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Reseña: Emociones para la vida

Actualizado: 22 may

El camino hacia tu bienestar

¿Para qué sirven las emociones?


Las emociones son parte del equipo básico con el que nacemos, son innatas y nos permiten adaptarnos al entorno y reaccionar frente al mundo. Desempeñan funciones claras según el ser vivo que las exprese. A través de ellas aprendemos a conectar con los hechos y a través de los hechos conectamos con una emoción que ya está ahí. No podemos aprender a emocionarnos (estar tristes o alegres), lo que sí se puede regular es el grado en el que las emociones se expresan. El entorno en el que hemos crecido, está directamente relacionado con los valores y creencias implícitas de la educación que hemos "respirado". Es posible que hayamos nacido en una familia en la que la expresión de la rabia esté mal considerada y hemos aprendido a reprimirla; sin embargo, eso no quiere decir que no la sintamos. La emoción guardada encontrará su manera de expresarse en el cuerpo. Por impacto o por una situación acumulativa, experimentamos emociones que son automáticas y a las que no prestamos la debida atención. Estas emociones generan sentimientos, y estas pensamientos. Conocer nuestra forma de pensar, distinguir nuestros sentimientos y ser conscientes de nuestras emociones es fundamental para el equilibrio de nuestro sistema, vivir de forma coherente y en armonía. Muchos de los estados emocionales que vivimos no parecen tener una explicación lógica. Solo cobran significado cuando los percibimos desde una óptica transgeneracional. Los momentos y las situaciones dolorosas se guardan en nuestra memoria inconsciente y se reactivan cuando se dan unas condiciones parecidas.


“Los demás seres vivos atacan, huyen, matan, defienden, protegen, cuidan, pero no odian. Una vez pasado el estrés emocional, siguen con sus vidas”

Emociones para la vida
Emociones para la vida

Algunos datos de "Emociones para la vida"


Este libro pretende dar respuestas que permitan comprender por qué solemos sentirnos como nos sentimos, por qué tendemos a comportarnos de un modo determinado y por qué repetimos el mismo tipo de relaciones personales una y otra vez. Estas y otras cuestiones tienen su raíz en el lado oculto de nuestra mente: el inconsciente. Conocer su origen y comprenderlo facilita que podamos gestionar dichos aspectos a voluntad. Con este libro Enric Corbera también quiere dar otra visión de lo que llamamos "realidad". Una nueva percepción abre la mente a nuevas formas de interactuar y de relacionarse con todo lo que nos rodea, con la finalidad de liberarla de las emociones que surgen de una incoherencia emocional. Este libro tiene por objetivo llevarte a un estado emocional de bienestar contigo mismo(a). Mostrar el camino para lograr el bienestar emocional; y eso se consigue aprendiendo a gestionar nuestras emociones, lo cual además nos permitirá evitar situaciones de las que tengamos que arrepentirnos más adelante.


"Emociones para la vida" de Enric Corbera, es impreso por la editorial Grijalbo en Castellano, fue publicado el 20 de Septiembre de 2018, cuenta con 320 páginas y es considerado un libro de crecimiento personal.


Enric Corbera
Enric Corbera

Acerca de su autor:


Enric Corbera es licenciado en Psicología, es uno de los pensadores más reconocidos a nivel internacional en el ámbito del desarrollo personal. Creador del método de la Bioneuroemoción® y fundador del Enric Corbera Institute, se ha convertido en un referente en la gestión de las emociones, el desarrollo de la consciencia y el bienestar personal. En los últimos 10 años, ha formado con su equipo a más de 50.000 personas de todo el mundo, ofreciéndoles herramientas para que puedan entender y aplicar la gestión emocional en los problemas del día a día. Autor de los libros: El observador en Bioneuroemoción (2013), Curación a través de Un Curso de Milagros (2013), Este no es el evangelio que quise ofrecerte (2014), Visión cuántica del trasngeneracional. (2014). Yo soy tú: La mente no dual (2016), Bioneuroemoción (2017), El arte de desaprender: La esencia de la bioneuroemoción (2017), El Soñador del sueño: El héroe interior (2017), Emociones para la vida: El camino hacia tu bienestar (2018), Encuentros con mi alma: Un viaje sin distancia (2019), Recordar quién soy: Ciclo de conferencias de Enric Corbera (2020), Crisis, ¿estás preparado para crecer? (2021), Tu nombre ancestral es abundancia: Viaje a la conciencia de unidad (2023), Realiza conferencias, imparte numerosos talleres y seminarios y lidera los programas académicos de Diplomado y Máster en Bioneuroemoción®, además de difundir su método de manera cercana y comprensible en YouTube, donde acumula más de 100 millones de visualizaciones y más de 3 millones de seguidores en sus redes sociales.


Que puedes encontrar en "Emociones para la vida"

Las emociones nos empujan a la acción, muchas veces sin razonamientos previos. Nos permiten comunicarnos y se expresan primero en nuestro cuerpo, luego les damos sentido y salida en nuestras relaciones. Si nuestras necesidades no son, o no podemos satisfacerlas, nos impulsan a estados de ánimo que condicionan nuestra conducta. Son respuestas fisiológicas ante una situación estresante que nuestro cerebro percibe como peligro (real o casi siempre imaginario), que nos preparan para atacar o huir. Nuestras respuestas emocionales (lo que sentimos), son automáticas y producto de la evolución, no requieren de ninguna capacidad de procesamiento cognitivo. Cuanto más fuerte es una emoción, con mayor fuerza se graba en la memoria. Si ese recuerdo altera el equilibrio emocional, puede aparecer el síndrome postraumático. Estudiar y observar las emociones en el ámbito donde se manifiestan nos permite indagar qué información se almacena en nuestro inconsciente. Quiénes son capaces de anticipar la respuesta a una emoción, están mejor preparadas para tomar decisiones sin equivocarse.


La percepción es la clave para activar las respuestas emocionales, cuya finalidad es la adaptación. Sin los sentimientos, pensamientos y emociones, es imposible actuar, tomar decisiones y relacionarse. La emoción es consustancial a la experiencia, y viene predeterminada por la percepción. Los sentimientos son procesados por nuestra mente, las emociones son viscerales, no decidimos tener rabia en una situación y tristeza en otra. Las emociones son primero, los sentimientos y los pensamientos después. Las emociones pertenecen al cuerpo, los sentimientos a la mente, pero van ligados. Los sentimientos son la expresión de creencias inconscientes que determinan mi percepción del mundo y mi interacción emocional. El sentimiento es una explicación cognitiva a una sensación corporal. La mente subconsciente no analiza, sencillamente actúa. Cuando le ponemos nombre a esta sensación física, la convertimos en un sentimiento y para ello utilizamos la razón. Tenemos la capacidad de observar nuestros estados emocionales, si se hace correctamente, podemos encontrar los programas inconscientes que guardamos en nuestra psique y que nos empujan a ciertas reacciones frente a eventos concretos. Nos permite encontrar la historia oculta que condiciona nuestra vida.


Las emociones secundarias son las que expresamos socialmente, están relacionadas con las funciones cognitivas; con ellas nos explicamos y razonamos lo que percibimos con nuestros sentidos. Con ellas revestimos las historias que nos explicamos a nosotros mismos, a tal punto que acaban convirtiedonse en nuestra verdad. Las emociones primarias son viscerales, y generalmente las ocultamos en nuestro inconsciente. Tratamos de reprimirlas y sobre todo explicarlas tapándolas con las secundarias. Se expresan en nuestro cuerpo para prestarles atención. Pensamientos y sentimientos están sustentados por las emociones secundarias. Tomar conciencia es indagar qué hay detrás, saber qué ocultan mis justificaciones y explicaciones sobre lo que experimentamos. La libertad emocional estriba en saber que mi historia está sustentada por creencias y memorias de mis progenitores, y su historia en las de los suyos. Las emociones hay que liberarlas, sentirlas y comprenderlas. Tienen un sentido biológico de adaptación, nos permiten sobrevivir, pero el inconsciente no diferencia entre una situación de peligro real o imaginario. Nos podemos explicar historias con el fin de ocultar emociones que no nos permitimos expresar por muchas razones, especialmente por motivos culturales. La salud emocional está relacionada con nuestra capacidad de saber prestar atención a la expresión de las emociones primarias y que tienen una relación directa con la percepción del entorno. Toda esta información conforma los filtros con los que percibimos el mundo exterior.


