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Reseña: Cómo hacer que te pasen cosas buenas

Entiende tu cerebro, gestiona tus emociones, mejora tu vida

Se ha normalizado la sobreabundancia


Nadie vendra a buscarnos para proponernos el proyecto de nuestra vida, tenemos que ir a su encuentro. Una de las cosas que genera más angustia es la incapacidad de saber a que debo dedicarme. Después de los 90´s acontece algo decisivo, nace internet, vivimos en un mundo lleno de oportunidades; nunca hemos tenido tanto al alcance de un click. Nos encontramos en el momento de mayor estimulación de la historia; cualquier niño de siete años ha recibido más información y estímulos (música, sonido, comidas, sabores, imágenes, vídeos) que cualquier otro ser humano que haya poblado antes la Tierra, lo que dificulta la toma decisiones. El bombardeo de estímulos al que están sometidos desde que nacen los más pequeños en nuestra sociedad actual, así como el efecto de las redes sociales en el sistema de gratificación del cerebro, es la razón por la cual nos encontramos ante una generación profundamente insatisfecha. Para motivarles (en lo educativo, emocional, afectivo, profesional y económico) con frecuencia se precisan estímulos cada vez más fuerte, más intensos. En la vida hay instantes duros donde lo importante es sobrevivir y encontrar apoyo, el resto del tiempo, tenemos que luchar por sacar nuestra mejor versión. Años de experimentos demuestran que la manera como uno decide responder ante los problemas de cada día influye en el resultado. Como hacer que te pasen cosas buenas habla de la felicidad y del éxito, porque todos ansiamos encontrarlos. Intenta explicar no solo los problemas de mente, corazón y cuerpo, sino sobre todo los aspectos buenos y saludables de nuestra vida; aquello que pueda ayudar al lector a tener mejor salud (alma y cuerpo) y quizás así, acercarnos a la ansiada felicidad. Nuestra sociedad actual es comparativamente más rica que nunca, jamás hemos tenido tanto como hasta ahora. Como consecuencia estamos normalizando esa sobreabundancia. Sin embargo, ninguna acumulación de cosas puede proporcionar por sí sola el acceso a la felicidad.


Cómo hacer que te pasen cosas buenas
Cómo hacer que te pasen cosas buenas

Algunos datos de "Cómo hacer que te pasen cosas buenas"


Uniendo el punto de vista científico, psicológico y humano, Marian Rojas Estapé nos ofrece una reflexión profunda, salpicada de útiles consejos y con vocación eminentemente didáctica, acerca de la aplicación de nuestras propias capacidades en la busqueda de procurarnos una existencia plena y feliz. Aprenderas a conocer y optimizar determinadas zonas del cerebro, fijar metas y objetivos en la vida, ejercitar la voluntad, poner en marcha la inteligencia emocional, desarrollar la asertividad, evitar el exceso de autocrítica y autoexigencia, reivindicar el papel del optimismo.


"Cómo hacer que te pasen cosas buenas" de Marian Rojas Estapé, es impreso por la editorial Espasa, fue publicado el 1 de Enero del 2023, cuenta con 264 páginas y es considerado un libro de motivación y autoayuda. Lleva más de 40 ediciones en España y está a la venta en más de 40 países y traducido a 9 idiomas.


Marian Rojas Estapé
Marian Rojas Estapé

Acerca de su autor:


Marian Rojas Estapé Estapé es médico Psiquiatra de la Universidad de Navarra. Tras terminar la carrera colaboro en la Fundación de Somaly Mam en Camboya. Tambien colaboro en la ONG “Por la sonrisa de un niño“. Estudia para llegar al fondo de la mente y entender el optimismo, el cerebro, el estrés, la felicidad y el bienestar. Cree profundamente en el sentido del humor y en la necesidad de practicar el optimismo. Desde el año 2007 imparte conferencias en diferentes lugares del mundo. Desde 2013, es Profesora Invitada de la escuela de negocios IPADE en México. Ha comenzado un proyecto (iLussio, Bussiness and Emotions), donde integran felicidad, emoción y proyecto de vida en el ámbito de la empresa. Es autora de los libros “Cómo hacer que te pasen cosas buenas” (2018), “Encuentra tu persona vitamina” (2021) y “Recupera tu mente, reconquista tu vida” (2024). Desde 2023 colabora como embajadora de Manos Unidas apoyando en varios proyectos relacionados con la trata de niños. Actualmente trabaja en el Instituto Rojas Estapé.Conference.






“Tengo miles de aventuras y todos los que me conocen saben que allá donde voy ”me pasan cosas”, porque me involucro con la cabeza y el corazón” - Marian Rojas Estapé Estapé

Que puedes encontrar en "Cómo hacer que te pasen cosas buenas"


La felicidad no se define, "se experimenta"; para conocerla hay que sentirla, no existen guías rápidas o atajos que aseguren la felicidad. El ser humano busca tener y relaciona felicidad con posesión, lo cual no proporciona el acceso a la felicidad. La felicidad está relacionada con el sentido que le damos a nuestra vida. En un mundo que ha perdido el sentido, tendemos a sustituir "sentido" por "sensaciones". La sociedad sufre un vacío espiritual e intenta suplir el sentido con una búsqueda frenética de experimentar sensaciones corporales (emociones) cada vez más intensas. Lo que conduce de manera inevitable a rupturas psicológicas o comportamientos destructivos. La felicidad verdadera no está en el tener, sino en el ser. Cuidado con la felicidad light que se vende al alcance de todos con un click. La felicidad pasa por volver a los valores; cuando nos perdemos y no sabemos hacia dónde dirigirnos, tener valores (directrices claras), ayuda a que el barco no se hunda.


