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El ego: la ilusión que nos separa

Actualizado: 29 oct

Por Aarón Pérez

Blog: Despertar Consciente

"La Biblia afirma repetidamente que debes alabar a Dios. Esto no quiere decir que debas decirle cuán maravilloso es. Dios no tiene un ego con el que aceptar tal alabanza, ni percepción con qué juzgarla" - Un Curso de Milagros
¿Qué es el ego?

El ego es una idea, no una realidad. Es el pensamiento de que estamos separados de Dios, de los demás y de nosotros mismos. Es el falso "yo", la identidad que construimos para sobrevivir en un mundo que creemos hostil. La Biblia narra metafóricamente su origen en el momento en que Adán y Eva comen del árbol del conocimiento: la manzana representa el pensamiento de que es posible crear separados de Dios.


Desde esta perspectiva, el ego es el sistema de pensamiento que niega la unidad. Cree que debe valerse por sí mismo, que está solo, que debe protegerse, competir y controlar. Pero como todo sistema de pensamiento, es verdadero o falso. Y sólo los Pensamientos de Dios son verdaderos.


"Tu ego no puede impedir que Dios resplandezca sobre ti, pero sí puede impedirte que le dejes resplandecer a través de ti." - Un Curso de Milagros

Un Curso de Milagros define el ego como “una creencia en la autonomía”, una ilusión que nos aleja del amor. Carl Jung lo describe como “el centro de la conciencia”, pero advierte que el ego no debe confundirse con el Self, que representa la totalidad del ser. La neurociencia moderna, como explica Antonio Damasio, muestra que el “yo” es una construcción cerebral basada en la memoria, la emoción y la percepción corporal.


Como se forma el ego

1. Nacimiento: el Edén perdido

Durante la vida intrauterina y los primeros meses tras el nacimiento, el bebé no tiene conciencia de sí mismo como entidad separada. Vive en un estado de fusión con el entorno, especialmente con la madre. Esta etapa representa simbólicamente el “Edén”: un estado de unidad, plenitud y seguridad.


El cerebro del recién nacido opera principalmente en ondas delta, asociadas al sueño profundo y la hipnosis. Según Bruce Lipton, en esta etapa absorbemos información sin filtros, lo que moldea profundamente nuestro inconsciente. En muchas tradiciones místicas, este estado de unidad es considerado el recuerdo del alma de su origen divino.


Madre sonriente sostiene a su bebé dormido. Ambos visten de blanco. Ambiente tranquilo y sereno con fondo claro y suave.
Primeros meses de profunda conexión con el entorno.

2. Infancia: el surgimiento del yo

A partir del primer año de vida, el niño comienza a desarrollar una conciencia rudimentaria del “yo”. Empieza a reconocerse en el espejo, a diferenciarse de la madre y a experimentar la frustración de no poder satisfacer sus deseos de forma inmediata.


Psicología del desarrollo: Jean Piaget llama a esta etapa “sensoriomotriz”, donde el niño empieza a construir esquemas mentales a partir de la interacción con el entorno. El arquetipo de la madre se consolida como símbolo de nutrición, protección y contención. El ego comienza a emerger como una estructura que busca seguridad. Análogamente, equivale a que los contenidos de su conciencia al principio se estructuran como islas desconectados entre sí. Con el paso de los años, estas islas se irán conectando finalmente entre ellas y haciendo posible una cierta orientación del niño en el mundo externo.


Escena de Pélicula Intensamente (Inside Out)


3. La persona y la sombra

Entre los tres y cinco años, el niño empieza a formar una identidad más definida. Para adaptarse al entorno social, desarrolla lo que Carl Jung llamó la persona: una máscara que muestra al mundo lo que se espera de él. Al mismo tiempo, todo lo que no encaja en esa imagen idealizada se reprime y forma la sombra. Aparecen dos constructos:


  • La persona: la máscara social, lo que mostramos.

  • La sombra: lo que ocultamos, lo que no queremos ser.


La sombra lucha por mostrarse, pero la persona la reprime. Aquí comienza la desconexión del Ser. El niño empieza a creer que debe “ser alguien” para merecer amor.