Las emociones básicas pueden expresarse por la vía primaria y la secundaria. Por la primaria, lo hacen visceralmente, no interviene la razón. Cuando analizo mis emociones (sensaciones físicas) y les doy una explicación, estoy en la secundaria. Aprender a tomar el control consiste en tener conciencia de para qué se me activa esta respuesta fisiológica y comprender que tiene una función adaptativa cuya finalidad es preservar la vida. Cuando cambia nuestra percepción sobre la sensación y la emoción que estamos experimentando, dichos aspectos pierden intensidad, y en muchos casos la conexión neurológica se reestructura. A esto se le llama "reescribir la historia". Tras un impacto emocional, no hay un razonamiento sino una expresión biológica, que más tarde puede pasar a convertirse en un sentimiento y un pensamiento para darle una explicación. Esta explicación no nos libera de repetir la experiencia y su impacto, puede crear un condicionamiento aversivo, que no llegamos a comprender. Cuando se habla de emociones heredadas, se habla de aquellas que se desencadenan en situaciones concretas y bajo circunstancias estresantes, en las que no tenemos control y no sabemos ni comprendemos por qué se expresan. Además, otros miembros de la familia no tienen el mismo problema o expresan otras emociones. Heredamos los problemas emocionales y estresantes de nuestros ancestros. La idea es transmitir a las siguientes generaciones información que el inconsciente considera crítica para que de alguna forma estén avisadas y/o actúen en consecuencia. Toda experiencia que ponga en peligro la vida, o que se perciba como peligro, queda guardada y se transmite a nuestros descendientes. Podemos heredar respuestas emocionales programadas por el inconsciente del clan o por el de nuestra madre. Que nuestros descendientes hereden esta informacion, incluidas las emociones, permite que tengan más capacidad de sobrevivir. Este es el objetivo fundamental de la existencia, sobrevivir y transmitir la información útil a nuestros descendientes.


Las emociones y los sentimientos están sostenidos por creencias arraigadas en nuestra personalidad. La creencia precede a la emoción, y esta al pensamiento y la acción. Las creencias son sistemas socializados de conceptos que organizan la percepción del mundo (nuestra forma de verlo y entenderlo). La percepción activa nuestros estados emocionales de forma automática o inconsciente. La forma de percibir nuestras experiencias viene determinada por tres factores: el inconsciente colectivo; el inconsciente familiar y las primeras experiencias de vida desde el útero hasta los seis años. El inconsciente colectivo es la parte más grande de nuestra psique; en él, se guarda toda la informacion personal y familiar. Contiene predisposiciones para experimentar y responder al mundo, de la misma manera que lo hacían nuestros antepasados. Se expresarán y desarrollarán de distintas maneras según el contexto y las experiencias que le toque vivir a cada persona. En el inconsciente colectivo ha quedado grabado que estar fuera del clan, significa la muerte. Un aspecto relevante de cómo almacena la información el inconsciente es el simbolismo, el cuál es el recurso que emplea la mente para explicar algo y también nos bloquea para profundizar en el inconsciente, los emplea para expresar traumas o conflictos emocionales ocultos. El inconsciente es irracional; por muchas explicaciones racionales que nos demos, el inconsciente nunca las procesa de este modo. Es más, las explicaciones que nos damos son uno de los principales bloqueos para poder acceder a la información inconsciente.


La información no se pierde, busca situaciones (informaciones) afines para poder expresarse y dar respuestas diferentes a los traumas vividos por los respectivos clanes familiares. Lo importante es la emoción, el estrés con el que se realizo la acción, la información asociada al inconsciente con relación a hechos que han sido estresantes para la familia. Cuando vivimos situaciones que nos desbordan, nos sentimos carentes de recursos y "tragamos" nuestros estados emocionales. Nuestra psique lucha por liberar y expresar todas estas emociones, pero se lo impedimos. La autoindagación permite observar cada emoción y lo que se esconde detrás de ella. Una observación objetiva, sin justificaciónes, evita buscar la causa en el exterior. La persona que acumula emociones, presenta características de personalidad que debe sacar a la luz si quiere liberarse de la toxicidad emocional. Acostumbramos no expresar nuestros sentimientos y emociones debido al miedo inconsciente a la no aceptación social. Nos refugiamos en esas emociones y nos comportamos de forma intransigente, nos encerramos en la percepción que tenemos de nosotros mismos y en nuestros propios razonamientos para justificarlas, pensamos que sufrimos presión social y nos sentimos relegados o excluidos. Cuando una persona se encuentra en ese estado emocional, sus reacciones suelen ser desproporcionadas, fuera de contexto o explosivas porque vive en una montaña rusa emocional. Suele vivir atrapada en su verdad, espera que los demás cambien y mantiene relaciones adictivas que no le aportan paz ni tranquilidad. Se sobrecarga constantemente de las mismas emociones; acostumbra a estar triste y puede convertirse en un estado emocional crónico, para ella la solución se encuentra siempre en el exterior. Le cuesta salir de su paradigma (su verdad), carece de perspectiva, se muestra inflexible e intolerante. Pensar de otra manera le supondría un auténtico vértigo emocional. Si somos capaces de darles salida y observarlas, nos darán información de los conflictos que subyacen detrás. Entre toda esta vorágine de sentimientos y emociones, a menudo se encuentra muy escondido, un sentimiento tóxico y manipulador: la culpabilidad.


La ciencia viene demostrando la importancia que tienen las emociones. No solamente las que experimentamos en el vientre de nuestra madre, sino incluso antes de ser concebidos. Los estados emocionales que experimenta la madre durante la gestación afectan e inciden en todos los órdenes (físico, cognitivo y conductual) y predisponen a padecer ciertos síntomas físicos. Actualmente aún no se da la importancia correspondiente a los estados emocionales que viven nuestros padres antes, durante y después de nuestro parto. Tampoco se pondera lo suficiente la importancia del ambiente familiar en el que crecemos. Cuando investigamos las historias familiares, "lo no dicho, los secretos o la ropa sucia", encontramos respuestas a nuestras historias y comprendemos por qué nos ocurren ciertas cosas y tenemos cierto tipo de relaciones. Debemos investigar el ambiente emocional; no lo que pasó, sino lo que se vivió emocionalmente. El factor emocional, con una gran carga estresante, se correlaciona con las enfermedades. Los estados emocionales pueden tener un gran impacto en nuestra psique y provocar desórdenes físicos. Escuchar las emociones, saber prestarles atención, evitar eludirlas nos permite indagar qué hay detrás de ellas y liberarnos de traumas que hemos heredado de nuestros padres. Nos indican el camino para resolver el problema que proyectamos en nuestro día a día.


Cada persona es un mundo; cada ambiente, cada experiencia, y cada clan tiene sus informaciones y necesidades. Lo que le va bien a uno no quiere decir que le vaya bien a otro. Dar consejos es inútil, porque el consejo que damos es una proyección. Quiere decir que en realidad, es el consejo que necesitamos. Hay que huir de los consejos, aprender a indagar, escucharse, investigar nuestra infancia, el ambiente emocional que vivimos en casa. Debemos observar objetivamente, sin condenación, con una mente que comprenda que nuestros padres son lo que son y no sabían más. Que también llevan la información heredada de su ambiente, y que tenemos la oportunidad de reparar lo no pudieron o no supieron. Cuando alguien se da cuenta de que repite relaciones o se siente atrapado en situaciones recurrentes y siente que no tiene salida, hablar con su madre es un recurso que le permitirá respirar, que le aportará tranquilidad. Ella es la puerta del bloqueo emocional, sus vivencias, sus emociones y sus sentimientos han sido transferidos a nuestra psique, antes, durante y después de la gestación, como mínimo hasta los tres años. Nuestra madre es el prisma en el que converge la información condensada de la familia, que se deposita en nuestra mente inconsciente. No nacemos como una cinta de grabación en blanco, lo hacemos cargados de la neurosis y traumas de nuestra familia. Tenemos que preguntarle a nuestra madre cómo estaba en el momento de nuestra concepción, qué relación tenía con nuestro padre, que nos describa el ambiente emocional estresante que había en la familia y las relaciones que envolvían al núcleo familiar. Que nos diga sinceramente si fuimos buscados, deseados, fue un "error" o un "no es el momento". Nuestras reacciones emocionales tienen un sentido y están condicionadas por los estados emocionales de nuestros padres. Observar estas reacciones sin enjuiciarlas y observarse a uno mismo nos lleva a un estado de quietud mental, a huir del victimismo y ser responsable, haciendo lo que debemos hacer sin resentimientos y con una mente libre de culpas. Las experiencias son oportunidades de trascender conflictos emocionales. Repetimos las que están impresas en nuestro inconsciente. Se trata de comprender y elegir quién quieremos ser en esa situación. La experiencia que vivirás será según la conciencia con la que elijas vivirla. Siempre tienes el poder de elegir.


Tan fundamental como la relación con la madre, es la relación con el padre. Pretender lo contrario es un error. Pensar que la madre es lo más importante es caer en el posicionamiento de que el padre cuenta poco o simplemente no cuenta en la educación de los hijos. Así se ha entendido durante años, y así lo ha vivido el hombre, creyendo que su fincion es poner orden y disciplina y que la educación de los hijos es cosa de mamá. Muchos hijos son educados de forma distinta según su género, las madres han sido las primeras en marcar esta diferencia. No hace mucho, estudiar era cosa de varones, el futuro de las hijas pasaba por un buen matrimonio. Hemos escuchado que "los padres aman a sus hijos de manera incondicional. Hay que alejar este mito de una vez por todas. Hay padres que no saben amar, no se aman a sí mismos y no establecen un vínculo saludable con sus hijos. Lo que cabría preguntarse es si existen padres realmente crueles. Existen padres que tienen la capacidad de hacernos sentir inútiles, de manipularnos, de hacernos dependientes y vivir con culpabilidad "eterna". Son padres que roban nuestras vidas, como consecuencia de unas creencias que nos condicionan y nos atrapan en un callejón sin salida. Muchos de los hijos de estos padres viven en una especie de montaña rusa de amor y odio, de impotencia y de incomprensión con graves problemas de autogestión emocional y adicciones.