Una persona en paz, que tiene cierto equilibrio interior y que disfruta de las cosas pequeñas de la vida, normalmente tendrá un nivel de autoestima adecuado. La manera en la que cada uno se sobrepone y vuelve a empezar marca nuestra personalidad en muchos aspectos. Ese talento nace de una fortaleza interior que todos tenemos desarrollada en mayor o menor medida: la resiliencia. Antes se pensaba que una persona quedaba marcada por el dolor y el sufrimiento. Si la persona supera el trauma (herida), se convierte en alguien resiliente. Un acontecimiento traumático destruye la identidad y la convicción sobre uno con respecto a los demás y al mundo. Esa ruptura es el inicio de lo que conocemos como trauma. Para sufrirlo, se tiene que cumplir la teoría del doble golpe. El primer golpe sería el evento perturbador propiamente dicho, pero para que se asiente en la vida ha de sobrevenir un segundo golpe que proviene de ciertos comportamientos del entorno que pueden implicar rechazo, abandono, estigmatización, asco, menosprecio o humillación, siendo la incomprensión un fenómeno común a todos ellos.


Ser feliz es ser capaz de superar las derrotas y levantarse después. El tiempo no cura todas las heridas, pero sí aparta lo más doloroso del centro de mira. El sufrimiento es escuela de fortaleza cuando es aceptado de manera "sana". Tras el golpe, hay que retomar la riendas para alcanzar el proyecto de vida que uno tenga trazado. Lo sencillo es vivir limitándonos a reaccionar a los anárquicos impulsos externos que nos afectan, dejándonos llevar; lo deseable aunque complejo es diseñar la vida con objetivos a largo plazo, de modo que, aunque algo nos desvíe, podamos redirigirnos hacia nuestra meta. Quien no tiene ese proyecto, quien no conoce en qué se quiere convertir y no encuentre sentido a su vida, no puede ser feliz.


El sufrimiento tiene sentido, nos ayuda a reflexionar, nos lleva al fondo de muchas cuestiones que nunca nos habríamos planteado, nos empuja a clarificar el sentido de nuestra vida y de nuestras convicciones más profundas. Nos ayuda a aceptar nuestras limitaciones, nos convertimos en seres más vulnerables y caemos del pedestal en el que nos hemos o nos han colocado. Entonces bajamos la cabeza y reconocemos que necesitamos ayuda, cariño o apoyo de otros; que solos no podemos. La conciencia de las propias limitaciones refuerza nuestra solidaridad, la empatía con el dolor ajeno, y en última instancia, el amor por los demás. Por lo tanto, el sufrimiento transforma el corazón, tras una etapa difícil, con el dolor como protagonista, uno se acerca al alma de otras personas. Solo existe un antídoto al sufrimiento, al dolor y a la enfermedad: el amor.


El sufrimiento en la vida puede ser realmente doloroso y tormentoso, razón por la cual hay que luchar por superarlo. Cuando uno se queda anclado en un odio y no es capaz de sanar las ofensas o humillaciones recibidas, puede convertirse en alguien resentido, agrio y neurótico. Para evitar esas consecuencias negativas, incluso en los casos que no tiene justificación posible, a la víctima le conviene "egoístamente" perdonar. El drama y el trauma que a unos aplasta y destruye, a otros los fortifica y regenera, dotándoles de mayor capacidad de amor. Olvidar es algo de lo que solamente el tiempo se ocupa, pero perdonar es un acto de la voluntad y solamente el que sufre está calificado para tomar la decisión. Perdonar no significa aceptar que lo que hizo la persona es aceptable o comprensible. Perdonar alivia el dolor causado, evita el resentimiento y abre a la víctima las puertas del futuro, sin él, estarían cerradas. La capacidad de perdonar es exclusiva de la víctima, no depende del arrepentimiento de quien provocó la ofensa. El perdón libera de cargas y ayuda a seguir adelante aunque la causa sea terrible, aunque el que la provocó no se arrepienta. El perdón es un trampolín, un puente seguro para la liberación del dolor, pero en ocasiones puede resultar imposible. ¿Cómo perdonar? Acepta lo que ha pasado, no niegues la realidad, intenta comprender lo que ha sucedido con perspectiva. Trabaja la autoestima; si ante un acto grave quien lo sufre es capaz de sobreponerse y perdonar, está haciendo una exhibición de seguridad en sí mismo propia de alguien con autoestima sana. Se optimista, mira hacia adelante, hay que tratar de sustituir lo negativo por sentimientos poderosos como la compasión y la misericordia.


La mayor parte de las relaciones, de los acuerdos, de las interacciones, de los momentos de disfrute y placer están relacionados con nuestra interacción con otros. Para que una relación funcione bien es fundamental que las interacciones sean fáciles, o al menos relativamente sanas. Si al convivir con ciertas personas percibes constantemente un ambiente hostil que te hace estar alerta, ello puede llevarte a enfermar o sufrir profundamente. Las conexiones sociales nos benefician y la soledad mata; se escucha fuerte, pero es cierto. La soledad ha demostrado ser profundamente tóxica. Lo importante no es el número de vínculos, sino la calidad de estos, y cuanto más cercanos, más importante es que sean de calidad. Las buenas relaciones no solo protegen el cuerpo, también protegen el cerebro. La base de todo vínculo afectivo, social o emocional pasa por ser capaz de tener una correcta relación con otros, es decir, conectar de forma adecuada para generar un ambiente cordial. Para conseguirlo tienes que mostrar interés por los demás de manera sincera y amable. Recordar datos importantes, profundizar en sus vidas, aficiones y profesiones. Cada persona es diferente. evita juzgar y trares de iimponer tu criterio, creencias o valores. Ayuda si puedes y no tengas miedo de sentirte vulnerable o de pedir ayuda. No olvides que para recibir tienes que dar y darte primero. Intenta ser amable.


