La sombra, el “lado oscuro” de nuestra personalidad
- Aarón Pérez
- 5 oct 2021
- 9 Min. de lectura
“Prefiero ser un individuo completo que una persona buena” - Carl Jung

Carl Gustav Jung (1875-1961) psicólogo y médico psiquiatra suizo, dedicó toda su carrera al estudio de la psique humana. A lo largo de sus numerosos ensayos fue desarrollando primero, su “Psicología Analítica” y más tarde, lo que denominó “Psicología Compleja”. Jung habla de la psique y no de la mente, porque según él, la psique abarca todos los procesos de la mente, los conscientes y los inconscientes. Entre muchas de sus aportaciones desarrolló el concepto de Arquetipo. Por definición, un arquetipo es un modelo original, un ejemplo ideal o un prototipo. Un símbolo reconocido por todos. Para Jung son la forma que le es dada a algunas experiencias y recuerdos de nuestros primeros antepasados. De alguna manera, son como patrones de conducta que se heredan de generación en generación y que están guardados en nuestro inconsciente. Son arquetipos la sombra, la máscara, el héroe, la bruja, el viejo sabio, el alma o el mal. Sin embargo, no podemos olvidar que esa idea que Carl Jung nos trajo a través de su trabajo sobre los arquetipos ya estaba presente en nuestra sociedad histórica y culturalmente. Jung definió también el arquetipo sombra como el aspecto inconsciente de la personalidad caracterizado por rasgos y actitudes que el Yo Consciente no reconoce como propios. Consideraba que el inconsciente lucha por mostrarse, pero es reprimido continuamente por el ego.
Articulos relacionados:

El arquetipo de la sombra se relaciona mucho con el concepto de inconsciente formulado por Freud. Según la psicología analítica de Carl Jung, el arquetipo de la sombra representa, el “lado oscuro” de nuestra personalidad. El concepto de sombra o reverso oscuro conforma esa dualidad tan común, que incluso le sirvió a Robert Louis Stevenson como inspiración para crear su ya clásico “Dr Jeckyll y Hyde”, mucho antes de que el propio Jung desarrollara su teoría sobre el arquetipo de la sombra. Jung explicó que existen diferentes tipos de sombras y que un modo de alcanzar el bienestar, la sanación y la libertad personal es haciéndolas conscientes, enfrentándonos a ellas.
La sombra, una presencia conocida pero reprimida:
La “sombra” fue un término que Jung tomó de Friedrich Nietzsche.
Esta idea representaba la personalidad oculta que tiene toda persona. En nuestro interior hay ciertas dimensiones reprimidas, instintos heredados donde a veces se esconde la violencia, la rabia, el odio.
El arquetipo de sombra no habita únicamente en cada persona. En ocasiones, también está presente en “grupos de personas”, en sectas, en algunos tipos de religiones o incluso en partidos políticos. Son organizaciones que pueden en un momento dado, sacar su sombra a la luz para justificar actos violentos contra la propia humanidad.
La sombra es más destructiva, insidiosa y peligrosa cuando más la “reprimimos”. Es entonces cuando “se proyecta” apareciendo así perturbaciones como la neurosis o la psicosis.
Jung diferenció en su arquetipo de la sombra dos tipologías. La primera es la sombra personal, la que llevamos todos con nuestras pequeñas frustraciones, miedos, egoísmos y dinámicas negativas más comunes. Sin embargo, también estaría la sombra impersonal, esa que contendría la esencia de la maldad más arquetípica, la que acompaña a los genocidas, asesinos despiadados, etc.