“La persona es ese fragmento de nosotros que presentamos al mundo; la sombra es todo lo que no queremos ser, pero somos” - Carl Jung

Niño caminando en el desierto junto a una pared de adobe. Su sombra proyecta la silueta de una figura imponente. Cielo azul claro.
La sombra desvela el destino oculto que solemos negar.

4. Adolescencia: el ego como centro

Durante la adolescencia, el ego se consolida como el centro de la conciencia. El joven busca diferenciarse de sus padres, explorar su identidad y pertenecer a un grupo. La validación externa se vuelve fundamental. Erik Erikson define esta etapa como la crisis de “identidad vs confusión de roles”. El adolescente necesita definirse, pero aún no sabe quién es. Surgen con fuerza el ánima y el ánimus, los aspectos femeninos y masculinos internos que proyectamos en nuestras relaciones. Es una etapa de búsqueda, pero también de desconexión profunda del Ser. El ego se fortalece como mecanismo de defensa ante la incertidumbre.



5. Adultez temprana: la conciencia patriarcal

En esta etapa, el individuo se enfoca en construir una vida “exitosa” según los parámetros sociales: trabajo, pareja, familia, estatus. El ego se vuelve funcional, pero también rígido. Se identifica con los logros, los títulos, las posesiones. Esta etapa corresponde al nivel de conciencia racional-egoico, donde predomina la lógica, la competencia y la separación. Abraham Maslow ubica aquí la búsqueda de seguridad, pertenencia y autoestima en su pirámide de necesidades. El ego se siente poderoso, pero vacío. La desconexión del propósito profundo genera ansiedad existencial.



¿Cuál es la dinámica del ego?

El ego no es una entidad, sino un sistema de pensamiento. Su dinámica se basa en la separación, el miedo y la carencia. Es una estructura que busca perpetuarse a sí misma, y para lograrlo, utiliza mecanismos que distorsionan la percepción, sabotean el presente y condicionan nuestras relaciones. A continuación, exploramos sus principales estrategias:


1. Identificación con el cuerpo y la personalidad

El ego se aferra al cuerpo como su hogar. Cree que somos lo que aparentamos, lo que mostramos, lo que poseemos. Se construye a partir de etiquetas: nombre, género, nacionalidad, profesión, logros, fracasos. Pero todo eso es transitorio. Antonio Damasio distingue entre el “yo autobiográfico” (basado en la memoria y la narrativa personal) y el “yo núcleo” (más primitivo y sensorial). El ego se identifica con el primero, olvidando que somos mucho más que nuestra historia. La persona es la máscara que usamos para adaptarnos al mundo. El ego se confunde con esa máscara, creyendo que es todo lo que somos. Eckhart Tolle afirma que “el ego se alimenta de la identificación con la forma”, y el cuerpo es su forma favorita.

Hombre con traje marrón posando con confianza. Fondo de edificio de vidrio y cielo azul. Ambiente profesional y seguro.
El ego se forma a partir de etiquetas y apariencia externa.

2. Resistencia al cambio

El ego teme el cambio porque amenaza su estabilidad. Prefiere lo conocido, incluso si es doloroso. Se aferra a patrones, creencias y hábitos que le dan una falsa sensación de control. El cerebro busca eficiencia energética. Cambiar implica esfuerzo, gasto de energía y riesgo. Por eso repetimos pensamientos y conductas, incluso cuando ya no nos sirven. Aaron Beck identificó las distorsiones cognitivas como mecanismos del ego para mantener su narrativa: generalización, pensamiento dicotómico, catastrofismo, etc. El ego no quiere sanar, quiere sobrevivir. Por eso sabotea el crecimiento disfrazándolo de dificultad.


Mujer asustada con manos levantadas en señal de detenerse. Lleva saco negro y camisa azul. Fondo blanco, expresión de sorpresa.
El ego se resiste al cambio

3. Mentalidad de carencia

El ego cree que siempre falta algo: amor, tiempo, dinero, reconocimiento. Vive en la escasez porque fue creado como sustituto de la abundancia. Para él, dar es perder, y tener es poseer. Carl Rogers plantea que el ser humano florece cuando se siente aceptado incondicionalmente. El ego, en cambio, busca aprobación condicional. Wayne Dyer resume las creencias del ego en seis frases, entre ellas: “Soy lo que tengo” y “Estoy separado de lo que me falta”. El ego no puede concebir que ya somos completos. El deseo es la raíz del sufrimiento. El ego desea porque se siente incompleto.