Poseer ideales, mantener recuerdos agradables de nuestra vida a los que recurrir cuando las circunstancias nos oprimen, puede suponer un importante refuerzo para enfrentarnos a los problemas que vengan en un futuro. Cuidado con ideales extremistas, la persona con ideas radicales no solo no es capaz de entender y respetar las convicciones de otros, sino que llega a justificar cualquier vulneración de los derechos ajenos si ello le acerca al fin pretendido. Las personas que encuentran una finalidad, un objetivo, un sentido a su vida, tienen más razones para ser felices. Si uno tiene pensamientos y recuerdos constantes relacionados con gente a la que quiere, momentos especiales, o ilusiones por las que vivir; será más alegre y feliz. Hemos de ser capaces de reflexionar, de pensar en nuestras vidas y encontrar esas personas, momentos o esperanzas para que se conviertan en nuestras fuerzas motrices. Hay mucha gente que se abandona, que no busca en su interior, que cada día de su vida simplemente se deja llevar. Recordar escenas placenteras tiene un fuerte impacto en el cerebro: el hecho de recordar momentos especiales de nuestro pasado tiene la capacidad de producir las mismas sustancias y activar las mismas zonas cerebrales que se activaron cuando eso pasó en realidad. Traer a la mente experiencias positivas del pasado resulta un antídoto potente contra la depresión y otros estados alterados de ánimo. Los recuerdos tienen un poder curativo incluso mayor que las experiencias positivas en sí mismas.


Pensar altera nuestro mundo interior. Cuando pensamos en cosas que nos preocupan, esos pensamientos tienen un impacto similar a la situación real. Cada vez que imaginamos algo que nos agobia, se activa en el organismo el sistema de alerta, y se libera el cortisol que sería necesario para hacer frente a esa amenaza. El cortisol no es malo, afecta de forma profunda a múltiples sistemas del organismo. pero es fundamental para la supervivencia, lo que es perjudicial es su exceso por que tarda varias horas en desaparecer del todo y regresar a un nivel normal. Las preocupaciones o la sensación de peligro prolongada (real o imaginario) pueden aumentar los niveles de cortisol hasta un 50% por encima de lo recomendable. El cuerpo no se pone en marcha únicamente ante un peligro real o una amenaza. También se activa ante la inquietud de poder perder nuestro trabajo, nuestros bienes, la posibilidad de que peligre nuestro prestigio, una amistad o nuestra posición social en la comunidad o en un grupo determinado. La vida actual es más "inflamatoria" que la de antes. El estrés crónico reduce la sensibilidad de las células inmunitarias al cortisol. Es decir, el sistema defensivo del organismo se desactiva y es incapaz de luchar contra una amenaza real. Esta es la causa por la cual en esos momentos somos más propensos a contraer infecciones. La sola idea de sentirse amenazado aumenta la producción de las citoquinas inflamatorias, proteínas que pueden resultar muy dañinas para distintas células del organismo. Las personas que viven constantemente estresadas, alerta o con miedo, sufren un mayor deterioro de sus células y un envejecimiento precoz. Si estamos "intoxicados" por cortisol, esta hormona está inundando la sangre en lugar de la serotonina o la dopamina, hormonas que tienen un impacto positivo y de bienestar en el cuerpo y en la mente. Esta sintomatología se produce a tres niveles: físico, psicológico y conductual o de comportamiento.


El cerebro no sabe diferenciar lo real de lo imaginario. Cada vez que modificamos el estado mental (de forma inconsciente o consciente) se produce un cambio en el organismo tanto molecular como celular y genético. Un cerebro estresado es la consecuencia de vivir inundados de pensamientos tóxicos. Pensar altera nuestro organismo, la mente tiene un extraordinario control e influencia de forma directa sobre el organismo y el cuerpo. Si imagino algo que me asusta automáticamente genero hormonas de estrés. La imaginación tiene un poder impresionante sobre la mente. Si muestras a la mente constantemente un evento del pasado o un posible suceso negativo del futuro, tu cerebro entiende que es ahí donde quieres asentarte, donde quieres estar enfocado. Tu atención se queda enganchada en pensamientos tóxicos del pasado o del futuro, es decir, la mente no consigue gestionar y focalizar su atención de forma correcta.


Algunos dicen que somos lo que comemos. Otros son más partidarios de que "somos lo que sentimos, pensamos y amamos", pero sin negar que la alimentación posee un rol fundamental en la salud. Algunos alimentos tienen una relación importante con enfermedades graves como el cáncer. Según los datos que manejan los especialistas en nutrición, nuestro organismo ingiere un 30% más de alimentos proinflamatorios que hace unos años. Las personas con inflamación crónica poseen niveles por debajo de lo recomendable de algunas vitaminas, y de omega 3. La inflamación persistente altera la barrera intestinal promoviendo una mayor permeabilidad a ciertas sustancias. Esto termina perjudicando al sistema inmune, pudiendo acabar en molestias y reacciones negativas tras ingerir algunos alimentos. Existe una relación importante entre la inflamación, especialmente la crónica, y las enfermedades. La inflamación crónica sostenida de bajo grado tiene un papel fundamental en la posibilidad de desarrollar depresión y psicosis.