La familia es importante, nos protege, nos sustenta y sobre todo tendría que ser el trampolín para que cada miembro alcance sus sueños o desarrolle sus cualidades. Muchas veces no es así, los padres proyectan en sus hijos aspectos que ellos no pudieron o no fueron capaces de realizar, en otras ocasiones hay celos o limitan los derechos del individuo frente a sus deberes. Los padres tóxicos provienen también de historias tóxicas, que repiten con los hijos, tienen el poder de socavar la autoestima, destruir la confianza, generar vínculos de dependencia, ahogar con su amor, insultar, controlar ciertas áreas e incluso golpear o menospreciar. Muchos intentan hacer lo contrario, en el caso de padres ausentes, los hijos se convierten en padres superpresentes. No podemos esperar que nos lo cuenten todo, ocultarán sus sentimientos, pues existe culpabilidad inconsciente. Hay que insistir con cariño, con aprobación, sabiendo que puedes recoger estados emocionales dolorosos, ser cuidadoso y no incisivo. En el inconsciente de las madres, existe la creencia de que "hay que ocultar para proteger la seguridad de la familia"; ello les lleva a situaciones de auténtica vejación y maltrato que tratan de ocultar. No son conscientes de cómo esto afecta la salud emocional de sus hijos y de la incidencia que tiene en sus relaciones. Madres que debido a su educación, soportan actitudes de menosprecio y de maltrato por parte de sus maridos y permiten que sus hijos tengan un referente masculino de desprecio hacia las mujeres. Proyectan sus inseguridades y miedos en sus hijos, se refugian en ellos y les fomentan una educación machista: a los varones, una falta de respeto y de superioridad con relación a las mujeres; y a ellas la sumisión.


No se es padre solo por el hecho de tener un hijo. Implica responsabilidades, que muchos varones no se atreven a afrontar. Cuidar y proteger a la familia, atender las necesidades emocionales de la madre y los hijos. Ejercer un liderazgo que nunca debe ser impuesto, sino ganado por el reconocimiento de toda la familia. Debe potenciar las cualidades de sus hijos y reforzarlos para que puedan superar sus debilidades o carencias. Un padre tóxico educa con la premisa de estar por encima de sus hijos. Proyecta sus inseguridades, limita sus sueños e impone su voluntad con frases como: "Si haces esto, dejaré de hablarte". Son también tóxicos los que condicionan a sus hijos para que vuelvan a cuidarlos, antes que de sus propias familias. Si queremos comprender nuestras experiencias, sinsabores y alegrías, debemos adentrarnos en la indagación de las vivencias de los padres de nuestros padres, partiendo de la premisa de que sus vidas son el fiel reflejo de la vida de sus padres, ellos actúan de modo automático, con frases, comportamientos y conductas preestablecidas, del tipo: "Siempre se ha hecho así, por qué tenemos que cambiarlo". Encontramos la explicación de muchos dolores y sufrimientos inexplicables, allí donde falta el sentido común, en los silencios y los secretos que estos abuelos guardaron "por el bien de la familia", sin ser nunca conscientes de que estos silencios y secretos acabarán manifestandose en sus nietos y biznietos.


Cuando atribuimos nuestras experiencias (circunstancias que se repiten), a una especie de mala suerte o a pruebas que algún dios nos envía, el problema está en nuestra mente. Evita caer en la trampa de la superstición o del victimismo con frases como: "la mala suerte" ó "un mal karma". Quizá no tengas que buscar fuera la respuesta que tanto anhelas, basta buscarla en tus pensamientos, sentimientos y acciones. Todos y cada uno de ellos son una manifestación de la vibración de tu conciencia. La información no se pierde si no es expresada, queda guardada en tu inconsciente, a la espera de poder manifestarse en tu vida consciente. ¿Somos solo observadores, o nuestra observación afecta lo observado? Nuestra conciencia no afecta al Campo de la Conciencia, estamos separados y no hay nada que nos una (el concepto dual por excelencia), y las cosas ocurren por casualidad. O mi observación (mi mente), afecta a lo observado y somos el resultado (hijos) de esta Mente Cósmica, llevamos la esencia, la inteligencia, así como otros factores que deben manifestarse y expresarse de algún modo. De alguna forma esta inteligencia se las ingenió para eternizarse y lo hizo transmitiendo la información de padres a hijos.


Las creencias ocultas son el gran bloqueo que nos impide sanar, que nos mantiene atrapados en una vida sin sentido. Nos hacen repetir experiencias, soportar vejaciones que nos atrapan en relaciones tóxicas, alimentan miedos irracionales que enferman nuestras mentes y nos atan a situaciones que no queremos vivir, con cadenas que solamente existen en nuestra mente. No somos conscientes de que los problemas no existen en realidad, son formas de ver y entender lo que nos ocurre. Todo hemos visto cómo varias personas viven la misma situación (problema) y cada una la experimenta de una forma concreta que determina su solución; mientras algunos se levantan y alcanzan metas, otros se derrumban. Estamos hipnotizados por estas creencias ocultas que gobiernan y dirigen nuestras vidas; pensamos que elegimos, cuando en realidad son ellas las que eligen por nosotros y nos impiden abrirnos a otras experiencias que nos hagan vivir profundamente nuestra vidas y que permitan a nuestros descendientes tener otras oportunidades y/o soluciones a las circunstancias propias de una vida dual, donde luz y oscuridad deben coexistir para que nuestra vida sea majestuosa. A nuestras creencias ocultas también podemos llamarlas "creencias irracionales", por que carecen de sentido común. Vivimos en el error de querer cambiar los acontecimientos externos, cuando en realidad, lo único que podemos cambiar son nuestras creencias, por que son la clave que nos llevan a vivir de cierta manera. La personas creen que saben cuál es el motivo de sus conflictos, se empeñan en explicarlo. En el fondo buscan que alguien corrobore sus creencias y percepciones.


Con el victimismo, las personas esperan que los demás cambien y vivan una vida de sumisión. Mantienen atrapados a sus hijos, sabedores de que a la mínima queja, alguno acudirá a su lado. Hay personas que cuando se les brinda reconocimiento, afirman que no se lo merecen y se autosabotean. Es la humildad mal entendida. No se permiten disfrutar, todo placer es pecado y piensan que para agradar a un Ser superior, hay que sufrir. Sin sufrimiento ni sacrificio, no hay verdadero amor. Viven en la queja, su inconsciente se expresa así porque en el fondo buscan aprobación y reconocimiento, aunque lo nieguen con todas sus fuerzas. No pasan a la acción, y por lo tanto justifican todo lo que están haciendo, reforzando el conflicto, ya que todo lo que piensan se relaciona con la misma situación que pretenden solucionar. Su pensamiento es cíclico. Viven en un razonamiento constante, lo "entienden" todo, se lo explican todo, creen que la solución está en el "hacer". Sus mentes están condicionadas por la creencia en el "control", de que las cosas deben hacerse de una forma determinada y no se abren a la experiencia de vivir en la incertidumbre.


El perfeccionismo es un bloqueo que padecen las personas inflexibles en sus argumentos. Es una manera de controlar a los demás y demostrar que no comenten errores. Confunden “ser válido" con "hacer algo que demuestre su valía". Sienten gran necesidad de que todo esté en perfecto orden. Son rígidas, les molesta todo lo que creen que no está en su sitio. Es el control por el control, y esto les hace vivir con estrés. Al final se quedan solas, con sus manías e incomprensión. La fidelidad familiar bloquea a la persona y le impide tomar decisiones. No puede hacer nada sin el permiso de "alguien" que tiene el poder de tomar las decisiones del clan. Le impide la libertad porque implicaría una traición. Hemos sido educados con leyes rígidas, con una única razón: "Esto siempre se ha hecho así". Oponerse a ello implica desaprobación social, rechazo, y miedo. Todas nuestras reacciones están programadas. Percibimos la realidad con una conciencia dual que separa lo que percibe, y se manifiesta en una creencia: hay cosas "buenas" y "malas". Esta división nos produce un dolor interior que queremos eliminar: la culpabilidad, que se alimenta de otra creencia; “la causa de todo lo que nos ocurre es debido a factores externos”. Esto nos provoca una necesidad de control, y limenta el miedo. Sentir el influjo de la culpa, tanto si viene de ti como si viene de los demás, es una muestra de hasta qué punto nuestra libertad está condicionada por normas y comportamientos (llamados "morales"), cuya finalidad es someternos a los dictados de algún tipo de poder terrenal.