Desafortunadamente no puede haber ninguna duda de que el hombre es, en general, menos bueno de lo que se imagina a sí mismo o quiere ser. Todo el mundo tiene una sombra, y cuanto más oculta está de la vida consciente del individuo, más negra y más densa es. En todo caso, es uno de nuestros peores obstáculos, puesto que frustra nuestras intenciones más bien intencionadas” -Carl Jung
Todos tenemos una sombra
Si por definición la sombra es inconsciente quiere decir que estamos sometidos a ella. Cada persona tiene su sombra. Todos tenemos una doble historia, la que mostramos y con la que nos identificamos, y la que ocultamos y a la que rechazamos. Aquello que rechazamos se le llama “la historia detrás de la historia”. Es justamente esta historia oculta la que nos hace repetir situaciones, dramas y patrones que no nos benefician una y otra vez. Todo aquello que en un momento dado consideramos como “malo” debido a nuestra educación y a las normas morales de sociedad, se convierte en nuestra sombra. La sombra representa el lado oscuro de nuestra personalidad, donde se esconden los instintos más primitivos de nuestro pasado evolutivo y los aspectos rechazados por nuestra mente consciente y social. Este lado oscuro se manifiesta en nuestros miedos, frustraciones e inseguridades cuando surge la confrontación entre nuestra identificación con ciertos valores que una cultura nos ha impuesto, y ciertas actitudes y rasgos inconscientes de nuestra personalidad que el Yo consciente rechaza por no reconocerlos como propios. La sombra personal es la parte psíquica de nuestra personalidad no asumida por nuestro consciente social predominante. Es el aspecto que consideramos negativo de nuestra personalidad que está contiguo a la conciencia y que no desaparece, se mantiene oculto y al acecho la mayor parte del tiempo, manifestándose cuando hay algún altercado molesto o situación conflictiva con los demás que genera emociones intensas; por ejemplo cuando sentimos una ira excesiva ante un simple reproche de alguna amistad íntima. A menudo tenemos sentimientos que nos resultan inaceptables socialmente y los desterramos de nuestro ego consciente para no sentirlos en nuestra cotidianidad, aunque de vez en cuando podemos percibir esa sombra inconsciente escondida detrás de nuestro rechazo inflexible hacia diferentes cuestiones personales, o detrás de sentimientos sutiles de culpabilidad e inseguridad.
La sombra personal se va desarrollando desde la infancia a partir de nuestras experiencias y aprendizaje social, donde vamos desechando aquellas ideas o conductas que no consideramos adecuadas según las normas morales y el contexto cultural en el que nos hemos educado. Cuando un niño tiene un pensamiento o conducta que cree que es inaceptable para la sociedad en que vive, sentirá un chispazo de ansiedad tan desagradable que termina reprimiendo o adormeciendo esa parte de sí mismo que considera prohibida. Y para rellenar ese vacío el infante crea un falso Yo, cuya función es mitigar el sufrimiento por la pérdida de su integridad original, su totalidad individual. Cada cultura esconde en un rincón oscuro diferentes ideas o cuestiones, como la sexualidad en las sociedades cristianas (la masturbación, el sexo prematrimonial, la homosexualidad, las fantasías sexuales,…), el rechazo a convivir con gente de distinta etnia o religión en ideologías nacionalistas por temor al contagio de la pureza de las tradiciones o de la raza, o tener alimentos tabú en ciertas religiones (comer cualquier tipo de carne para los budistas, carne de vaca para los hinduistas o carne de cerdo para los judíos, por ejemplo). Si a un niño le enseñan que existen “malos pensamientos”, le estarán inculcando un miedo moral hacia su propio universo mental interior, que tratará de anestesiar y extirpar de su experiencia interna. La gran mayoría de los seres humanos cargamos desde la infancia con una gran cantidad de sufrimiento inconsciente que no hemos sabido aliviar.

Todas las personas llevamos dentro un ángel y un demonio, una parte correcta, noble y amable (nuestra máscara social consciente) y otra parte oscura, reprimida y generalmente inexplorada que alberga instintos heredados (como la rabia, la violencia, el odio, la mentira, la vergüenza, los celos, la culpa…) e ideas homicidas, suicidas, sádicas o lujuriosas, por ejemplo. La sombra personal es una parte del inconsciente que conforma nuestro ego (nuestro Yo), esa parte donde hemos ido desechando todo lo que no se acomoda a nuestro ego ideal durante el proceso de desarrollo de nuestra personalidad. El resultado es la reducción progresiva de nuestra identidad, empobreciendo y distorsionando lo que creemos que somos, además de sentirnos perseguidos continuamente por nuestra propia sombra que lucha para hacerse oír ante la conciencia, camuflándose en forma de ansiedad, miedo, vergüenza, culpa o tristeza. Por eso también contiene todo tipo de capacidades potenciales que no hemos desarrollado, cualidades que no hemos manifestado porque las hemos desterrado a las profundidades de nuestra mente y que son parte de nuestra propia humanidad, de nuestra verdadera naturaleza. Solo aceptando la existencia de la sombra podremos descubrir las cualidades que encierra, porque no solo contiene el mal, simplemente es lo opuesto al ego. Lo que hemos reprimido contiene también cualidades buenas como instintos normales, impulsos creadores, sabiduría instintiva y una gran energía que podemos utilizar de forma positiva, porque la sombra está contigua al mundo de los instintos.
Cuando el ser humano no acepta esa parte negativa de su propio psiquismo fruto de haber desarrollado un ego, negando su propia maldad, culpabilidad o sentimiento de inferioridad, necesita proyectarla sobre los demás para después percibir que son los otros los mezquinos, culpables o malvados. El fenómeno de la proyección es un mecanismo mental (emocional y social) inconsciente que consiste en atribuir al mundo externo nuestra propia culpabilidad, ruindad y maldad, y luego sentir que lo negativo procede del exterior (lo que reduce nuestra ansiedad) para después pasar a perseguirlo y aniquilarlo. Con nuestras partes negadas construimos al enemigo, percibiendo en él sólo aquellos aspectos que nos resultan insoportables en nosotros mismos, convirtiéndose así en el espejo de nuestro propio Yo: odiamos a nuestro enemigo en la misma proporción en que odiamos ciertos aspectos de nosotros mismos.
“Las crisis son magníficas oportunidades para familiarizarnos con la sombra” - Carl G. Jung.
¿Cómo detectar la sombra?
Cuando alguien, con su actitud o sus ideas, nos afecta emocionalmente y respondemos de forma exagerada en su contra, cuando nos sentimos atacados, cuando nos molesta algo de alguien, lo más probable es que estemos proyectando nuestra sombra. Aunque las proyecciones también pueden ser positivas, generalmente lo que advertimos en los demás son esas cualidades que nos resultan más insoportables de nosotros mismos. Entonces para descubrir estas cualidades de nuestra sombra debemos investigar qué actitudes y rasgos nos molestan de los demás y en qué grado nos afectan. Si yo lo que más odio y detesto es la soberbia, por ejemplo, lo más probable es que esté ante cualidades de mi propia sombra personal, aunque me sea extremadamente difícil admitirlo. Por supuesto no todo lo que criticamos es una proyección, pero si actuamos desproporcionadamente ante lo que objetivamente no tiene tanta importancia significa que algo se ha activado en nuestro inconsciente. Si asumimos la responsabilidad de nuestras propias emociones en la generación del proceso de la proyección, podremos cambiar nuestra idea y sentimiento hacia la gente que nos rodea por otra visión más realista. Una manera de empezar a detectarla es cambiar nuestro diálogo interno y aprender a distinguir que cuando nos quejamos de algo o de alguien nos estamos quejando de algo propio. Por ejemplo, si nos lamentamos de que nadie nos escucha, nos podemos preguntar si nos estamos escuchando a nosotros mismos y así sucesivamente.