La felicidad es la capacidad de vivir instalado de manera sana en el presente, habiendo superado las heridas del pasado y mirando con ilusión el futuro. Los que viven enganchados en el pasado son los depresivos, neuróticos y resentidos; los que viven angustiados por el futuro son los ansiosos. Depresión y ansiedad son las dos grandes enfermedades del siglo XXI. El 90% de las cosas que nos preocupan jamás suceden, pero el cuerpo y la mente las viven como si fueran reales. No olvides que solo puedes actuar, sentir y responder en el momento presente. Si le preguntas a alguien qué le preocupa, te contesta sobre el pasado o sobre el futuro, ¡nos hemos olvidado de vivir en el presente! El pasado aporta una fuente valiosa de información, pero no puede predestinar tu futuro. El hecho de permanecer con la mente anclada en el pasado, de retornar una y otra vez a algo que ya sucedió, puede originar en nosotros efectos perversos que van desde emociones o sensaciones como la melancolía, la frustración, la culpa, la tristeza o el resentimiento hasta la propia depresión.


El miedo nos acompaña desde el nacimiento; sin el seríamos criaturas insensatas e imprudentes. La manera en que lo gestionamos, nos define en nuestro desarrollo como personas. El miedo es un mecanismo primario de defensa, que se puede convertir en nuestro gran enemigo y perturbar nuestra percepción de la vida. No es cuestión de eliminarlo, sino de saber que existe y aprender a gestionarlo de forma correcta. Uno precisa tener miedo a ciertas cosas para no lanzarse a todo tipo de periplos y aventuras sin medida. Cualquier ser humano posee temores en su vida; los valientes y los triunfadores también. La diferencia está en que los que triunfan saben gestionarlo. La valentía no es ausencia de miedo, sino capacidad de prosperar y avanzar pese a este. A veces el miedo es tan intenso que toma el control de nuestra mente y pasa a monopolizar nuestro comportamiento. En esos casos la vulnerabilidad de la persona es grande y cualquier estímulo exterior, por pequeño que sea, puede provocar una reacción desproporcionada que altere química y fisiológicamente el organismo. Es en ese ecosistema surge la ansiedad, el miedo patológico que nos bloquea e impide hacer una vida normal. La mayoría de las circunstancias que activan el miedo en nuestra mente son aprendidas, se incorporan conforme las experimentamos, bien sea directamente o a través de otros. Es decir, el cerebro las tiene codificadas como "temerosas" y de forma adaptativa, al percibir algo similar a lo sucedido en el pasado, activa todo el sistema de alerta. Esas situaciones temerosas pueden provenir tanto de eventos traumáticos del pasado, como de eventos no superados o afrontados correctamente. Cuando el cerebro percibe toda la realidad como amenazante esto es debido a que el sistema de alerta se ha hiperactivado.


Existen sucesos o recuerdos que poseen un nivel de carga emocional potente. Eso hace que al revivirlos las conexiones neuronales se activen de tal forma que el organismo entero se vea afectado (temblor, taquicardia, sudoración…) con la consecuente subida del cortisol y adrenalina. Una persona con la amígdala afectada o dañada tiene problemas serios para detectar la alarma, el peligro o el riesgo. No se trata de un problema mental como tal, sino de un suceso pasado con gran carga emotiva que bloquea al que lo sufrió, de modo que, ante un evento actual que lo revive indirectamente, el sujeto no es capaz de decidir o razonar con claridad. El individuo que responde de esta forma se encuentra anulado por sus emociones. Lo más práctico es lograr un cortocircuito. Analizar cual es el estimulo disparador y observar que sucede en el cuerpo. Tener un modelo de identidad en quien buscar referencia en momentos difíciles es una gran ayuda. Si conseguimos darnos cuenta y frenar por un instante la cascada de emociones, aunque sea unos segundos, estaremos ganando. En ese lapso de tiempo, intenta respirar profundamente, lanzar un mensaje positivo a la mente. La mente precisa aproximadamente entre uno y dos minutos para desbloquear un estado emocional tóxico, cualquier victoria, por pequeña que sea, nos acerca al triunfo. En esos instantes de descontrol uno reacciona mal y dice cosas que no piensa realmente. La inmensa mayoría de las personas se arrepiente de sus reacciones y comentarios. Ten la humildad necesaria para disculparte, e intentar solventar el posible daño causado. Perdónate a ti mismo, porque quizá percibas esa reacción como otro fracaso y no es bueno enrocarse en la sensación de culpa. Proponte conseguirlo la vez siguiente y busca herramientas para ello.