Al culpar al otro nos liberamos de nuestra responsabilidad. Olvidamos que al renunciar a ella, otorgamos el poder a los demás y nos convertimos en víctimas. Culpar tiene un costo: "perdemos de nuestra libertad". Si nos mantenemos en esta dinámica, bloqueamos nuestro despertar, la culpa bloquea la autoindagación por miedo a encontrar algo horrible en uno mismo. En el despertar de la mente, esta no percibe las cosas separadas, siente en lo más profundo del Ser que todo está interconectado; no es un saber, es un existir. Todo sigue igual, los personajes de tu vida, los problemas y dificultades; aparentemente nada ha cambiado, sin embargo, para esta consciencia abierta, nada vuelve a ser igual. No nos damos cuenta de que obtenemos una gran recompensa al culpar a otro de nuestra desgracia: sentimos que somos inocentes, disfrutamos de la autocompasión, conseguimos ser mártires (víctimas) y que nos tengan simpatía. Sin embargo, no es un deseo consciente, es el propósito inconsciente de la culpa. Lo importante es el deseo de obtener el castigo de otra persona y combinarlo con el autocastigo. La culpa en sí misma engendra sentimientos negativos y los sentimientos negativos engendran culpa. Hemos vivido tanto tiempo en este ciclo que ni siquiera lo reconocemos. La culpa es tan omnipresente que sin importar lo que hagamos, sentiremos de algún modo que “deberíamos” estar haciendo otra cosa. De una manera u otra proyectamos culpa sobre el mundo que nos rodea, es por eso que la mayoría necesitan un enemigo. No hay ganador en el juego de la culpabilidad.


Ccuando culpamos en realidad no elegimos por nosotros mismos, sino por nuestras programaciones inconscientes heredadas por nuestros antepasados. Al dejar de culpar experimentamos el perdón, y como consecuencia resurge el bienestar y la salud física. Perdonar no es reconocer una equivocación, es soltar nuestra percepción abandonando todo juicio. No somos culpables, sino responsables de lo que hacemos y de las consecuencias de nuestros actos. Cuando culpamos estamos juzgando algo que no consideramos correcto y repudiamos en nosotros mismos. El comportamiento contiene en sí mismo una intención positiva, un por qué y un para qué, que nos hace actuar de cierta manera. Nuestros comportamientos, la gran mayoría inconscientes, persiguen cubrir necesidades biológicas básicas, como puede ser el sentimiento de seguridad, aceptación, valoración, etc. La represión o el castigo de cualquier comportamiento, si no conlleva la comprensión de estas necesidades, derivará en otro comportamiento. Buscaremos cómo agradar, recuperar la autoestima y la aprobación del grupo, nos sentiremos culpables, podremos pedir perdón y volver a ser aceptados. De todo lo anterior deducimos que la culpa y su consecuente castigo, no sirven para solucionar ningún conflicto. Solamente entendiendo nuestra forma de actuar y la intención positiva de la que proviene, podremos cambiar nuestro comportamiento.


Vivimos en un mundo en el que percibimos en los demás aquello que no somos conscientes o repudiamos en nosotros mismos. A esto se le llama "proyección", Cuando decimos que alguien es "desagradable" estamos identificando en él/ella cualidades que no queremos ver en nosotros mismos, o que no relacionamos con nuestro "yo" ideal, es decir, el ego. Las mandamos a la sombra, al inconsciente, y se manifiestan en situaciones y personas que formarán parte de nuestra vida diaria. Cuando culpamos a alguien de algo, seguimos juzgando aquello que no consideramos correcto para nosotros y así continuamente. Para deshacer estas proyecciones hemos de integrar la sombra, lo inconsciente (lo que vemos en los demás y a nuestro alrededor), para entonces ser libres de todos estos condicionamientos, de la culpa y del castigo. La proyección, es un mecanismo de liberación, un deseo de desprenderse de sentimientos que te aprisionan, alimentados por las creencias que los sustentan. Este sentimiento horrible que no te deja vivir, es la culpa, y la necesidad de proyectarla al exterior es la aparente solución que encontramos para liberarnos. Pero esta no es, ni será nunca la solución, al proyectarla en el otro, entramos en el juego de la culpabilidad.


La culpa y el sacrificio no pueden existir por separado. Creemos que la culpa se elimina través de conductas inconscientes como el sacrificio, como consecuencia no cocebimos el amor sin sacrificio. La intención de muchas personas que utilizan el sacrifico, es un interés egoísta, culpabilizar a quienes dicen querer. El que se sacrifica, en el fondo, espera un beneficio, una recompensa, aquí en la tierra o posteriormente en el cielo. El que hace un sacrificio auténtico sin esperar nada a cambio, no hace ningún sacrificio sino algo que siente profundamente. Muchos ven a otros hacer algo que no harían y dicen: "Hay que ver qué sacrificio hacen". Pero el que lo hace no lo vive así. Desde un punto de vista más mundano, el sacrificio está asociado al esfuerzo para conseguir una meta. Muchas conductas que se consideran sacrificios son programas inconscientes que buscan su expresión, para trascender informaciones de dolor y sufrimiento. El sacrificio, es una renuncia a algo concreto o abstracto. Cuando nos sacrificamos, de una forma inconsciente, caemos en la trampa del victimismo, y mantenemos esta conducta con la creencia de que hacemos cosas buenas. Esta creencia maniata la libertad, y tarde o temprano, se nos puede manifestar en forma de síntomas físicos. No nos damos cuenta de que aquello que queremos castigar en el otro es lo que castigamos en nosotros, por lo tanto, la única manera de resolver el conflicto es perdonar al otro. De este modo nos perdonamos nuestros juicios, que proyectamos sobre los demás.


Cuando hablamos de "reparar" nos referimos a cómo actuar cuando nos encontramos con las mismas experiencias que nuestros ancestros vivieron, repetimos sobre todo los secretos, sufrimientos y dificultades. No sucede para amargarnos la vida, es como si nuestros ancestros dijeran: "Hazlo mejor, yo no supe o no pude". Cada vez que volvemos a experimentar una situación parecida, tenemos una oportunidad para poder cambiar la forma de percibirla. La información que llevamos es polar, por eso nos atraemos, nuestra información resuena y se complementa con quienes nos relacionamos. Mantenerse en una de las dos polaridades responde a un exceso, es importante observar si nos conviene seguir posicionándonos o encontrar una alternativa que equilibre los opuestos. La información sobre los dramas sucedidos en la familia suele surgir debido al posicionamiento excesivo de uno de sus miembros, que a su vez, supuso un estrés para el sistema familiar. La información almacenada en nuestro inconsciente se transmite para que los miembros de la siguiente generación pueden experimentar el mismo tipo de situaciones desde cualquiera de las dos polaridades. La adaptación biológica de los descendientes pasa por buscar el equilibrio del sistema y compensar dichos excesos, desde el mismo posicionamiento o bien desde el opuesto o complementario. El clan siempre tenderá a equilibrarse, como cualquier elemento de la naturaleza.


El equilibrio del sistema viene determinado por el equilibrio de cada uno de sus miembros; cuando un miembro está permanentemente en una polaridad, otro tenderá a irse al extremo complementario. Si en cambio, dicho miembro se permite transitar y moverse entre las dos polaridades, el otro también tenderá a movilizarse, pasando de un sistema rígido a uno flexible y adaptativo, favoreciendo la trascendencia de los opuestos. Lo que te en un posicionamiento u otro son las creencias y juicios. Tras toda una vida viviendo bajo dicho estrés, esta información acabará trasmitiéndose a las generaciones venideras, pudiendo mostrar el mismo comportamiento o el complementario. Lo que se llama "resonancia". Se puede manifestar de dos formas: la oposición o complementariedad y la repetición, que se da cuando la persona experimenta de nuevo situaciones de maltrato y violencia. La posibilidad de trascender surge siempre desde una polaridad u otra. Para poder desarrollar una conducta determinada necesitamos un ambiente emocional en el que poder hacerlo; por ello, para poder trascender un conflicto, habrá que experimentarlo. La emoción vivida en ese conflicto será la que nos forzará a movernos y a evolucionar. Una emoción atendida será nuestra mejor aliada para crecer.


El gran problema de la felicidad es que la hemos convertido en un mito, algo que se cree lejana o inalcanzable, algo que tiene que encontrarse, que consiste en cambiar nuestras circunstancias, que la tienes o no la tienes o que se trata de sentirse bien todo el tiempo. Suele manifestarse en frases como: "Solo así sería feliz". Es posible vivir sin angustias ni preocupaciones, solamente cuando se vive en el aquí y en el ahora. El cambio es permanente, saber vivir en él es la felicidad, es un estado de continua conciencia. Implica saber qué hay detrás de tus conductas, lo que te permite el auténtico control. Si no eres consciente de ello, los miedos inconscientes te dominan. Lo que te impide ser feliz es la creencia en el sufrimiento, que lleva implícito un deseo oculto: "Que las cosas sean como a mí me gustaría que fueran". Lo que nos hace sufrir es el apego que tenemos a los diversos aspectos de nuestra vida. El apego se sustenta en la creencia de que hay cosas que nos harán felices, o por el contrario, nos harán sufrir. La felicidad no es un logro, sino una consecuencia de no polarizar tu mente, de dejar de desear que las cosas tengan que ser como uno cree. La felicidad es libertad emocional. Te permite decir sí o no con naturalidad y en cualquier circunstancia. Es vivir con coherencia, donde tus pensamientos, sentimientos y acciones son congruentes entre ellos. Dejarás de sufrir cuando te canses de sufrir. La otra semilla que nos ha secuestrado la felicidad es la educación. Nos han enseñado a estar insatisfechos, siempre buscando más; sumergidos en una vorágine de consumismo. Para encontrar la felicidad, hay que integrar lo que aparentemente está separado. La cuestión no es separar los opuestos para lograr un progreso hacia lo positivo, sino más bien unificarlos (positivos y negativos), descubriendo un fundamento que trascienda y abarque ambos. Para aumentar tu felicidad, acepta que hay cosas que no se pueden cambiar, cambia la forma de verlas y vivirlas, vive con coherencia, ama lo que haces, saca tus resentimientos, da gracias por lo que tienes y evita las lamentaciones, no te creas a ti mismo, ni a nadie. Aprende a escucharte y a escuchar, a vivir en la indeterminación, decide quién quieres ser en cada momento, tienes este poder, sana tu percepción, está llena de prejuicios y de creencias. Mantente alerta ante tu diálogo interno. Vigila tus pensamientos justificativos, son los que reafirman tu infelicidad. Tienes que ser la presencia consciente de tus estados emocionales; debes observarlos, no justificarlos y mucho menos identificarte con ellos.


