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Definiendo la salud física y emocional



Es posible que no exista algo más controvertido en psicología que definir la normalidad, no así la salud física y emocional. Anteriormente existía una visión más psicopatológica de la disciplina. Hoy en día con el avance de la psicología positiva, se trata de ofrecer una visión desde la salud y no exclusivamente desde la la enfermedad.


Un nuevo concepto de salud

La Organización mundial de la salud (OMS), conceptualiza la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social. No sentir malestar no es sinónimo de salud, es mucho más complejo que eso, ya que existe una etapa subclínica en las patologías en las que todavía no se manifiesta la enfermedad. También existen patologías que no presentan manifestaciones clínicas hasta etapas más tardías, como en el cáncer. Dicho esto, la salud no sería la ausencia de enfermedad sino el equilibrio en el conjunto de factores: biológicos, económicos, sociales, políticos y ambientales que permiten el desarrollo personal. La cara opuesta a la salud sería la enfermedad, una alteración física o psicológica de nuestro equilibrio interior, que puede presentar fenómenos morfológicos, bioquímicos y funcionales que entorpecen o incapacitan el desenvolvimiento habitual del individuo.


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¿Qué se entiende por salud y por enfermedad en psicopatología?

La salud mental es la facultad para interactuar satisfactoriamente con el ambiente, lo que le permite al sujeto resolver cualquier adversidad que se presente en el día a día. A pesar de la dificultad de la tarea, una persona mentalmente sana cuenta con las capacidades de afrontar los problemas satisfactoriamente. Para que una persona sea considerada sana mentalmente debe cumplir con los siguientes requisitos:


Sensación subjetiva de bienestar biopsicosocial: Es importante que haya un balance positivo entre el yo interno y externo de la persona, ya que todo esto influye en su bienestar


Percepción de la integridad física, emocional, social, etc.: visión que tiene la persona hacia sí mismo. Hay salud si no percibe que existen amenazas a su integridad


Resistencia y buenos mecanismos de afrontamiento al estrés y tolerancia a la frustración


Percepción coherente, positiva y realista de sí mismo, del mundo que le rodea y de los demás


El sujeto se encuentra ajustado a su ambiente psicosocial y se percibe como autónomo y competente: Puede comunicarse y desenvolverse correctamente de acuerdo al ambiente en el que se encuentra.


“Desde el punto de vista social, una persona cuenta con salud mental si es capaz de desempeñar en la sociedad la función que le atañe. Es decir, si es capaz de participar en el proceso de la producción económica de dicha sociedad. En cambio, desde el punto de vista individual, salud o normalidad es el óptimo de desarrollo y felicidad del individuo” – Erich Fromm

La salud mental es subjetiva porque se desarrolla de forma diferente en cada persona. De hecho, varía dependiendo de la personalidad, las aspiraciones, los valores morales y el entorno familiar y cultural.


Salud y normalidad

Según la Real Academia Española (RAE), la normalidad es aquello que por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano. De manera que se halla en su estado natural y sirve como regla.


Criterios de normalidad en el funcionamiento psicosocial

Es normal lo social y culturalmente aceptado: A pesar de que la conducta humana es muy variada y se ve influenciada por muchos factores como la familia o la cultura, con regularidad existen ciertos patrones que se repiten a nivel internacional y son los que se utilizan para definir una normalidad estándar.


Se puede, con mucha precaución, definir la normalidad con base en criterios estadísticos: Lo que se encuentra en la media es lo que se considera normal. Por ejemplo: la campana de Gauss. La talla, peso, CI pueden ser evaluados bajo este criterio. En este caso, como los resultados estadísticos también son influenciados por la cultura. En psicología existen los baremos. Tablas numéricas que se utilizan en psicometría para registrar los resultados obtenidos en una prueba y ser comparados en relación al grupo cultural al que pertenece la persona Aquí es importante la normalidad porque los resultados son buenos/malos ó altos/bajos sólo cuando se tiene en cuenta el contexto social de la persona que se está estudiando


Lo normal no hace daño: Según algunos investigadores, se considera normal lo que no hace daño y anormal o patológico lo dañino o disfuncional.