Del mismo modo que la fiebre es un indicador de que hay algo que no funciona bien en el cuerpo, las crisis de ansiedad o de pánico avisa de que algo en la mente no es correcto. Si una persona vive constantemente alerta, genera una interpretación de la realidad peor de lo que es. Responde ante lo que le sucede en su interior como si fueran amenazas reales y el cerebro se confunde al responder. El control de la respiración, con los ojos cerrados y prestando atención a cada una de las sensaciones del cuerpo, es una de las medidas más eficaces. Cuando uno consigue mantener su atención enfocada en la respiración, en el presente, desechando cualquier pensamiento que le dirija hacia el pasado o le enfoque hacia el futuro, va logrando poco a poco, con cada respiración relajarse y recuperar la serenidad y la confianza perdidas. Unas sencillas claves para afrontar los miedos y la ansiedad son: aprende a reconocerlos y no los anules ni ocultes. Toda emoción reprimida retorna por la puerta trasera y puede ser el origen de heridas y sufrimientos físicos y psicológicos. El miedo se supera sintiéndolo, no temas en volver al origen, pero, ¡ojo!, cuidado con las "terapias imposibles" que acaban perjudicando más que ayudando. Intenta entender tus miedos, podrás enfrentarlos mejor y superarlos. El miedo siempre va a existir, aprende a ser optimista y encuentra la salida al bucle tormentoso de pensamientos que te bloquean. El miedo es un gran embustero, disfraza la realidad siempre peor de lo que es. Confía en ti, ilusionarte con conseguir tus objetivos, activa tu creatividad, tu capacidad de resolver problemas y percibir la vida con más ilusión. Mejora tu capacidad de atención, educa tu voz interior, esquiva los pensamientos tóxicos que te llevan a crisis de angustia, cuida la alimentación y descansa. El miedo es inevitable, el sufrimiento que produce es opcional. Los temores se curan aprendiendo a disfrutar de la vida, mirando hacia el futuro con ilusión y viviendo el presente de forma equilibrada y compasiva.


La felicidad no es lo que nos pasa, sino cómo interpretamos lo que nos pasa. Depende de la forma en que asimilamos la realidad, y nuestra capacidad de orientar o enfocar dicha asimilación es clave para poder ser felices. No se trata de negar el mundo real, pero sí aprender a disfrutarlo en la medida de lo posible, a pesar de los pesares. Tu realidad depende de cómo decides percibirla. La felicidad no es un sumatorio de alegrías, placeres y emociones positivas. Es mucho más; pues también depende de haber conseguido superar las heridas y dificultades y seguir creciendo. Es vivir con cierto gozo a pesar del dolor y el sufrimiento (en mayor o menor medida, inevitables). Si negamos o bloqueamos constantemente el sufrimiento, nuestra mente pierde la capacidad de saber afrontarlo y superarlo. No significa intentar enfrentarse a todas y cada una de las batallas que se nos presenten, sino aprender a gestionar los malos momentos. La evitación constante de lo negativo te lleva a perderte una parte de la vida y a desconectar muchas veces del sufrimiento de los que te rodean. Un error frecuente es aspirar a una felicidad excesiva o a un estado de alegría y placer utópicos. Eso deriva en personas frustradas por la insatisfacción permanente.


Cada pensamiento genera un cambio mental y fisiológico. Si eres de aquellos que sufren, que pierden el control de sí mismos, que quieren conocerse mejor, entender este procedimiento te va a ayudar mucho. Desde pequeños contamos con conceptos autoimpuestos o que hemos asimilado sobre nosotros mismos: Estas sentencias sobre ti mismo funcionan en la práctica como barreras mentales que te impiden avanzar libremente. Tienen un impacto en ti casi bloqueante, como si cayeran del cielo cual condena. Las emociones que nos perjudican son debidas a un pensamiento (más o menos consciente). Y los pensamientos los podemos educar o reeducar. Para llegar a ser una persona feliz, en paz y completa, trabaja la forma en que piensas. Ese sistema de creencias no tiene por qué ser malo, de hecho en muchas ocasiones es muy positivo. Podemos educar la mente y regular nuestras emociones, no es un proceso sencillo, pero ejercitar la mente tiene un efecto extraordinario en la forma en que percibimos la realidad. Tu mente ha ido forjando automatismos a lo largo de la vida que desembocan en bloqueos inútiles ante ciertos desafíos o retos que surgen. Toma el control sobre ti, evita echar la culpa al resto, a las personas tóxicas que te rodean o a las circunstancias sociales, económicas, de tu entorno. Abandona tu rol de víctima; empieza a ser el protagonista de tu vida. Interpretamos la realidad dependiendo de tres factores, nuestro sistema de creencias, nuestro estado de ánimo y nuestra capacidad de atención y percepción de la realidad. Tras esa interpretación el cuerpo responderá en modo alerta o en modo protección afectando a la mente y al organismo. Observa y deléitate con la realidad que te rodea, verás cómo esta siempre es atractiva de una u otra forma. Mirar con atención devuelve el interés y la fascinación ante la vida. Debemos aprender a mirar la realidad con ojos nuevos, con ternura, sin dureza. Si miras la realidad con indiferencia o hastío, dando todo por sentado, sin detenerte en los matices, lo más probable es que te atasques siempre en lo mismo, que te quedes constantemente con lo negativo, lo difícil, lo que no tiene solución sencilla.


