado apegados, a menudo durante años. La mayoría de la gente cree que “es” lo que sus pensamientos dicen que es. Tenemos una tendencia a no pensar, en realidad, estamos siendo pensados. Pensar no es algo personal, los pensamientos sencillamente aparecen. No son perjudiciales hasta que nos apegamos a ellos como si fueran verdad. Los pensamientos no se puede controlar, aunque muchos cuenten historias de como lo han logrado. Los pensamientos nunca abandonan su fuente, y enfrentarlos es observarlos sin juicio. Una vez que nos enfrentamos a un concepto doloroso con comprensión, la próxima vez que aparezcan quizá te resulte interesante, la próxima tal vez te resulte divertido. Y más adelante quizá ni siquiera lo adviertas. Éste es el poder de amar lo que es.
5. Toma consciencia de tus “historias”

Aquellos pensamientos o secuencias de pensamientos de los cuales estamos convencidos de que son reales, podemos llamarlo “historia”. Esa “historia” puede ser sobre el pasado, el presente o el futuro; sobre cómo deberían ser las cosas, cómo podrían ser o por qué son así. Nuestras historias aparecen en nuestra mente cientos de veces al día, por ejemplo: Cuando alguien se levanta sin decir palabra y se va, cuando alguien no nos sonríe, cuando no nos devuelve una llamada, o cuando al contrario, un extraño nos sonríe; antes de abrir un correo importante, cuando el jefe nos llama a su oficina o cuando nuestra pareja nos habla con un tono de voz determinado. Las “historias” son teorías que no han sido probadas ni investigadas y que nos explican el significado que le damos a las cosas. Ni siquiera nos damos cuenta de que son sólo teorías. Cuando te basas en teorías no investigadas sobre lo que está ocurriendo y ni siquiera eres consciente de ello, te encuentras en lo que se denomina “el sueño”. Con frecuencia, el sueño se vuelve perturbador; en ocasiones se convierte incluso en una pesadilla. ¿Quién serías sin esa historia? ¿En qué medida tu mundo está constituido por historias no examinadas? No lo sabrás nunca hasta indagarlo.
6. Busca el pensamiento que está tras el sufrimiento

Nunca he experimentado un sentimiento estresante cuyo origen no fuese el apego a un pensamiento falso, a mi “historia”. Tras cada sentimiento incómodo se esconde un pensamiento que no es verdadero para nosotros. “El viento no debería estar soplando”. “Mi pareja debería estar de acuerdo”. Tenemos un pensamiento que discute con la realidad, experimentamos un sentimiento estresante, y después, actuamos sobre ese sentimiento, creando todavía más tensión. En lugar de comprender la causa original (un pensamiento), tratamos de transformar nuestros sentimientos estresantes buscando en el exterior. Intentamos cambiar a otra persona, o echamos mano del sexo, la comida, el alcohol, las drogas o el dinero, a fin de encontrar un confort temporal y la ilusión de tener el control.
La depresión, el dolor y el miedo son regalos que nos dicen: “Examina lo que estás pensando ahora mismo. Estás viviendo una historia que no es verdadera para ti”. Atrapados en el sueño, intentamos alterar y manipular el sentimiento estresante buscando fuera de nosotros mismos. Por lo general, cobramos conciencia del sentimiento antes que del pensamiento. Investigar un pensamiento falso siempre te conducirá de nuevo a quien realmente eres. Resulta doloroso creer que eres una persona distinta a la que en verdad eres. Si pones tu mano en el fuego, ¿es necesario que alguien te diga que la retires? ¿Tienes que decidir? No: cuando la mano se empieza a quemar, se aleja del fuego. No es necesario que la dirijas; lo hace sola. De la misma manera, una vez que, a través de la indagación, comprendes que un pensamiento falso está provocando tu sufrimiento, te apartas de él. Antes del pensamiento, no sufrías; con el pensamiento, sufres; cuando reconoces que el pensamiento no es verdad, dejas de sufrir. Así es como funciona El Trabajo. “¿Cómo reacciono cuando tengo ese pensamiento?”. La mano en el fuego. “¿Quién sería sin él?”. Me aparto de las llamas. Examinamos el pensamiento, sentimos nuestra mano en el fuego, y naturalmente, volvemos a la posición original; no es necesario que nos lo digan. La próxima vez que aparezca el pensamiento, la mente se apartará automáticamente del fuego. El Trabajo nos invita a cobrar conciencia de la causa y el efecto interiores.
7. La indagación

Indagar o investigar es someter un pensamiento o una historia a la prueba de las cuatro preguntas y la inversión La indagación es un procedimiento para poner fin a la confusión y experimentar la paz interior, incluso en un mundo donde existe un caos aparente. Por encima de todo, consiste en comprender que todas las respuestas que necesitamos están siempre a nuestra disposición en nuestro interior. La indagación es más que una técnica: nos revela, desde lo más profundo de nuestro interior, un aspecto innato de nuestro ser. Tras practicarla durante un tiempo, adopta su propia vida en nuestro interior. A la larga, esta comprensión se experimenta automáticamente y constituye una forma de vida. De un modo natural, inevitable e irreversible, la paz y la dicha se abren camino hasta alcanzar cada rincón de nuestra mente, cada relación y cada experiencia. El proceso resulta tan sutil que tal vez ni siquiera tengas la menor conciencia de él. Quizás únicamente sepas que antes sufrías y ahora ya no
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