Biodecodificación de los Tatuajes - (Parte 1 de 4)
- Aarón Pérez
- 28 may 2020
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 22 may
Introducción
Jacques Lacan (Las formaciones del inconsciente, la agresividad en psicoanálisis) aborda el concepto de marca como un signo. Por ejemplo, la circuncisión aparece como signo de lo que sostiene esa relación castradora que podemos ejemplificar con las encarnaciones religiosas. Es una particular forma de marca de tatuaje. En relación a la imagen del cuerpo fragmentado dice: “Hay una relación específica del hombre con su propio cuerpo que se manifiesta igualmente en la generalidad de una serie de prácticas sociales, desde los ritos del tatuaje, de la incisión, de la circuncisión, en las sociedades primitivas, hasta en lo que podría llamarse lo arbitrario de la moda, en cuanto que desmiente en las sociedades avanzadas ese respeto de las formas naturales del cuerpo humano cuya idea es tardía en la cultura“.
A título personal
En la actualidad, se puede observar una popularización de los tatuajes, que han dejado de ser una característica de determinados grupos sociales, ciertos oficios o de un género en particular. En lo personal me suscita una serie de interrogantes: ¿para qué ese(a) joven con tanta belleza lleva alguna parte de su cuerpo tatuado? ¿Porque en ocasiones no podemos dejar de mirar a la persona, ya sea por el tatuaje mismo o por que no ha dejado casi alguna parte de su cuerpo sin tatuar? ¿Qué nos quieren expresar de esta manera? Cada uno es libre de elegir qué hacer con su cuerpo, no tengo intención de establecer que realizarse tatuajes es bueno o malo, que se deban o no se deban hacer, no pretendo alimentar ningún tipo de prejuicio, por el contrario, mi propuesta es eliminarlos. Si alguna pretensión tengo es tan solo el de hacer una invitación a la reflexión, preguntarnos si somos conscientes de lo que me estoy haciendo a mí mismo, y el para qué quiero hacerme esto a mí mismo.

En lo personal no me gustan los tatuajes, por lo que no me haría uno, pero respeto la libertad de cada uno de hacer con su cuerpo lo que le parezca. Sin embargo tenemos que ser conscientes que en la vida somos observadores y a la vez objetos de observación, los demás se convierten en nuestros espejos, y uno mismo es el espejo de los demás. Es desde este punto que me hago cuestionamientos, como observador del mundo, me pregunto quien soy yo en relación a lo que observo. Lo que observamos siempre nos provoca sensaciones diversas: aceptación, rechazo, etc. En el caso de los tatuajes algunos me causan asombro, en otros reconozco admiración por la buena realización del mismo, otros me evocan dolor tal vez por la zona en que se lo han realizado y por qué me es inevitable pensar que un tatuaje requiere pasar por un proceso de dolor. Otros me resultan llamativos e incluso me gustan, la persona parece haber escogido el tatuaje perfecto, del tamaño perfecto, en la zona perfecta, que llegan a evocar incluso sensualidad. Todo esto obviamente no tiene que ver con la persona o el tatuaje en sí, como observador soy consciente que tal interpretación tiene que ver más conmigo mismo.
Primero intentare plantear la reflexión de como a través del tatuaje, intentamos construir un sentido de identidad, de pertenencia y una respuesta frente a la fugacidad e instantaneidad de las experiencias que no toca vivir. Sin profundizar intentare ofrecer en principio una leve mirada a lo que hasta hoy en día se ha estudiado sobre los tatuajes, posteriormente intentare plantear las bases para ofrecer una manera distinta de verlo, y finalmente mi propuesta será llegar a un punto, en el cual podamos plantear mediante la Biodescodificación junto a la visión de un curso de milagros (UCDM), la que pregunta más importante que podemos hacernos en relación a todo en la vida: ¿Para qué?
Un poco de Historia
Tatuar procede del inglés tatoo, voz tomada de los indígenas de Tahití para designar el acto de dibujar. Tatuar es una costumbre que se remonta a la antigüedad. Se han encontrado incluso momias con esta característica. En algunas culturas como la oriental tatuarse estaba relacionado con el realce de la belleza, como la pintura o el maquillaje. Salvo que maquillarse va en el sentido de velar y al unísono realzar o marcar, es una marca que se borra, como los lunares en la frente de las hinduistas. En occidente, en otras épocas los tatuajes estaban restringidos a un sector social determinado, y sólo se tatuaban los hombres. Obreros, marineros y algunos oficios en particular, lucían, junto a una musculatura prominente el tatuaje como una especie de “marca o signo” de la virilidad.