Las emociones son estados afectivos de más o menos intensidad, son la respuesta que ofrece el cuerpo a las circunstancias de de nuestro día a día, que muestran la manera de ser y expresan la forma en que nos sentimos. Unos mismos hechos pueden originar diferentes emociones, las cuales dan color y sabor a los acontecimientos de nuestra vida. Las emociones también están relacionadas con la salud física y mental. Existen dos formas de responder ante los eventos; las emociones positivas o negativas. Según la que domine y mande, nos sentiremos de una u otra manera. La enfermedad está asociada de forma ineludible a las emociones. Cuando una emoción se expresa, el organismo responde, cuando es negada o reprimida, esta se queda atrapada, y saldrán a la luz de la peor manera, perjudicando seriamente al individuo. Vivimos en una sociedad que nos incita a bloquear y anular las emociones. Esto se debe a que parece que sentir o emocionarse es un signo de debilidad o de falta de fortaleza. Incluso en ocasiones parece que resulta poco apropiado expresar lo que uno siente, sobre todo si tiene un componente emotivo. Reprimir una emoción equivale a no aceptarla. Si uno guarda lo que siente por miedo a lo que piensen los demás, por temor a quedar en ridículo o por incapacidad para expresarlo, eso termina causando un daño. Aprende a expresar tus emociones, a veces esperamos que sea la otra persona la que se dé cuenta del daño cometido. La mayoría de las veces, los que juzgan, critican o hieren no lo hacen con maldad, incluso ignoran el daño que causan a otros. Existen personas que disfrutan ofendiendo y agraviando a otros, pero son los menos. Las mujeres, en general, son más sensibles que los hombres, y al darle a todo más vueltas, sufren más, con el agravante de que en muchos casos sus maridos (por falta de tiempo, atención, aptitud o todas ellas) no saben leer los sutiles signos externos con los que a veces intentan comunicarse. Los hombres suelen ser menos emotivos y más prácticos.


Las emociones reprimidas vuelven por la puerta de atrás en algún momento en forma de enfermedades físicas o psicológicas. Consideramos personas "neuróticas" a las personas que al no haber sido capaces de manejar sus emociones de forma sana, se quedan enquistadas en el pasado. Se machacan por eventos, pensamientos o sentimientos no superados o mal digeridos, y eso transforma su carácter en algo enfermizo y desgastante. Cuando las emociones se transforman en enfermedades físicas estamos ante lo que se denomina enfermedad psicosomática (sique ‘mente’, soma ‘cuerpo’). Una enfermedad psicosomática es una afección que se origina en la mente pero desarrolla sus efectos en el cuerpo. Cuando una persona pasa por una situación de vergüenza o de bochorno, se enrojecen sus mejillas. Es un acto involuntario y no se puede alterar de forma consciente. El problema surge cuando la enfermedad que se instala en el cuerpo es de mayor gravedad, desde gastritis con úlceras asociadas, hasta enfermedades neurológicas u oncológicas incapacitantes. No olvidemos algo esencial: mucho antes de enfermar, el cuerpo nos ha ido mandando señales de alerta en forma de molestias, debilidad o dolencias. La enfermedad en estos casos es un mensaje que envía el cuerpo, que no cesa de comunicarse con nosotros, ansiando lograr el equilibrio y la paz. Esos indicadores son fundamentales para evitar la ulterior enfermedad o al menos para frenar el empeoramiento de los síntomas. El cuerpo posee una doble función: por un lado, escucha todo lo que dice nuestra mente, y por otra parte, nos habla a través de dolores, malestares, inquietud psicológica o trastornos. Por lo tanto, esos procesos de molestias o dolores nos piden a gritos que tomemos conciencia de lo que nos está perjudicando, de lo que está suponiendo una amenaza o de algo que resulta un exceso para el cuerpo y la mente. Ignorar las señales es el primer paso hacia la debilidad y desequilibrio de nuestra salud. Algunas molestias pueden ser debidas a malas costumbres como la alimentación, la mala higiene del sueño, un exceso de sedentarismo o incorrectas posturas del cuerpo. La ciencia nos ha ido mostrando ejemplos claros de enfermedades relacionadas con la emoción. Pero, sin duda, es en la oncología donde se está profundizando más la relación mente-cuerpo.


Una actitud adecuada y sana puede ser la medicina natural más poderosa a nuestro alcance, y quizá la menos tenida en cuenta. Los datos clínicos manifiestan que los sentimientos positivos y el apoyo emocional de las personas cercanas poseen un poder curativo incuestionable. El cáncer parece tener algún tipo de relación con el estrés y las emociones. Cada vez se intuye por más científicos que la emoción o el estrés podrían ser factores de riesgo en el desarrollo del cáncer. Lógicamente las enfermedades oncológicas poseen una etiología variada y compleja y está relacionado con múltiples causas pero lo que se postula cada vez con más fuerza es que las emociones también juegan un papel, pero siguen sin existir estudios serios que relacionen directamente emociones y cáncer. Las situaciones de estrés, preocupaciones, tristezas y traumas de forma crónica alteran las defensas y favorecen el posible desarrollo de una enfermedad grave. En resumen, las emociones perjudiciales, como tales, no producen cáncer. Ahora bien, el estrés emocional crónico puede arrancar, activar o potenciar la difusión de aquello que origina el cáncer. Situaciones como la soledad, familiares enfermos, mala relación con el entorno, traumas no resueltos, duelos difíciles o problemas laborales y económicos.


El ser humano se siente fuerte cuando controla y tiene la razón. En los últimos años la razón se ha convertido en una tirana. El deseo de controlarlo todo genera una gran angustia. Lo patológico, lo enfermizo, está en llevar eso al extremo angustiándonos y amargando nuestra vida en pos de una seguridad absoluta inalcanzable. Buscar constantemente apoyos y sustentos materiales que refuercen nuestra vida y que no se caigan o no puedan fallar nunca, es una utopía. Ahí radica el error. Es propio de nuestra sociedad materialista y racionalista el hacernos creer que lo podemos controlar todo. La vida es rica por sus matices, por ser incontrolable, y se resistirá a cualquier intento de control férreo por muy calculadores que seamos, generando en quien lo intente una gran angustia. No perdamos de vista nuestra propia pequeñez, seamos flexibles, practiquemos algo de sano abandono y disfrutemos del presente. Esa búsqueda constante del control nos lleva a no disfrutar de las cosas buenas que nos están ocurriendo, a olvidar el momento presente "obsesionándonos" con el futuro. Si ese control radica en dominar mis emociones, mis estados de ánimo y lo que transmito a los demás, eso tiene un efecto nefasto.