La sombra personal se desarrolla de manera natural durante la infancia, cuando nos identificamos con determinados rasgos ideales de nuestra personalidad, como la buena educación y la generosidad. Dichas cualidades son reforzadas por el ambiente familiar, configuramos al mismo tiempo nuestra personalidad y nuestra sombra, esta última acumula aquellas cualidades que no se adecúan a nuestra imagen ideal y que escondemos. Viene determinada por las creencias de nuestros padres, abuelos, maestros, amigos, religiones, el entorno que nos enseña a tener una conducta adecuada. Todo lo que rechazamos, sean sentimientos, emociones, conductas o creencias, todo lo que desterramos, alimenta a la sombra. La personalidad es la máscara con la que nos mostramos al mundo y la sombra representa aquello que nos gustaría ser y cómo queremos que los demás nos vean. Siempre se produce una oscilación en la mente entre la sombra y la personalidad. La sombra nos muestra lo que realmente somos o lo que queremos expresar. Todos queremos ser aceptados socialmente y nos esforzamos en mostrarnos para agradar. Esto aumenta nuestra sombra. Hacerla consciente es tener la capacidad de gestionarla, dejarla expresarse e integrarla. Integrar la sombra nos permite convivir con nuestra luz y oscuridad y ser lo que somos. El ego y la sombra provienen de la misma fuente y se compensan el uno al otro.


La sombra se alimenta con los juicios, los posicionamientos, las culpabilidades, los chismorreos, las críticas, las comparaciones y las mentiras. También contando nuestras historias, las que nos explicamos para ocultar la verdadera, las que quedan ocultas en la sombra. La sombra solo podemos verla indirectamente, a través de los rasgos y acciones de los demás; por ejemplo, cuando admiramos o sentimos rechazo ante un determinado hecho, cualidad, respuesta exagerada de un individuo, sentimiento desbocado o cuando algo nos molesta profundamente de una persona y no sabemos por qué, no encontramos ninguna explicación. La mayoría de la gente se resiste a aceptar su propia sombra, a admitir que los impulsos y los rasgos que proyectan son suyos. La resistencia es una importante causa de proyección. Cuando intentamos expulsar la sombra, no nos liberamos de ella, no queda un espacio en blanco en nuestra personalidad, sino que se presenta un síntoma, un doloroso recordatorio de que estoy ignorando algo de mí mismo. Cada síntoma (depresión, angustia, aburrimiento o miedo) contiene alguna faceta de la sombra, alguna emoción, rasgo o característica que sigo proyectando y resistiéndome a integrar en mi conciencia. Luchar contra un síntoma es luchar contra la sombra contenida en el síntoma. Cuando aceptamos el síntoma, aceptamos también la sombra oculta en él. Los síntomas señalan con precisión nuestra sombra inconsciente. Los aspectos reprimidos se acabarán manifestando tarde o temprano en nuestras vidas. Integrar la sombra se ha convertido en la auténtica espiritualidad. Una forma de integrar la sombra consiste en no responder al ataque cuando recibamos la proyección de la sombra de otra persona. Al menos no de forma visceral, saber y reconocer la proyección te ayudará a conocerte a ti mismo. Podemos dar gracias a nuestros “enemigos” porque su oscuridad nos permite escapar de la nuestra. Reconocer el oro de la sombra es tener plena conciencia de que el héroe que admiramos es nuestra propia negación de las virtudes que vemos en él. Negamos nuestras virtudes porque es más fácil sacar un defecto que mostrar una virtud. Nos han hipnotizado con una falsa humildad, que nos sustrae el inmenso poder que tenemos en nuestro interior. Cuando seas capaz de enfrentarte a tu sombra, de sentirla con todo tu ser, y decidas hacer algo que te parece imposible o difícil, la sombra te proporcionará energía.


Existe una fuerza liberadora que nos impulsa en una dirección que nos aleja de la seguridad del clan. Este proceso, llamado "proceso de individuación", se activa de forma natural. La lucha por formar un clan, por llegar más alto, ser más fuerte o estar más preparado son facetas que todos conocemos, pero no son las únicas. Este proceso es el camino hacia el "sí mismo", un camino de autorrealización, donde se junta el consciente con el inconsciente, donde se realiza la gestión entre lo que se considera bueno y malo. La fuerza de la naturaleza se expresa en la familia para que sus miembros se emancipen y formen otros clanes. Se trata de renovarse o morir. La mayor parte de la información que recibimos se almacena en nuestra psique, sin ser conscientes de ello. Nuestra psique está formada básicamente por dos partes: la consciente y el inconsciente. Esta última es la que domina, ocupa alrededor del 95% de la psique. El inconsciente, a su vez, se divide en individual, familiar y colectivo. Su función es almacenar la información de la especie, la familiar e individual para nuestro proceso de individuación. La psique está más allá de la razón. Es el motor que nos hace actuar, muchas veces, de una manera incomprensible para nosotros. A la psique se le llama también el self o "sí mismo". Permite al ser humano ser consciente de sus procesos anímicos, analizarlos y desarrollar su crecimiento interior. El inconsciente colectivo es una porción del psiquismo que no depende de la experiencia personal. Su contenido (los arquetipos) es un depósito de predisposiciones y potencialidades para experimentar y responder a los diferentes contextos y escenarios en los que se desarrolla el individuo. Las diferencias culturales e individuales determinarán la forma en que estos arquetipos se manifiesten. Los arquetipos son modelos, una especie de prototipos, patrones de los cuales se derivan otras ideas, pensamientos y/o conductas.


Comprender el inconsciente individual y familiar nos abre el camino hacia un estado de la mente donde los opuestos irreconciliables se convierten en complementarios, llevándonos a una apertura de la mente. La individuación se puede realizar gracias a esta fuerza que anida en nuestro inconsciente. Necesitamos de un ego fuerte, que nos permita liberarnos de las fuerzas opresoras que ejerce toda familia. Un ego fuerte nos permite la desvinculación con los arquetipos de madre y padre, una vez que estos han cumplido su cometido. Estamos ante un gran reto que consiste en tomar conciencia de que todas mis historias (experiencias), con todas sus alegrías y dolores, son la expresión de una información que se halla acumulada en mi inconsciente. La información nunca se pierde, se transmite de generación en generación. Las enseñanzas y las experiencias conscientes se transmiten de padres a hijos, para que estos no repitan los errores de sus progenitores. Pero hay experiencias ocultas, que no han sido contadas nunca, pero que los hijos también heredan. Los niños no nacen con traumas, historias y neurosis. No solo se heredan las debilidades o impactos negativos experimentados por los antepasados. También se "graban" biológicamente las fortalezas y resiliencias. La información, la manifieste o no, están en el inconsciente, sobre todo aquellas que tienen un rol destacado para la supervivencia personal y la del clan.


La lealtad es un sentimiento de solidaridad y compromiso que unifica las necesidades y expectativas "la familia", así como los pensamientos, sentimientos y motivaciones de cada miembro. Puede entenderse como la expectativa de adhesión a ciertas reglas y la amenaza de expulsión si se transgreden. Existen lealtades muy duras. Repetir los mismos hechos, fechas o edades que han conformado el drama familiar de nuestros ancestros es una manera de honrarlos y ser leales. Somos menos libres de lo que pensamos, pero esto no quiere decir que no podamos conquistar nuestra libertad y salir de estos ciclos repetitivos. Vivimos con la sensación de ser incapaces de darnos una explicación coherente y de no poder salir de las típicas excusas, como: "Tengo miedo de estar solo(a)". Las lealtades familiares no son buenas o malas. Son experiencias, informaciones que se repiten para dar otro sentido a situaciones estresantes de nuestros ancestros. Las cosas no se repiten "al pie de la letra"; el inconsciente puede revivir ciertas experiencias sin tanto drama. Nadie debería juzgar sin saber todos los factores que convergen en una situación, cuando se conocen, es imposible emitir juicios. Desde un punto de vista biológico y evolutivo, los sistemas de lealtad suponen un vínculo necesario para la supervivencia del clan en un ambiente hostil. El problema viene cuando los lazos no permiten el proceso de individuación de sus miembros, cuando los deberes con el sistema superan los derechos. Son muchos los progenitores que retienen con lazos a sus hijos con frases del estilo "Hice de todo por ti, me debes mucho". Ese que gran número de jóvenes no logran diferenciarse, y no llegan nunca a su edad adulta. No podemos cambiar los acontecimientos externos, pero podemos cambiar la emoción que ponemos con relación a lo que estamos viendo. Cuando cambiamos la emoción, nuestro inconsciente automaticamente ve las cosas de otra manera. A este proceso le llamamos "reescribir la historia". Independientemente de las experiencias que hayan sucedido en una familia, la persona siempre tiene la capacidad de trascenderlas, otorgarles un nuevo significado y gestionarlas desde un nuevo estado de comprensión.


