🧠 Tu Mente Opina, Tú Decides
- Aarón Pérez
- 24 sept
- 5 Min. de lectura
¿Cuántas veces has confundido un pensamiento con una verdad absoluta?
Imagina que tu mente es como un locutor de radio que nunca se calla. Te despiertas y ya está opinando: “Hoy va a ser un día difícil”, “Seguro te van a juzgar en esa reunión”, “No estás haciendo lo suficiente”. Y tú, sin darte cuenta, le crees. Pero… ¿y si ese locutor solo estuviera improvisando? La mayoría de nosotros vivimos como si cada pensamiento fuera una orden, una verdad o una advertencia divina. Pero los pensamientos no son hechos. Son propuestas, hipótesis, interpretaciones. Son como esos trailers de películas que a veces no tienen nada que ver con la historia real. Y sin embargo, nos dejamos llevar por ellos como si fueran el guion definitivo de nuestra vida.

Aquí es donde empieza el juego del autoconocimiento: darte cuenta de que puedes escuchar a tu mente sin obedecerla. Puedes observar lo que dice sin identificarte con ello. Porque tú no eres esa voz. Tú eres quien la escucha. Y sí, a veces esa voz es útil. Te recuerda que pongas el despertador, que no olvides las llaves, que prepares esa presentación. Pero otras veces… solo está repitiendo viejos miedos, creencias heredadas o dramas que ya no te pertenecen. ¿Por qué seguir dándole tanto poder?
Pensar no es el problema. El problema es creer que todo lo que piensas es cierto. Es como si tuvieras un comentarista deportivo narrando cada jugada de tu vida, pero sin saber realmente las reglas del juego. A veces acierta, pero muchas otras solo está proyectando sus propias inseguridades. Y aquí viene lo más liberador: no tienes que discutir con tus pensamientos, ni cambiarlos, ni eliminarlos. Solo necesitas darte cuenta de que no son tú. Son solo una parte del paisaje mental. Puedes observarlos pasar como nubes en el cielo, sin necesidad de construir una casa debajo de cada una. Así que la próxima vez que tu mente opine algo sobre ti, sobre los demás o sobre el futuro, recuerda: tú decides si esa opinión merece tu atención o si simplemente la dejas pasar.
Tu mente no siempre dice la verdad (y eso está bien)
Hay una idea muy popular en el mundo del desarrollo personal que dice: “Cambia tus pensamientos y cambiarás tu vida”. Y aunque tiene algo de cierto, también puede ser una trampa. Porque si no entendemos qué es un pensamiento, podemos pasar de ser víctimas de pensamientos negativos… a ser esclavos de pensamientos “positivos”. La neurociencia nos ofrece una pista poderosa: el pensamiento es una propuesta neuronal, no una verdad absoluta. Es decir, tu cerebro lanza ideas como si fueran notificaciones: algunas útiles, otras absurdas, otras repetidas. No todas merecen tu atención. No todas son ciertas. Y, sobre todo, ninguna define quién eres.
Aquí entra en juego la atención. Esa capacidad de elegir a qué le das energía. Es como tener un control remoto interno: puedes cambiar de canal cuando lo que estás viendo no te aporta. Pero claro, nadie nos enseñó a usar ese control. Nos enseñaron a creer que si lo pensamos, debe ser importante. Que si lo sentimos, debe ser verdad. Y no siempre es así. Una clave poderosa es distinguir entre pensamiento útil y pensamiento verdadero.
Un pensamiento útil es aquel que te ayuda a actuar, a resolver, a avanzar.
Un pensamiento verdadero… bueno, eso es más complicado. Porque la verdad, en muchos casos, es subjetiva, cambiante, y depende del observador.
Por eso, en lugar de preguntarte “¿esto es verdad?”, podrías empezar a preguntarte:
“¿Esto me sirve para vivir esta experiencia con más presencia, paz o claridad?”

Y aquí es donde el autoconocimiento se vuelve práctico. No se trata de tener pensamientos “bonitos”, sino de tener una relación más honesta con ellos. De dejar de pelearte con tu mente y empezar a observarla con curiosidad. Como quien escucha a un amigo que a veces exagera, pero igual lo quieres.
La honestidad como brújula interior
Desde la visión de Despertar Consciente, el pensamiento no es el enemigo, pero tampoco es el guía. Es solo una herramienta. Y como toda herramienta, puede ser útil o peligrosa, dependiendo de cómo la uses. Aquí es donde entra la honestidad radical. No esa honestidad que se usa para juzgarte (“soy un desastre”, “nunca cambio”), sino la que nace de observarte sin filtros, sin excusas, sin máscaras. Es mirarte con curiosidad, no con culpa. Es preguntarte: “¿Este pensamiento me acerca a la vida que quiero vivir o me aleja de ella?”
Muchos de nuestros pensamientos automáticos no son nuestros. Son herencias culturales, familiares, sociales. Son frases que escuchamos tantas veces que las adoptamos como propias. Pero si no las cuestionas, te gobiernan. Y ahí es donde el ego se fortalece: en la identificación con lo que piensas. Desidentificarte del pensamiento no significa dejar de pensar, sino dejar de creerte todo lo que piensas. Es como ver una película y recordar que tú estás en la butaca, no dentro del guion. Esa distancia es libertad. Y esa libertad es la base de una vida más consciente, más presente, más auténtica.
En este camino, la atención se convierte en tu aliada. No para controlar la mente, sino para elegir con qué pensamientos quieres bailar y a cuáles les dices: “Gracias, pero hoy no”. Este enfoque no busca que te conviertas en un “pensador positivo” ni en un “gurú de la mente en calma”. Busca que seas honesto contigo mismo, que te observes con amor y que reconozcas que no necesitas creer todo lo que pasa por tu cabeza para vivir en paz.
🧠 ¿Cómo nos afecta?
Imagina que tu mente es como una casa. Si la voz que vive ahí dentro te repite todos los días que no eres suficiente, que no vales, que no puedes… ¿cómo crees que te sentirás al habitar ese espacio?
“No creas todo lo que piensas” — David del Rosario
Vivir con más libertad mental y emocional
Al final del día, no se trata de tener una mente en silencio, sino de tener una relación más sabia con ella. Se trata de recordar que tú no eres tus pensamientos, sino quien los observa. Que puedes elegir con qué ideas construir y cuáles dejar pasar como hojas al viento. Este cambio de perspectiva no es solo filosófico, es profundamente práctico. Porque cuando dejas de identificarte con cada pensamiento que aparece, recuperas tu poder. Ya no reaccionas automáticamente. Ya no te defines por lo que tu mente dice de ti. Empiezas a vivir con más ligereza, más presencia, más autenticidad. Y eso es libertad: no la ausencia de pensamientos, sino la capacidad de no ser arrastrado por ellos.
🧘 Aplicación práctica:
Durante un día, cada vez que surja un pensamiento automático, haz una pausa y pregúntate:
“¿Este pensamiento es útil para vivir esta experiencia?”
No necesitas responder con lógica. Solo observa qué cambia cuando haces la pregunta. A veces, solo con cuestionarlo, el pensamiento pierde fuerza.
“No creas todo lo que piensas. Cuestiónalo, obsérvalo, y elige desde la conciencia.” — Inspirado en David del Rosario
Esta pregunta puede abrir una puerta hacia la comprensión, la sanación y el cambio: ¿Y si lo que piensas no fuera cierto?
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