Dos mujeres con trajes sostienen plantas pequeñas, una en maceta roja y otra planta verde. Fondo urbano, expresiones serenas.
El ego desea por sentirse incompleto

4. Ataque y defensa

El ego se defiende atacando. Proyecta su culpa en los demás, juzga, critica, se victimiza. Cree que si el otro pierde, él gana. Pero en realidad, cada ataque refuerza su miedo. Freud describió la proyección como un mecanismo de defensa inconsciente. Jung lo amplió: “Todo lo que nos irrita de los demás puede llevarnos a un entendimiento de nosotros mismos.” “El ego siempre ataca en defensa de la separación.” El ataque es su forma de reforzar la ilusión de que somos distintos. El ego se alimenta del conflicto. El Espíritu, en cambio, no necesita defenderse porque no se siente amenazado.

Mujer gritando a un hombre que cierra los ojos, expresando molestia. Fondo gris, ropa oscura, escena tensa y expresiva.
El ego se defiente atacando

5. Manipulación del tiempo

El ego vive en el pasado y teme el futuro. Interpreta el presente a través de heridas antiguas. No puede habitar el ahora, porque el presente es el único lugar donde el ego no existe. “El momento presente es el único punto de acceso al Ser.” El ego lo evita porque en el ahora no hay historia, no hay drama, no hay identidad. Bessel van der Kolk explica que el trauma no procesado mantiene al sistema nervioso atrapado en el pasado. El ego se aferra a ese dolor como parte de su identidad. Heidegger hablaba del “ser-en-el-tiempo” como una forma de alienación. El ego vive en esa alienación.

Mujer con expresión de ansiedad, mordiendo sus uñas y sosteniendo un reloj despertador. Fondo blanco. Lleva suéter azul.
El ego vive en el pasado y teme al futuro

6. Relaciones especiales

El ego busca relaciones para completarse, no para compartir. Cree que el otro debe llenar su vacío. Idealiza, exige, manipula. Y cuando no obtiene lo que quiere, se frustra o se victimiza. “La ira es la bendición del ego en las relaciones especiales.” El ego no ama, necesita. Y cuando no obtiene, culpa. John Bowlby mostró cómo nuestras primeras relaciones moldean nuestras expectativas afectivas. El ego repite esos patrones buscando seguridad. El amor verdadero no busca completarse, sino expandirse. El ego no sabe amar, solo negociar.


Pareja con ropa casual sentada en un sofá beige. Ambos miran en direcciones opuestas, aparentan estar molestos. Fondo claro y neutro.
El ego busca relaciones especiales

7. La muerte

El ego teme la muerte porque cree que es el final. Pero también la desea, en forma de enfermedad, sacrificio o victimismo, como forma de validarse. El ego quiere verte sufrir, pero no quiere morir. Irvin Yalom plantea que el miedo a la muerte es el miedo a no haber vivido auténticamente. El ego impide esa autenticidad. El ego muere cuando recordamos quiénes somos. Por eso lucha tanto por sobrevivir. Un Curso de Milagros dice: “El ego te habla del Cielo, pero te asegura que no es para ti.”

Silueta de persona en columpio junto al mar al atardecer, extendiendo la mano hacia un columpio vacío. Ambiente melancólico y sereno.
El ego teme a la muerte

“La iluminación no es convertirse en algo más, sino dejar de ser lo que no eres.” — Adyashanti

El ego no es algo que debamos destruir, sino comprender. No se trata de luchar contra él, sino de observarlo con amor, reconocer su origen en el miedo, y elegir otra forma de pensar. El camino de regreso al Self es el viaje de regreso a casa.


Ahora es tu turno: ¿Estás dispuesto a mirar más allá del ego y recordar quién eres realmente? Cuéntamelo en los comentarios.


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