Hay personas que tienen rasgos obsesivos muy marcados y que están habituadas a determinadas rutinas (casi rituales), de modo que cualquier incumplimiento de las mismas genera en ellos una reacción desproporcionada. La gente excesivamente rígida necesita que los horarios, el orden, los planes, sean según desean o esperan. El perfeccionista le añade otro factor: tiene que estar hecho de la mejor manera posible. Nos encontramos en un momento de la historia donde la máxima aspiración del ser humano es la productividad y la eficiencia. Hoy se valora de forma positiva todo aquello que se relaciona con la velocidad y la capacidad de aprovechar más el tiempo. La consecuencia de esto es la aparición de un estrés que se está extendiendo a todos los aspectos de nuestra sociedad, convirtiéndose en crónica y gravemente perjudicial. Cada uno es responsable de cómo percibe la sensación del tiempo. No olvidemos que las grandes experiencias de la vida no se saborean en el ajetreo de las prisas y el reloj. La vida no es plena y gratificante si no hay paz y quietud en algunos instantes. Vivimos convencidos de que la prisa y la aceleración producen mayores y mejores resultados en la vida. La inmediatez se ha convertido en un protagonista crucial de la vida. Todo hoy y ahora. Aprendamos a parar, observar y disfrutar. La soledad, el descanso, el silencio, el ir con pausa, son claves para crear y para comenzar los proyectos con ilusión. El mundo está enfermo, sufre de estrés crónico. La vida frenética indica que es el entorno quien nos dirige y no uno mismo. Escuchar la voz interior es uno de los primeros pasos para conocerse y superarse. Esa voz no se escucha ante el frenético ruido de la vida.


Toda adicción tiene una base molecular y fisiológica reguladas por la hormona del placer: la dopamina. Actúa en el instante en el que se interactúa con el objeto de placer y en los instantes previos, muchas veces se anticipa al placer y es un activador de la motivación. En ocasiones, genera un vacío posterior, provocando una necesidad de volver a consumir ese producto al poco tiempo. Una persona adicta tiene una afectación profunda en su capacidad de atención, tiene alterada su voluntad y a la larga, llega a percibir sentimientos de tristeza y de vacío profundos. Estamos en la era del exceso de información y de la superabundancia de estimulación, profundamente ligada a un consumo desmedido tanto de información como de bienes materiales e incluso ficticios. Todo se logra fácilmente a base de un click. Cuando uno no logra lo que quiere cuando quiere, se activan circuitos de frustración que están en la base de la debilidad de carácter de muchos jóvenes carentes de capacidad de esfuerzo. Crecer entre tecnología no nos hace más inteligentes, ha facilitado un sinfín de actividades, pero sobre todo hemos desarrollado una característica en la mente con gran habilidad: la multitarea. La neurociencia lo denomina "alternancia continuada de la atención". Esto significa que el cerebro dedica unos minutos o segundos a realizar una tarea, luego a otra y después a otra. El cerebro no puede efectuar dos acciones al mismo tiempo si involucran la misma área cerebral. La realidad es que, cuando realizamos la función multitarea, el cerebro es capaz de captar de forma superficial mucha información pero no es capaz de retenerla. No olvidemos que el éxito en la vida lo logran las personas que son capaces de concentrarse y enfocarse en lo que realmente desean, siendo capaces de perseverar en el propósito.


El cerebro de los jóvenes necesita aprender a focalizar su atención, a desarrollar de manera sana la voluntad y del autocontrol. Una exposición excesiva a la pantalla inhibe el correcto funcionamiento con un claro déficit en la atención y en la concentración. Hay que educar offline sobre todo a nivel emocional y social. "La comunicación cara a cara es el mejor modo de aprender a leer las emociones del otro". No olvidemos que la tan conocida inteligencia emocional es una de las claves del éxito en la vida. La pantalla es la peor educadora para lograrla; aísla y encapsula al niño de todo lo que le rodea. Frena la capacidad de entender las emociones, de conectar con las personas, con sus emociones y anula la capacidad de expresar lo que uno siente mirando a los ojos y no al teclado o a la pantalla. Los jóvenes de hoy no saben expresar sus emociones mirando a los ojos de la persona que tienen enfrente. Los jóvenes conectan más fácilmente con una pantalla, una red social o un videojuego que con la naturaleza, las personas y la realidad. No se trata de negar la tecnología, ni negar el avance digital, sino de saber introducirla de forma sensata y escalonada en la vida de los niños y adolescentes, enseñándoles a ellos mismos a controlar el acceso a las aplicaciones y a los contenidos. Decidamos realmente educar para conectar primero con la realidad de las cosas, las emociones de las personas y la naturaleza. Hecho esto, estaremos preparados para adentrarnos, paso a paso, en el mundo digital.