Actualmente, sigue preponderando (aunque cada vez menos) la visión de una psicología como pato-psicología. Tal vez esto sea así porque desde el principio la psicología se dedicó a la evaluación, diagnóstico y tratamiento psicológico de las diversas patologías mentales. Además, es mucho más sencillo definir la anormalidad y la enfermedad que la salud, pues esta (al igual que la felicidad) es un concepto tremendamente subjetivo y difícil de definir. Aunque la meta de la psicología no es definir qué es normal, ya que cualquier desviación, por ende, se consideraría peligrosa y patológica, hoy en día si nos estamos acercando cada vez más a una definición de salud más amplia y comprensiva. Una vez más, la influencia de las variables psicológicas y ambientales vuelven a ser más que determinantes.


¿Qué significa la normalidad?

El concepto “normal” se utiliza con frecuencia y de manera indiscriminada en nuestra sociedad. En multitud de ocasiones escuchamos que ciertas cosas o comportamientos son o no son normales. Ahora bien, cuando intentamos definir la idea de normalidad, el asunto se complica. Es difícil delimitar qué es normal y qué es patológico, extraño o raro. Un aspecto realmente peligroso del concepto de normalidad son las connotaciones asociadas. Ya que se utiliza en multitud de ocasiones como medidor de lo qué es o no correcto. Cuando achacamos a una persona, conducta o cosa la característica de anormal, suele ir seguido de prejuicios negativos. En cierta medida se debe a una concepción equivocada de la normalidad, el desconocimiento de la profundidad del término; por esta razón es importante entender que significa “normal”. Una manera sencilla de aproximarse al término es a través de lo contrario de la normalidad, es decir, lo patológico. Entender aquellos procesos y conductas que no son normales nos ayudará a perfilar su definición. Por esta razón, la primera definición que vamos a abordar es la definición de lo patológico.


Definición de lo patológico o anormal

Definir lo patológico siempre ha sido complicado desde la Psicología por la complejidad de delimitar los criterios del mismo. Además, tiene la dificultad añadida de qué hacer con lo extraño o anormal. Un debate aun en ciernes de la psicología es que se debe considerar susceptible de diagnóstico o terapia; hablamos de la pregunta de qué conductas patológicas deben ser tratadas y cuáles no, ¿qué criterio se debe seguir? A la hora de definir la patología o lo anormal en psicología se suele recurrir a cuatro criterios distintos. Un aspecto importante es que no hace falta el cumplimiento de todos los criterios para considerar algo anormal. Lo correcto es entenderlo como 4 dimensiones que puntúan de manera cualitativamente distinta.


Los 4 criterios son:

El criterio estadístico: Se basa en la idea de que la normalidad es aquello que es más probable. Es un criterio matemático basado en los datos, aquellas conductas más repetidas serán las normales; mientras que las que apenas se producen serán patológicas o anormales. Tiene una gran fuerza al suponer un método objetivo de medir la normalidad pero pierde eficacia cuando existe muchísima variabilidad; y también existe el problema de definir el umbral porcentual que implica el cambio de anormal a normal.


El criterio biológico: Aquí tenemos en cuenta los procesos y leyes biológicas naturales para determinar la normalidad. Aquellas conductas o procesos que sigan la normalidad biológica no se considerarán patológicos. El problema de este criterio es que las leyes biológicas son modelos científicos que pueden ser incompletos e erróneos; y un dato nuevo se puede interpretar como una patología, en vez de como una parte asociada al proceso normal.


El criterio social: Se basa en que la normalidad es aquello que acepta la sociedad como normal. La sociedad, a través de la intersubjetividad y el conocimiento social, establece las características que debe cumplir la normalidad. A esta concepción le podemos achacar un fuerte sesgo histórico y cultural; dependiendo de la época y cultura, el concepto va a variar.


El criterio subjetivo: Según este criterio, las conductas patológicas serían aquellas que ve como tales el sujeto que realiza las conductas. Este criterio se muestra muy deficiente en multitud de ocasiones, ya que muestra una gran subjetividad y se encuentra altamente sesgado; debido a que tendemos a valorar como normales todas nuestras conductas.