El tatuaje contemporáneo y su estética, tienen relación con un fenómeno que lo antecede donde la cultura oriental ocupa un espacio importante. El Manga, la historieta y los personajes japoneses con esas características tuvieron todo su peso, aunque hoy en día han decaído. Esta moda se extendió sobre todo del lado femenino: jóvenes aniñadas, con faldas muy cortas y aspecto de muñecas, acentuado por el maquillaje y el pelo con coletas y lazos. Hoy en día Infinidad de tatuajes reproducen letras chinas o ideogramas japoneses. Lo oriental, Japón en particular, funciona como esa otra cultura, extraña a occidente y por ello atractiva en todas sus vertientes desconocidas. Es “lo diferente“, otro código, otra concepción de la belleza, otra filosofía de vida, otra religión, etc.
Griegos y romanos, de donde viene nuestra cultura occidental, no lo consideraban una práctica respetable, la usaban para marcar esclavos, criminales, gladiadores, aquellos que caían en desgracia o desaprobación. Hasta hoy, una cierta marca de “marginalidad” acompaña a quien se tatúa. La palabra latina para tatuaje era stigma. “El tatuado era un estigmatizado”. Tal vez sea el sentido universal más popular aún vigente. Históricamente la Iglesia lo consideró una señal de paganismo a ser erradicado, una manifestación de los poderes de Satanás. Sin embargo, muchas referencias en los textos antiguos indican que era común o costumbre de los primeros cristianos tatuarse una cruz, el nombre de Cristo, un pez o un cordero, como signo de identificación y pertenencia religiosa. Los árabes, principalmente las mujeres, se tatuaban “dagg” o “daqq”, elemento ornamental o terapéutico, cumplimiento de un deseo con la intención de preservar el amor de un hombre o facilitar la inducción del embarazo.
En el Antiguo Testamento existe un pasaje donde se prohíbe el tatuaje o las escarificaciones. No hay que olvidar que el Antiguo Testamento es la Biblia Judía, efectivamente el judaísmo no permite ningún tipo de marca en el cuerpo, y esta prohibición es solamente para el pueblo Judío. En la Polinesia, la práctica del tatuaje está bien desarrollada; es signo de identidad personal en las islas del Pacífico. En la antigua Samoa, tatuar era un oficio heredado con posición privilegiada. El tatuaje en el joven marcaba una transición hacia la adultez y era prueba de virilidad y coraje. En varios pueblos de occidente y oriente, en varias culturas milenarias, está presente con varias funciones e innumerables significaciones sociales: señal de belleza, devoción religiosa, marca de transición del joven al adulto, distintivo del clan o tribu, medio de identificación personal o forma de demostrar valor o virilidad, estímulo de atracción sexual, talismán para espantar malos espíritus, parte necesaria de los ritos funerarios, distinción entre la mujer casada y la soltera, prueba de amor, forma de marcar e identificar esclavos, marginales y convictos (segregación). También podía tener fines curativos y preventivos. Los temas representados eran eróticos, guerreros, religiosos, alusivos a mitos o leyendas, plantas, animales o escenas de la vida cotidiana. Pero siempre una marca inscrita en el cuerpo, una inscripción sobre la piel dirigida a la mirada del otro.