Una de las formas más efectivas para combatir el estrés, la ansiedad y la depresión es practicar ejercicio con regularidad. Un ejercicio moderado y lo más cerca posible de la naturaleza reducirá los niveles de cortisol, mejorará el sistema inmune, nos ayudará a combatir el estrés, la ansiedad y la depresión. Disfrutar de la vida exige ser capaces de relativizar lo negativo y saber disfrutar de las cosas pequeñas. Vivir en constante alerta, angustia o tristes impide encontrar la paz y el equilibrio imprescindibles para ser felices. Debes ser consciente de que tus pensamientos "son reales y existen". Por mucho que no se escuchen o palpen, tienen fuerza y capacidad de alterar. Acepta que esos pensamientos no siempre dicen la verdad. En ocasiones pueden ser correctos, pero en muchos otros casos falsean la realidad. No traduzcas automáticamente cada pensamiento en palabras; uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Haz una pausa y pondera lo que vas a decir y sus consecuencias antes de expresarte. No presupongas lo que piensan los demás, tus sospechas pueden ser infundadas. Háblate en positivo. Di algo sobre ti, que sea cierto y que te ayude a crecer en seguridad Agárrate al presente, a tu capacidad de actuar hoy y ahora. Decide si esta es una batalla en la que compensa que te desgastes en este momento. No actúes ni respondas si tienes pensamientos automáticos negativos. Se capaz de cambiar tu lenguaje, sustituyendo por ejemplo "problema" por "desafío". Busca lo positivo de cada situación.


Para llegar a cualquier éxito o triunfo en la vida hay que comenzar por saber !Quien soy¡, algo que de primeras puede parecer sencillo. Para lograrlo necesito saber qué me caracteriza, qué es lo que más y menos me gusta de mí. Saber qué me ha llevado a responder así ante ciertas situaciones, entender mi genética, mi pasado, mi forma de relacionarme con otros. Es importante aceptar que uno tiene limitaciones, que comete errores y que se puede equivocar. No se triunfa en la vida por no tener defectos e imperfecciones o por no equivocarse, sino por aprender a potenciar las facultades y aptitudes. No todos tienen la suerte de trabajar en algo que les encante, pero el hombre feliz, de éxito, el profesional que es capaz de liderar, ama lo que hace y lo hace bien. Todo líder requiere tres cualidades: tener un mensaje, saber comunicarlo y ser optimista al respecto. Tu mejor versión precisa, ante todo, ¡ganas de vivir! Eso significa que, a pesar de los avatares diarios, luches por ser lo mejor que puedas siempre. Esto se aprende viviendo, disfrutando, sintiendo y paladeando tu vida, pero sobre todo cayéndote y volviéndote a levantar. Tú eres el resultado de tus decisiones, tienes que darte cuenta de que condicionan tu vida, de que no debes dejarte llevar. Con la pasión adecuada y la voluntad ejercitada y fortalecida, puedes conseguir casi lo que te propongas.


El tesoro de "Cómo hacer que te pasen cosas buenas"


Conforme pasan los años y avanza la tecnología, la concepción abstracta de la felicidad pareciera estar cada vez más alejada de la realidad. Es por eso que actualmente muchos relacionan hacer que nos pasen cosas buenas, con el positivismo tóxico (mal llamado pensamiento positivo) como algunos suelen vender actualmente en redes sociales y que con justa razón es tan criticado por que se encuentra mas cerca de lo que se ha etiquetado como pensamiento “new age”.


“Como hacer que te pasen cosas buenas” no es un manual de recetas para ser feliz, ya que admite que la vida es mucho más compleja que eso, pero sí es un recorrido para aprender cómo reacciona el cerebro ante el estrés, ante la amenaza, ante la hiperestimulación y ante los vicios de la era digital que se han asentado en la cotidianidad. Es precisamente aqui donde pienso que radica el tesoro de este libro, por que no trata de venderte que cosas debes hacer para que te sucedan cosas buenas o para se feliz, es cierto que el optimismo puede resultar clave, pero no suficiente, para ello tienes que poner de tu parte, es decir, actuar. Calificar una experiencia como buena es algo totalmente subjetivo, depende de lo que cada uno uno interprete como “bueno”. Es por eso, que en realidad, este libro trata de ser conscientes de como estamos interpretando todas las experiencias que inevitablemente nos suceden a diario, por que en función de eso nos acercamos al sufrimiento y nos alejamos de la felicidad.


Marian Rojas Estapé tiene la habilidad de ponerte a reflexionar en forma sencilla y orientarte hacia la toma de decisiones que beneficien tu desarrollo personal y emocional. En este caso, el título es claro, ¿quieres que tu vida esté rodeada de cosas buenas?, para ello debes poner de tu parte y no solo pensar en positivo, sino que haz de actuar en consonancia, se trata de influir sobre las propias emociones y permitir que sean las positivas las que dominen el proceder diario. Marian Rojas Estapé busca ayudar a las personas a encontrarle sentido a la vida y alcanzar la plenitud en el día a día, considera que “se puede aprender a ser feliz”, pero “la felicidad no es lo que nos sucede, sino cómo interpretamos lo que nos sucede”. Tomando esta idea como punto de partida, la doctora comparte en este libro sus impresiones, desde un punto de vista científico, psicológico y humano, para que quien lo lea, tenga más fácil alcanzar el equilibrio psicológico y emocional que se necesita para llevar una vida plena. “Como hacer que te pasen cosas buenas” aspira a ser una guía para comprender cómo funciona el interior de cada persona, y las posibilidades que tiene para alcanzar un equilibrio sano a pesar de los mil obstáculos que le depara la vida para conseguir una existencia plena y feliz.


"Considero que la buena gestión de las emociones es clave para poder ser feliz" - Marian Rojas Estapé Estapé

Ahora es tu turno: ¿Qué cosas buenas te gustaria experimentar? cuéntamelo en comentarios.


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