Los criterios expuestos anteriormente son de utilidad a la hora de diagnosticar y tratar trastornos en la psicología clínica. Sin embargo, nos podemos dar cuenta de que nos sirven de poco para profundizar realmente en el significado de la normalidad. Eso sí, nos son útiles para entender o aproximarnos a la noción que tenemos de lo que es extraño o anormal.


La normalidad desde el socioconstructivismo

El socioconstructivismo nos puede ayudar a entender el concepto de normalidad. Desde este prisma se entiende que todo conocimiento es construido a través de la interacción del individuo con la sociedad y su ambiente. La normalidad sería otra idea construida en el marco de esta interacción. Esto quiere decir que lo normal nunca se va a poder tratar desde una objetividad descontextualizada de la intersubjetividad social. Es decir, que no vamos a poder hablar de normalidad en general, sino de normalidad dentro de una sociedad en concreto. A su vez, esto implica que da igual qué criterio utilicemos para definir lo patológico, ya que todos ellos recaen en la conceptualización social de extraño o anormal. El punto de vista que describimos nos aporta una visión interesante y curiosa a la hora de enfrentarnos al estudio de lo normal y puede implicar algún que otro debate ético-moral.


Todo lo que veamos extraño y anormal no tiene por qué ir asociado a una disposición problemática o negativa del individuo que realice dicha conducta anormal. En realidad, la sociedad sería la que excluiría conductas, ideas o características, tachándolas de extrañas o anormales. En gran medida, esto explica, por ejemplo, la gran variabilidad registrada en las conductas, actos y sentimientos en el cajón de la normalidad y de la anormalidad a lo largo de la historia. Por ejemplo, hace siglos era normal y legítimo matar a una persona si tu orgullo era herido, hoy en día lo consideramos raro e inmoral. Así podríamos decir que la normalidad es un constructo social que engloba a los comportamientos, ideas y características que se adaptan a la vida en sociedad. Se trata de una manera de autorregulación con la que cuenta la sociedad. Por esta razón, la psicología está tomando paradigmas acerca de los trastornos y discapacidades basados en la diversidad funcional; pensemos que la anormalidad la genera la sociedad, y no es una característica del individuo.


Ser o no ser normal, aquí la cuestión

“No me parece normal lo que haces”, “¿te parece normal lo que estás haciendo?”. ¿Cuántas veces hemos escuchado este tipo de afirmaciones y preguntas? Existen comportamiento que sin perjudicarnos a nosotros ni a nadie más despiertan el juicio de nuestro al rededor. Nuestros padres, parejas, amigos cuestionan lo que hacemos y cómo vestimos. De alguna forma, parece que intentan imponernos un criterio estándar aceptado como correcto socialmente. Si apareciéramos por casa con el pelo azul no tardarían en aparecer las críticas. Sin embargo, ¿qué hay de malo en ir con el pelo azul o naranja? ¿No es normal? Puede que no sea normal porque lo normal puede verse como lo que hace la mayoría. Pero el hecho de no ser normal, ¿es negativo? Si nos salimos del comportamiento “correcto”, ¿estamos actuando inadecuadamente? Es importante recalcar lo de inadecuado ya que las críticas suelen ser negativas: “no es normal ir con el pelo azul”, en otras palabras “estás un poco loco por ir así, deberías ir como todo el mundo”. Debemos plantearnos la cuestión de si ser diferente o raro es malo porque implica algo negativo o, simplemente, porque a nosotros no nos gusta. ¿Qué más nos da que un amigo se tiña de azul o se ponga dilatadores en las orejas? ¿Nos afecta en algo? No. Por lo que estamos emitiendo solamente un juicio de valor. Y debemos ir con cuidado ya que podemos condicionar o herir a personas que sólo pretenden experimentar la vida y ser ellos mismos.


Ahora es tu turno: ¿Cómo consideras tu salud física y emocional? cuéntamelo en comentarios.


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