El bloqueo de la parentalización es uno de los principales artífices que impiden el crecimiento y la evolución psíquica. Implica la distorsión subjetiva de una relación, como si en ella, la pareja o los hijos, cumplieran el papel del padre o madre. Las necesidades de los padres no fueron satisfechas por sus progenitores, y el deseo de satisfacerlas se transfiere a los hijos. En cierto sentido, los hijos asumen el rol de padres. Las lealtades familiares son una rémora para la evolución de un individuo (madurez) y para conformar una familia con responsabilidad y compromiso. Honras a tus padres cuando te liberas de su programación, también los liberas a ellos. Tenemos que despertar a la comprensión de que a nuestros padres se les debe respeto, si es que realmente son dignos de él. De no ser así, se les ofrece comprensión y perdón, pero nunca sumisión ni ligazones adictivas emocionales, esperando que hagan o dejen de hacer aquello para lo que no están preparados y de lo que ni tan siquiera son conscientes.


Una de las grandes ilusiones que tiene atrapada a nuestra mente es la creencia en el control, la cual nos lleva a conductas obsesivas. El más mínimo cambio se convierte en desastre. Las personas obsesivas afrontan sus miedos tratando de controlar los pequeños detalles y buscan un refugio donde todo esté "en orden". Viven con ansiedad los cambios, tratando siempre de volver a una rutina en la que saben que esperar y todo es predecible. No arriesgan, buscan la “certeza" de que todo saldrá como les gustaría. ¿Por qué hacemos ciertas cosas, cuando en realidad queremos hacer otras? Seguro tienes una multitud de razonamientos para justificar una conducta tan irracional, que te produce cierto resentimiento hacia aquella situación, porque en el fondo esperabas obtener un reconocimiento que no ha llegado. No eres consciente de que estas conductas están programadas en tu inconsciente. La sociedad nos ha intoxicado con la gratitud, convirtiéndola en una obligación. Cuando haces un favor, antes de hacerlo, escucha a tu corazón. El "favor" ya no es tan gratificante cuando debemos "devolverlo", y la persona que lo recibió se siente en deuda. Nos han enseñado a estar en deuda, con la esperanza de que nos devolverán el favor con alguna prebenda. Si cuando hiciéramos favores no llevásemos la cuenta, no esperaríamos agradecimiento. Cuando hagas un favor, hazlo como si te lo hicieras a ti. Una trampa psicológica es el "qué pensarán de mí", un pensamiento que contamina la mente, la manifestación de una necesidad compulsiva de controlar a los demás. Entramos en el juego de la manipulación, de dar una imagen, lo que implica esconder otra. Muchas de nuestras conductas están condicionadas por estas creencias que nos han programado. Es urgente desentrañarlas, porque de no hacerlo, se acabarán manifestando en estados mentales y síntomas físicos no deseados. Tomar conciencia de ellas es un magnífico camino para deshacerlas y entrar de una vez por todas en la coherencia emocional. Estas creencias nos llevan a la necesidad del control por el control, a conductas que buscan la aprobación y la aceptación de los demás. Hacemos cosas para obtener algo a cambio. Fruto de este comportamiento se desarrolla la creencia de que, si hago ciertas cosas, los demás harán lo que espero de ellos. Espero agradecimiento, atención, y sobre todo, pienso que los demás están en deuda conmigo. Queremos gustar a los demás, ser aceptados, queridos; estamos manipulando los sentimientos de las personas que decimos que queremos. A esta conducta se le llama "tiranía de los deberías", una característica de personas que aseguran: "Tengo que cuidarlo porque es mi padre"; "Debo hacerlo porque me preocupa lo que piensen de mí".


¿De qué te arrepientes? De haber hecho algo de una manera y ahora te das cuenta de que querías hacerla de otra. Aquí entra el juego psicológico del arrepentimiento, que tiene que ver con el control. Crees que has cometido un error, cuando muchas veces es un acierto. El auténtico arrepentimiento necesita autoindagación, observarte sin juicio, tomar conciencia de la intención que había detrás de tus actos. Exige comprender que muchas de tus acciones son manifestaciones inconscientes, reacciones que deben ser observadas sin sentimientos de culpabilidad y con mucha comprensión. Detrás del arrepentimiento se esconde una actitud perfeccionista, autoexigente que acabamos proyectando en los demás. Otras veces tomamos conciencia de que las malas decisiones nos dejan indefensos y expuestos en un mundo insensible e indiferente, un mundo que rápidamente juzga, y en ocasiones sin información y empatía. El arrepentimiento en esencia, se produce porque se quiere cambiar algo. Aquí se encuentra la cuna del control, al querer que las cosas sean como nos gustaría que fueran, y si no lo conseguimos, subyace la creencia de que lo que hemos hecho está mal, nos arrepentimos de nuestra acción. En realidad muchas veces estamos actuando con coherencia con nosotros mismos, pero no de acuerdo con las normas sociales. Todos cometemos errores y tomamos decisiones que más tarde consideramos equivocadas. No se trata de ser condescendiente con uno mismo, sino de tomar conciencia de que tus actos, tus opiniones o tus juicios están condicionados por creencias impuestas. Todos actuamos con alguna intención; el problema es cuando esta permanece oculta y la justificamos. Cuántas veces emitimos juicios sin haber tenido en cuenta las circunstancias que cambian totalmente nuestra percepción. La ignorancia es la semilla donde se desarrolla lo que llamamos "mal". Entonces surge el arrepentimiento por el juicio emitido, por el error consumado, por el daño realizado. El arrepentimiento es una solución, sobre todo cuando comporta una transformación interior. Y es que en el auténtico arrepentimiento no hay culpa, hay una conversión. Este es el auténtico arrepentimiento y no la trampa de sentirme culpable, pedir perdón y más tarde, repetir lo mismo.


Los débiles se quejan y no hacen nada; prestarles atención, tiempo y energía solamente hará que te agotes. Esto es así porque tu inconsciente no es dual, sencillamente no puede discernir entre lo que te pasa a ti y lo que le pasa al otro. Si empatizas con el problema de otro, para tu inconsciente el problema es tuyo y te dará respuestas biológicas. El día que no nos importe lo que piensen de nosotros, comenzaremos a saber amarles y les daremos la respuesta adecuada. Desarrollar la asertividad se convierte en un requisito fundamental para trascender este tipo de relaciones y sanarlas. La condescendencia está lejos de ser la solución. Se alimenta el problema, siendo condescendiente causando así la relación adictiva. En estas conductas subyace un conflicto de desvalorización, la persona busca ser reconocida, y su comportamiento es intransigente y espera que los otros adivinen sus necesidades. Las personas que se desviven por los demás, esconden la necesidad de atención y aprobación. Si no lo consiguen, se vuelven déspotas y agresivas, se aíslan con la esperanza de que les echen de menos y las busquen. Una de las formas más sofisticadas de control, es la manera de comunicarnos. Todo cambia cuando tengo que comunicarme con alguien y no quiero decirle las cosas como son. Los motivos pueden ser diversos y muchas veces arbitrarios: puede interesar proyectar una determinada imagen, dar una opinión para agradar, mantenerse en silencio o explicar solo aquello que queremos que se sepa. En estos casos utilizamos por encima de todo, el lenguaje justificativo con el fin de ocultar nuestra verdadera intención. Cuando hablamos, no somos conscientes de que lo hacemos desde una percepción subjetiva y contaminada de nuestras propias creencias, nuestras vivencias y programación. Una misma experiencia vivida por varias personas, especialmente si es realmente impactante, es razonada y percibida de distintas maneras. Estamos atrapados por nuestras programaciones inconscientes. Nuestras creencias vienen a ser como adoctrinamientos, las convertimos en verdades inalterables, las comparamos y todo aquello que percibimos diferente nos genera desconfianza. Nuestra forma de comunicarnos pretende muchas veces ocultar lo que realmente sentimos o lo que nos negamos a reconocer. Justificamos nuestros actos, nuestras opiniones, y lo más grave, nuestros juicios.


Cuando hablamos en relación a una situación estresante, muchas veces utilizamos palabras y expresiones que no dicen nada. Damos por supuesto que nos entienden, y aquí empieza el problema, porque nuestro interlocutor interpreta lo que le decimos en función de sus vivencias, creencias y experiencias, su manera personal de ver y entender el mundo, proyecta de sus creencias y valores. Por eso hay tantos malos entendidos, porque nadie vive lo mismo de la misma manera. Hay que tomar conciencia de que hablamos mucho y no decimos nada. Si me esfuerzo por entender a alguien, interpreto sus palabras, y esto es un error, pues nos alejamos de la verdad. Es imposible comunicarnos con los demás si no tenemos una buena comunicación con nosotros mismos. Para ser un buen escuchador, hay que desarrollar la escucha interior. Estar atentos a nuestras palabras, entender por qué las decimos y con qué intención. Entonces nos daremos cuenta de que utilizamos el lenguaje justificativo compulsivamente; antes de dar una opinión, nos justificamos y la razonamos para que sea aceptada socialmente. Invertimos tiempo pensando cómo decirlo. Con frecuencia recurrimos a términos simbólicos con el fin de expresar conceptos para los que no encontramos una definición exacta. Para hacer consciente el inconsciente hay que trascender nuestro lenguaje y comunicación simbólica. Todo nuestro mundo, el que llamamos "real", en el que se expresa nuestro consciente, es simbólico, porque no sabemos expresarnos más allá del alcance del entendimiento humano. Por ello usamos términos simbólicos para representar conceptos que no podemos definir o comprender del todo. Nunca hables del otro con respecto a ti, habla de ti con respecto al otro. No te justifiques hablando del otro. Vigila tus pensamientos justificativos, son los que reafirman tu estado de infelicidad. Habla con conocimiento de causa. Evita caer en la trampa de la justificación. Si no sabes, ¡calla! Si prácticas estas virtudes, vendrán a ti a escucharte, sencillamente porque sentirán que escuchas.


