Positivismo tóxico: reprimir no es sanar
- Aarón Pérez
- 11 jun 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 13 oct
Por Aarón Pérez
Blog: Despertar Consciente
Reprimir no es sanar: el costo oculto de la positividad tóxica
Vivimos en una época donde el optimismo se ha convertido en una especie de mandato social. Frases como “todo estará bien”, “podría ser peor” o “la felicidad es una elección” decoran oficinas, agendas, redes sociales y tazas de café. Aunque pueden parecer inofensivas, estas expresiones simplistas muchas veces invalidan la experiencia emocional humana y promueven una cultura de negación emocional.
La trampa del optimismo superficial
La positividad tóxica no es simplemente “ser positivo”, sino la imposición de una actitud optimista en todo momento, incluso cuando la situación requiere vulnerabilidad, tristeza o enojo. Este tipo de mensajes, aunque bien intencionados, pueden generar frustración, ansiedad y una sensación de fracaso cuando no se logra “estar bien” a pesar del esfuerzo.
Como señalan los psicólogos Quintero y Long, esta actitud puede llevar a reprimir emociones como el resentimiento, la tristeza o el enojo. Konstantin Lukin advierte que al negar estas emociones, se intensifican y se acumulan, generando un ciclo de malestar. El Dr. Guillermo Fouce lo resume con claridad: “Las emociones negativas también forman parte de nosotros, de nuestro desarrollo y crecimiento personal.”
Reprimir emociones: ¿qué dice la ciencia?
Numerosos estudios han demostrado que reprimir emociones consideradas “negativas” puede tener consecuencias graves para la salud mental y física. Fingir que todo está bien, como en el estudio de 1997 donde se pidió a los participantes ocultar sus reacciones ante videos perturbadores, generó niveles de estrés significativamente más altos que en quienes expresaron libremente sus emociones.

Reprimir no solo impide el desarrollo de herramientas para gestionar lo que sentimos, sino que puede derivar en ansiedad, depresión o incluso enfermedades psicosomáticas. Las emociones no desaparecen por ignorarlas; se acumulan como presión en una olla cerrada, hasta que explotan.
El aislamiento emocional: cuando fingir nos desconecta

Crear una personalidad basada en la positividad constante puede alejarnos de los demás. ¿Te has sentido incómodo al compartir tus emociones con alguien que solo permite “pensamientos felices”? Aunque esa persona tenga buenas intenciones, su actitud puede enviar el mensaje de que solo se aceptan emociones agradables en su presencia.
Esto genera desconexión. Las personas pueden sentirse juzgadas, rechazadas o incluso culpables por expresar tristeza o ansiedad. Como muestra la película Intensamente de Pixar, incluso la alegría necesita de la tristeza para comprender y conectar profundamente con los demás.
Más allá del bien y del mal: la dualidad emocional
No se trata de elegir entre ser positivo o negativo. El problema no es el optimismo en sí, sino la polarización. Vivimos en un mundo dual, donde todo juicio parte de un concepto y su opuesto: bien/mal, éxito/fracaso, alegría/tristeza. Pero las emociones no son buenas ni malas; son información que nos guía.
La consciencia emocional implica reconocer que lo que sentimos no está determinado por la experiencia externa, sino por el filtro interno con el que la interpretamos. Este proceso ocurre tan rápido en nuestro sistema nervioso que cuando somos conscientes de lo que sentimos, ya ha sucedido. Por eso, intentar controlar lo que sentimos desde la razón puede ser inútil. Lo que sí podemos hacer es ser conscientes de nuestras emociones y aprender de ellas.
Aceptar para transformar: el poder de validar lo que sentimos
Aceptar nuestras emociones no significa rendirse ante ellas, sino reconocerlas como parte de nuestra humanidad. Validarlas nos permite gestionarlas, disminuir su intensidad y abrirnos a relaciones más auténticas. Hablar de lo que sentimos, en lugar de fingir que todo está bien, genera conexión, comprensión y alivio.

Ser positivos no es malo. Lo que es dañino es negar lo que sentimos por miedo a no encajar en una narrativa de felicidad constante. La clave está en integrar: permitirnos sentir, comprender lo que nuestras emociones nos quieren decir, y desde ahí, avanzar.
La escucha como acto de amor
Cuando alguien atraviesa un momento difícil, lo más valioso no es ofrecer frases prefabricadas, sino presencia. Escuchar, validar y acompañar. Como bien señala la doctora Pinilla Santos:
“Identificar y validar las emociones es la primera escala en el camino hacia la recuperación.”

Ahora es tu turno: ¿Has sentido alguna vez que la positividad te ha hecho sentir más solo o incomprendido? Cuéntamelo en comentarios.
Gracias por leerme, si te ha gustado compártelo
Videos relacionados:
"Encontrarte a ti mismo, por ti mismo"
Redes sociales:
Facebook:





Comentarios