Cultura o moda
La cultura del tatuaje se ha ido extendiendo a tal medida, que hay en ella algo de la moda, pero desde la vertiente de escandalizar al otro, o suscitar su mirada no por la atracción de lo bello, sino de lo extraño y hasta en la provocación de cierto rechazo. Algo similar aconteció con los románticos en Francia que adoptaron una indumentaria que implicaba diferenciarse de los burgueses. De ahí la expresión “épater le bourgeois“, que aparece en Francia a mediados del siglo XIX y sirve de lema a una de las actitudes más características del arte moderno: el desprecio hacia la clase social que en torno a 1830, comenzó a imponer su predominio

¿El tatuaje responde a una moda? De hecho, así lo parece. La paradoja es que si algo caracteriza a esta última, es el cambio o la invención de nuevos modelos. En este sentido, el tatuaje es inamovible, permanente. Desde allí podemos inferir que tatuarse estaría del lado de instaurar algo inalterable o estable en un mundo de cambios continuos. Los ideales ceden el paso a una concepción del mundo y de la vida donde el sujeto es empujado a imprimirle sentido por la vía de los objetos, el consumo. Llega a convertirse en un modelo siniestro donde el sujeto, como tal no cuenta, solo su faceta de consumidor en potencia. Esta realidad, instaura una cadena donde tatuarse, transforma al sujeto en un artículo más; que literalmente pone su piel y su cuerpo en circulación. El mundo contemporáneo se caracteriza por mutar continuamente, y generar de esta manera nuevas situaciones en el ámbito familiar, en los vínculos, nuevos modelos y también nuevas profesiones. El tatuaje ha dado lugar a los tatuadores, y toda una industria alrededor de ese nuevo oficio (hay tatuadores considerados artistas que viajan por el mundo solicitados por doquier). Sucede algo similar con los piercings, que no sólo implica a quien los aplica; también a los fabricantes. "Miami Ink", serie reality de televisión emitida desde el año 2005 describe las peripecias de un grupo de profesionales tatuadores y las historias de sus clientes quienes relatan las motivaciones para la realización y elección del diseño en el tatuaje, relatan sus estados de ánimo y expectativas acerca del tatuaje. Generalmente historias desdichadas, la mayoría de las veces remiten a muertes o separaciones de personas queridas aunque también aparece el interés por realizar un tatuaje motivado por la voluntad de dejar una marca permanente que permita recordar momentos decisivos en la vida de los sujetos (nacimiento de un hijo, matrimonio, etc). Por supuesto hay personas que intentan tatuarse por motivaciones que (aparentemente) están vinculadas a un interés fundamentalmente estético. Un programa de este tipo nos hace suponer que existe alguna cuota de manipulación, que supone el casting como medio para elegir a los candidatos más adecuados a fines de realizar un programa que obtenga rating.
Dice San Pablo: "La verdadera circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en la letra" (Romanos II:26-29). En la actualidad, el corte, la modificación corporal o el tatuaje pasan a convertirse en algunos casos, en espectáculo, esto puede refrendarse en el libro de Record Guiness donde existe una categoría que especifica quien es el hombre más tatuado y que porcentaje de su cuerpo está cubierto por dibujos, rareza y show mediático que quita eficacia simbólica al tatuaje para hipertrofiar la dimensión imaginaria. Es temerario dar cuenta de todas las razones y sentidos que pueden adquirir los tatuajes para las personas. Actores y actrices de todo orden y todos los campos (cine, teatro, televisión, porno, etc.) se presentan con sus cuerpos tatuados, provocando la mirada centrada en el tatuaje. Parece que vivimos una época de “tatuaje generalizado”, de un “todos tatuados”: adolescentes y jóvenes, médicos, jueces, etc. Cuando surge alguien tatuado, se mira el tatuaje; es como si el resto se apagase, se trata de un detalle que adquiere mayor visibilidad que el todo corporal.

Una marca distintiva
Sin descuidar el sentido de identidad que puede otorgar realizarse un tatuaje (la pertenencia a un grupo donde sus miembros comparten esta práctica), esta podría ser una de las contradicciones inherentes de realizarse un tatuaje, como un medio de individualización, y al mismo tiempo opera como “defensas de uniformismo”. El tatuaje desde su marca propone una mirada distinta, busca configurar una nueva identidad, construye un personaje, por ejemplo “el hombre tatuado“, “el guerrero” o “la extraña“. Promueve un nuevo nombre, una marca que vela la primera identidad del sujeto o que la completa de manera imaginaria. Podría decirse que produce un cambio, del cuerpo social marcado, al cuerpo individual tatuado. Otro cuerpo simbólico o imaginario, adoptando una apariencia. El tatuaje es una de sus vertientes, un intento de diferenciación por la vía del signo y la marca. Su incidencia, esta especie de “contagio” actual, se puede explicar justamente por lo que la caracteriza: la indiferenciación, el “para todos“, o el “todos lo mismo“. Poner en palabras lo que no se puede elaborar desde el discurso, se pone en el cuerpo. Los tatuajes son fundamentalmente marcas simbólicas; pero marcas que no se hacen sobre una hoja en blanco sino sobre un cuerpo afectado previamente por la erogeneidad. Y es justamente eso lo que le da a cada uno más allá de su diseño, un carácter de excepción, porque los tatuajes se inscriben en un cuerpo que tendrá sus grabados, su historia, que también será única.
continuara...
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