La rendición se produce cuando comprendes que el control es imposible. Es un cambio de paradigma que nos permite cambiar nuestra percepción liberándonos de los apegos y deseos que conllevan dolor y sufrimiento. Poner en duda o cuestionarnos seriamente nuestras creencias y valores, nos llevará a conservar la salud mental. Cuando no buscas lo que crees necesitar, cuando comprendes que no sabes cuál es la mejor solución y que la consciencia universal te inspirará o te mostrará la mejor solución a lo crees que es un problema, esto es rendirse y es sabiduría emocional. Rendirse es tener plena conciencia de que el control es imposible, aceptar el presente de forma incondicional y sin reservas, sabiendo que todo tiene su razón de ser. El verdadero problema es resistirse al cambio, la resistencia se alimenta de juicios y emociones negativas. No significa no hacer nada frente a un desastre o frente a una situación intolerable. No confundamos el "estado de rendición" con "resignación". No se trata de aceptar una situación desagradable, pero sí de afrontarla sin expectativas a la hora de resolverla, sabiendo que una vez hayamos realizado las acciones que creíamos oportunas, la situación se desarrollará de la forma que sea debida, al margen de nuestra voluntad personal y siendo conscientes de que todo tiene su razón de ser. Reconoce que quieres salir de esta situación y céntrate en el presente. La mejor solución a cualquier problema es evitar todo juicio, todo deseo de cómo te gustaría que fueran las cosas, porque no sabes lo que es mejor. Vivir en la incertidumbre es aceptar tu dolor, buscar las causas y comprenderlas; es dejar fluir tu vida sabiendo que las respuestas aparecerán en el momento oportuno. La mente estará quieta, no buscará, pero mantendrá alerta a la más mínima señal, y entonces sabrá actuar. Si quieres controlar tu vida, deja de creer que sabes cómo hacerlo, déjate guiar en la soledad de una mente quieta, despierta, receptiva, y sabrás lo que tienes que hacer en todo momento, aquí reside el auténtico control. Vivir en la incertidumbre es saber que el único momento que tenemos es el presente y este es una consecuencia de tu pasado, es la posibilidad de crear un nuevo presente al que llamarás "futuro".


El apego a mi historia me impide comprender que mi percepción es una interpretación. La percepción es la manera en que la mente interpreta los estímulos sensoriales que recibe a través de los sentidos para formar una impresión consciente del entorno. Siempre es subjetiva y pone en evidencia al perceptor. Supone una tensión, por que el perceptor siente la necesidad de defenderla, de tener razón. Como nuestras percepciones están condicionadas, debemos desarrollar la destreza mental suficiente para flexibilizarlas. No somos conscientes de que "No vemos, interpretamos lo que creemos ver". La cultura y la educación influyen en la toma de decisiones y en la percepción de la realidad. El problema es que insistimos que nuestra manera de percibir es correcta y no la cuestionamos, lo que acaba afectándonos tanto a nivel conductual como emocional. Estamos atrapados en nuestras percepciones, y aún sabiendolo, nos aferrámos a ellas. La percepción, tal como la empleamos, es enjuiciadora. Tu percepción manifiesta tu estado mental; es una elección del mundo en el que quieres vivir, con la creencia de que es verdad. Determina tus conductas y palabras, condicionando tu vida y experiencias. El gran cambio para entrar en otro nivel de conciencia es comprender que nuestra percepción es hija de la proyección. Nace de la resistencia a aceptar nuestra sombra. Esto nos hace creer que lo que tiene que cambiar es el exterior y no nosotros. Dependiendo cómo percibimos, así es como somos. Vemos las cosas de una manera determinada porque queremos verlas así. Todos nuestros argumentos están sujetos a esta ley: "Vemos lo que somos, no lo que es". El problema no está en ver las cosas desde una perspectiva sino en creer que tu forma de ver y entender la vida es la mejor. Nuestras percepciones son siempre interpretaciones de cómo creemos que son las cosas, que proyectamos en la pantalla del mundo, para luego juzgarlas como buenas o malas. Es preciso darse cuenta de las reacciones emocionales que surgen al mirar a una persona, una situacion, o al mirarse uno mismo. Observar cómo reaccionas, qué palabras vienen a tu mente y darte cuenta de cómo empiezas a categorizar. Si quieres ver, deja de poner etiquetas y hacer valoraciones, de lo contrario pierdes la percepción perfecta o inocente.


Cuando hablamos del perdón, se hace desde una visión de unidad, no hay nadie a quien perdonar, salvo a uno mismo por haber percibido separación y creer que son las causas externas las que nos producen desasosiego, en vez de mirar en el interior. Esta es la clave de la percepción inocente: tomar conciencia de que nos estamos proyectando constantemente. Cuando te distancias de tus juicios y categorizaciones, te das cuenta de que no ves, sino que es una proyección de tu mente inconsciente. Nuestros ojos no ven, lo que ve es nuestro cerebro y este contiene la información que le proporcionan las experiencias de sus ancestros y de la vida que estás viviendo. Ver no es solo una cuestión de abrir los ojos, vemos lo que vemos porque hemos desarrollado nuestro cerebro utilizando todos nuestros sentidos. De esta manera aprendemos a ver (comprender) lo que percibimos y le damos nombres. De la misma forma que tenemos que aprender a ver, también tenemos que aprender a percibir lo que vemos. Saber vivir en la incertidumbre es tener plena conciencia de que lo mejor que te puede pasar para desarrollar tu "conciencia de unidad" es emplear una percepción inocente, que es la que no espera ver nada concreto, sino la manifestación de lo mejor en cada momento. Vivir en la incertidumbre es también dejar de creer que el control es real, que puedo determinar lo que debe ocurrir en cada instante de mi vida. Es dejar que la vida te presente las posibilidades de acción en cada momento. Cuando no te posicionas y no juzgas, las soluciones surgen solas. Como no te identificas, te conviertes en un observador de lo que acontece. Sabes que el otro es tu espejo y que lo que te molesta de él es tu sombra. Cuando tu percepción alcanza este nivel de madurez, tus pensamientos y sentimientos son otros, tus emociones fluctúan sin ninguna incidencia en la corporalidad, provocando incluso un cambio neurológico.


Es importante que seamos conscientes de que la percepción siempre es una interpretación. Cuando estamos ante una situación que percibimos parecida a otras, nuestra tendencia será reaccionar emocionalmente de la misma forma. Lo que llamamos "presente" es la vivencia de nuestro pasado. Cuando cambiamos la emoción asociada a una experiencia, transformamos nuestra percepción de la misma y de todas las parecidas. De esta manera, nos liberamos del pasado y proyectamos un nuevo futuro libre del pasado, al que más tarde, llamaremos "presente". Ya no repetimos historias. Vivimos plenamente el presente al liberarnos de los condicionamientos del pasado. A este proceso se le llama "despertar". La forma de percibir nuestras experiencias viene determinada por las creencias de nuestro inconsciente familiar, de nuestro inconsciente colectivo, y por nuestras primeras experiencias de vida. Trascenderlas es el gran objetivo para liberarnos de las cadenas del pasado.


No podemos dejar de percibir, pero sí podemos aprender de nuestra percepción. Acepta tu incomodidad, tu enfado, déjalos fluir, hablan más de ti que del otro. Nadie está diciendo que lo que ves, lo que tanto te molesta, no sea real. Lo que es una ilusión es tu interpretación. Lejos de estar locos o dementes, estamos atrapados por nuestras creencias y por las experiencias que nuestros ancestros vivieron y que se manifiestan en nuestras vidas. Las relaciones interpersonales son el marco adecuado para conocernos a nosotros mismos. No son producto de la casualidad, expresan nuestras informaciones inconscientes, se complementan. Normalmente donde hay un exceso en nosotros, vemos lo "opuesto" en el otro. Nos estamos peleando con nuestra sombra, en la cual podemos ver reflejado aquello que por nosotros mismos no podemos ver. Conocer qué tipo de personas y de experiencias viven conmigo me permite conocerme mejor y tomar decisiones conscientes, libres de sentimientos y emociones. Esto es libertad emocional, la vida pasa de ser una obligación a convertirse en una oportunidad de ser quien quieras ser en todo momento. Tus elecciones serán libres cuando vivas con coherencia y no sometido a la esclavitud de tus justificaciones, que te hacen vivir una vida sin sueños, una vida insulsa atrapada en una aparente seguridad. Somos menos libres de lo que pensamos. Nuestra libertad pasa por recuperar la memoria de nuestros ancestros, darle otro sentido y otra percepción y trascenderla de una forma emocional. Está claro que hay cosas que no se pueden cambiar, pero siempre tenemos el recurso de "cambiar" la forma de verlas y vivirlas. Este proceso nos permite reescribir nuestra historia.


