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Dale un propósito a tus relaciones



Hablando en términos generales, la calidad de nuestra vida está relacionada en gran medida con la calidad de nuestras relaciones interpersonales. Algo que nos lleva en la dirección de cambiar la percepción acerca de nuestras relaciones es tomar consciencia de que son un reflejo del modo en que nos relacionamos con nosotros mismos. Exacto, con nosotros mismo. Para intentar explicarlo dejame resumir un poco de lo que he estado compartiendo contigo en este blog. Tenemos una relación constante y en movimiento con nuestra mente y con nuestro cuerpo. Cuando pronuncias las palabras “Yo me he dicho a mí mismo”, haces referencia a dos seres: el “yo” se refiere a tu yo invisible (el pensamiento); “mí mismo” se refiere a tu yo físico, que tiene nombre, domicilio y número de seguridad social. Cuando “tú” te llamas “a ti mismo” tonto, es el “tú” invisible que juzga a tu “yo” visible. Ésta es la relación que está en movimiento a lo largo de todos tus días aquí en la Tierra.


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Tu objetivo es verte a ti mismo como un ser espiritual con experiencia humana y desarrollar un esquema mental capaz de crear una realidad mágica en tu vida. Si quieres logar eso, debes intentar eliminar la dicotomía existente entre tu yo invisible y tu yo físico, entre el “yo” y el “mí” de “yo me he dicho a mí mismo”. Si te consideras un tonto, así te comportarás. No hay otro camino. Si te consideras una persona fuerte, cariñosa, sensible, divina y capaz de cometer errores, actuarás en consecuencia.


Cuando cultives la conciencia de tu cuerpo, de tu mente y de tu alma como una sola cosa y experimentes la unidad dentro de ti estarás preparado para compartir este sentimiento de plenitud y santidad con los demás, en ese punto es en donde entra tu relación. Cuando sientas amor por ti mismo, será lo que darás a los demás. Independientemente de la manera en que los demás decidan interactuar contigo, tu sólo podrás dar lo que tú llevas dentro. Al igual que ocurre cuando exprimes una naranja, obtienes de ella solo lo que lleva dentro; no importa quien la exprime. Sale lo que hay dentro. Lo que hay dentro de ti llega allí a través de tus pensamientos; no hay ningún otro mecanismo de entrada en absoluto. Si abrigas odio, odio es lo que darás. Si abrigas desprecio por ti mismo, desprecio es lo que darás. Si abrigas amor y comprensión, amor y comprensión darás. Tus relaciones siguen el mismo curso que sigues tú.


Si aprendes a través del sufrimiento y cuestionando por qué las cosas no funcionan, como ya he comentado anteriormente, tus relaciones sufren también. Si sigues el camino de los resultados y empiezas a ver que en la vida hay lecciones que aprender, tus relaciones reflejarán también este patrón. Y, si pasas al propósito y das propósito a tu vida, tus relaciones reflejarán también esta posición. Recuerda que el propósito es dar. No se adquiere ni se conserva nada durante toda una vida. Lo único que puedes hacer con tu vida es darla en el servicio a los demás. Es en este ámbito del propósito donde empiezan a producirse milagros. Cuando has superado la necesidad de sufrir y de dominar a los demás, cuando has superado una actitud egoísta en las relaciones y te concentras en dar, servir y no juzgar, la realidad mágica empieza a manifestarse en tu vida todos los días.


“El ir lejos en la vida depende de que se sea tierno con los jóvenes, compasivo con los ancianos, solidario con los luchadores y tolerante con los débiles y los fuertes. Porque en algún momento de tu vida habrás sido todo eso” - Georges Washington Carver

Ésta es la definición del propósito en tus relaciones. Tratar a los demás en las diversas etapas de su vida como a ti te gustaría que te trataran en esas etapas. Se trata simplemente de dar. El propósito es darse y no preguntar: ¿Qué obtengo de ello?. El propósito es relacionarse con amor y sin juzgar. El propósito es darse a los demás sin condiciones y aceptando lo que de ello nos revierta con amor, aun cuando lo que venga no sea lo que esperábamos. Si respondes al odio con odio o a la ira con ira, ello no es por lo que se ha dirigido contra ti sino por lo que hay dentro de ti. No se puede sacar zumo de limón de una naranja por mucho que la exprimas. No podrás dar odio si sólo hay en ti amor, por mucho que se te exprima.



Una vez tengas un propósito, verás que actúas hacia los demás de maneras totalmente distintas, maneras que por añadidura, harán que los demás se acerquen a ti más de lo que lo hacían cuando tú te esforzabas por hacer que se comportaran según tus deseos. Es una enorme paradoja. Cuanto más das, más recibes; cuanto más intentas forzar algo para tu propio beneficio, menos disfrutas lo que con tanto desespero buscabas.


Ahora es tu turno: ¿En tus relaciones, das para obtener, o das sin esperar nada a cambio? cuéntamelo en comentarios.


Gracias por leerme, si te ha gustado compártelo


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