¿Qué hay en la psique que frente a las mismas circunstancias estresantes, reaccionamos de formas tan diversas? Los acontecimientos que provocan un giro radical son aquellos que se repiten en muchas personas, como un accidente, un divorcio, la muerte o enfermedad grave de un familiar, la pérdida de un trabajo o simplemente ver cómo se esfuma un sueño. Ante estas situaciones, tenemos dos opciones: abatirnos, sumirnos en estados melancólicos o depresivos o afrontar la situación, vivir con el dolor, pero sin dejar que nos hunda, mirando a nuestro alrededor, aprovechando las posibilidades que pueden abrirse al día siguiente y salir fortalecidos. La primera opción es la del victimismo, la segunda, la de la maestría. Tenemos la capacidad de desarrollar la fuerza y entereza para seguir adelante y convertirnos en un referente para otras personas que atraviesan situaciones parecidas o ya las han vivido. La capacidad de desarrollar la resiliencia tiene que ver directamente con tu cuna emocional. Hay personas que han tenido en sus padres, unos referentes que les han permitido aprender recursos para afrontar los problemas de la vida; en otras se han repetido las quejas constantes y conductas de victimismo y pasividad. No olvidemos que hemos heredado creencias y valores (información) que nos hacen vivir ciertas circunstancias igual que las vivieron nuestros padres y abuelos. Dicha información puede ser transformada en función del desarrollo de sus conciencias. Su coherencia, su compromiso, en definitiva, su estado emocional, serán los catalizadores que permitirán al nuevo ser desarrollarse en su vida. Los hijos se "amamantan" de las emociones de los padres hasta un punto que muchos padres no llegan ni a imaginarse. Lo que hablamos, lo que sentimos, lo que ocultamos, nuestros anhelos secretos y nuestros deseos más profundos alimentan la psique inconsciente de nuestros hijos. La manera en la que afrontamos nuestras dificultades, la forma de gestionarlas y cómo las vivimos van a conformar un software que se manifestará en su debido momento cuando repitan los ambientes y condiciones parecidas a las que vivimos los padres. Una de las conductas comunes es la sobreprotección, que vendría a ser un exceso de "amor" y que genera miedo a que les ocurra algo malo, limitando de esta manera que encuentren recursos para su futuro. La sobreprotección lejos de ser algo positivo, se convierte en debilidad. Los hijos que han vivido esta "violencia de amor" acaban pagando un peaje elevado cuando son adultos. Esto no quiere decir que tengamos que abandonarlos a su suerte, todo lo contrario, hay que dejar que descubran sus límites, que los expandan sin miedo, sabiendo que seguimos estando ahí. Enseñarles que detrás de cualquier experiencia desagradable, se esconde una enseñanza y que es el momento que se pregunten: "¿Qué puedo aprender de esto?" o "¿Qué puedo sacar de bueno de lo ocurrido?"


Cuando alguien toma conciencia de su problemática, la pregunta que surge es: ¿Qué tengo que hacer? El dilema que surge, es si debo alejarme, poner distancia física, "bunkerizarme", o permitir la injerencia constante de la persona(s) en cuestión. Cuando uno comprende que la otra persona es su complementario (espejo), comprende que oponerse, someterse, resistirse, luchar o huir no tiene sentido. El inconsciente no percibe distancia física, ni resistencia, ni pasividad; el inconsciente solamente vive la emoción, tu atención. La persona debe buscar el equilibrio entre las polaridades. Esta tensión la vive una mente dual, porque cree que para encontrar la solución debe conseguir que desaparezca una de ellas. Lo más importante, es que hagas lo que hagas, no te dejes embargar por la emoción. Muchas veces, para conseguir esta distancia emocional, se hace imprescindible poner distancia física con la persona o situación para evitar la influencia que puedas sufrir. Lo que permite aislarse emocionalmente y sustraerse a los efectos de anclajes inconscientes, cuestionarse, buscar el equilibrio emocional, evitar juicios y conductas redundantes, que caen fácilmente en la justificación. Juzgar es engañarse a uno mismo con sus propios conceptos. Si entendemos como "coherencia emocional" el hecho de hacer aquello que uno siente y desea hacer, ¿por qué es tan difícil llevarlo a cabo? Si queremos alcanzar la libertad emocional, tendremos que indagar en nuestro inconsciente para saber qué es lo que nos impide vivir nuestra vida sin contrasentidos. Cuando tengas que tomar una decisión, observa tu mente, comprobarás que no para de generar opiniones y pensamientos, hay una manifestación de ideas y sobre todo hay una explosión de emociones que luchan entre ellas para sobresalir. No nacemos como si fuéramos un papel en blanco, nacemos con traumas, neurosis, con una información que solamente necesita del ambiente adecuado para brotar y manifestarse en nuestra mente. Lo correcto es lo que dicte el corazón, no la mente. En el corazón se encuentran las respuestas adecuadas para cada momento y situación. No se puede confiar en la mente por que está atiborrada de razones, de buenas y no tan buenas intenciones. Es un pozo sin fondo de justificaciones, de palabrerías, y es impulsora de actos que no se pueden justificar jamás, actos de valores que solo están en la mente de los hombres y no en la naturaleza, que no entiende de patria, de bandera, de naciones, de fronteras, ni de religiones. La variedad, lejos de separarnos, debería unirnos y alegrarnos. Cuando estamos en coherencia con los dictados de nuestro corazón, nos sentimos mejor, pero lo más importante es que se produce una apertura de conciencia, que nos hace sentir que estamos conectados con la vida.


El tesoro de "Emociones para la vida"


Soy de la idea de que todo libro tiene un tesoro, aún cuando puedas tener un punto de vista que te haga encontrar puntos con los que no concuerdas y que como toda idea, son debatibles. Encontrar o distinguir ese tesoro, eso por lo que todos deberían de darse la oportunidad de leer ese libro, es para mi, la parte “mas complicada” de escribir una reseña, por que implica ser muy honesto con lo que has leído, y al mismo tiempo poder apreciar y dibujar el mapa para que aquellos que llegan hasta aquí, puedan encontrarlo. Enric Corbera es un prolifico autor y creador de contenido de gestión de las emociones, el desarrollo de la consciencia y el bienestar personal. Si al igual que, tienes tiempo siguiendo su trayectoria, si has ledo sus libros anteriores, visto algunos de su videos en redes sociales, o incluso has asistido a alguna de sus formaciones, Emociones para la vida puede “decepcionarte”, por que al conocer su visión acerca del tema, puede tener como yo, la sensación de que no hay algo novedoso o disruptivo, algo que desde mi punto de vista es una característica de Enric Corbera. Sin embargo, tal y como se explica en este libro, soy consciente de que comparto mi percepción (experiencia) y no lo que este libro es. Si nunca has tenido contacto con la visión de Enric Corbera, pero tienes alguna opinion (buena o mala) la bidescodificación biologia de las enfermedades, el trasngeneracional, fisica cuántica, o la integración estos y otros temas similares, orientado al desarrollo personal, puedes encontrar algo muy distinto en este libro. Si por otra parte, este es tu primer contacto con este autor, podrías llegar a sentir que hace falta algo de sustancia, sobre todo si eres de aquellas personas que buscan fundamentos cientificos o teoricos para aceptar mas abiertamente la información. Nuestra experiencia en definitiva esta ligada a nuestra percepción, por lo cual nuestrs sensaciones, pensamientos y emociones con respecto a este libro tienen que ver con nuestra percepción.


Emociones para vida es un compendio acerca de que son las emociones, como se sustentan y como podemos alcanzar nuestra libertad emocional, Enric Corbera logra trasnmitirlo de una manera sencilla, directa, fruto de su conocimiento y experiencia acerca de la psique. El tesoro de Emociones para la vida radica en todos los ejemplos que puedes encontrar, transcripciones de algunos de los muchos acompañamientos que ha realizado durante su carrera, por medio de los cuales puedes llegar a comprender de una mejor manera cada uno de los temas de este libro, por medio de ellos puedes llegar a verte reflejado, y de esta manera ser mas consciente de como nuestras emociones estan sustenadas en nuestras creencias (conscientes e inconscientes). Tal como Enric nos transmite, en muchas ocasiones nos preguntamos ¿Que debo hacer? ante las diferentes experiencias que vivimos y que nos hacen sufrir, pero realmente no existe una respuesta o solución, cada persona es un mundo, cada persona lleva sus programaciones y soluciones unicas, en dos casos aparentemente iguales no se tienen por que aplicar la misma solución, pero lo ma simportante es ser consciente de que tenemos el poder de cambiar nuestra vida si loogramos comprender por que nos sentimos como nos sentimos, en ese instante alcanzaremos nuestra libertad emocional.


Ahora es tu turno: ¿Piensas tú, o piensa u cerebro? cuéntamelo en comentarios.


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