Qué es el miedo al miedo
Como enseña la psicología en general, el diálogo frente a frente entre la conciencia y su sombra es una necesidad terapéutica. La mejor forma de integrar nuestras partes opuestas internas, de dar luz a nuestra sombra personal, es afrontarla y querer conocerla conscientemente, admitir que esas características y atributos negativos que negamos en nosotros realmente residen en la parte oscura de nuestra personalidad, que nuestra sombra contiene los aspectos más primitivos e inadaptados de nuestra naturaleza que hemos rechazado por motivos sociales, culturales y morales. Tener conciencia de nuestra sombra es un difícil reto moral, un conocimiento doloroso de adquirir, que comienza con “querer darse cuenta” de nuestra parte negativa que el ego ha rechazado: nuestra maldad, avaricia, codicia, envidia, celos…, para así hacer conscientes nuestros conflictos inconscientes. Así podremos aprender a adueñarnos de nuestras proyecciones y recobrar toda la energía y fortaleza que oculta nuestra sombra. Cuando descubrimos nuestro lado oscuro empezamos a relacionarnos con nuestro inconsciente (que va dejando de ser un desconocido) y vamos reorganizando nuestra personalidad y expandiendo nuestra identidad.
Hay que prestar atención a nuestros síntomas físicos y a nuestras neurosis para descubrir su lenguaje, sin tratar de interpretarlo y dejando al margen nuestras creencias. Si siento ansiedad debo aceptar que yo soy el único responsable de generarla, que mis pensamientos oscuros son los que causan mi tensión física. Debo ser plenamente consciente de mis temblores, taquicardias y estremecimientos, sentir mis latidos acelerados, mi respirar entrecortado, mi angustia vital. Aceptar que yo soy el único causante de mi malestar. Aceptar mi sombra, por ejemplo la ira, no significa actuar según sus mandatos (peleando, destrozando cosas, gritando…), sino ser consciente de mi rabia para después poder integrarla en mi mundo mental. Para conocer lo más posible mi totalidad individual debo examinar cuáles son mis límites, cuál es mi capacidad para hacer el bien y cuánto mal puedo llegar a realizar, y ser consciente de que ambos, el bien y el mal, forman parte de mi naturaleza.
Si asumo mis demonios internos (mis temores, decepciones, proyecciones y traumas del pasado), los puedo transformar en mis aliados al utilizar su energía psíquica para fines más positivos. Jung decía que no hay luz sin sombra ni totalidad psíquica libre de defectos, por lo que nuestra tarea en la vida no es que seamos perfectos sino completos, aceptándonos plenamente al integrar nuestra sombra en la personalidad para hacerla consciente y poder llegar a un acuerdo con ella, para poder controlar sus manifestaciones. Esta integración nos enriquece al complementarse los impulsos de la sombra con otros aspectos personales conscientes, y quizá podamos llegar a lo que Jung denominó el proceso de individuación, la autorrealización total y profunda de uno mismo. Integrar la propia sombra nos va a permitir convivir con nuestra luz y nuestra oscuridad. Nos va a permitir ser lo que somos. La invitación es a reconocer la propia sombra para encontrar nuestra plenitud.
“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad” -Carl Jung
Ahora es tu turno: ¿Eres consciente de tu sombra? cuéntamelo en comentarios.
Gracias por leerme, si te ha gustado compártelo
Videos relacionados:
Referencias:
Libro: Tratado en Bioneuroemoción
"Encontrarte a ti mismo, por ti mismo"
Sígueme en mis redes sociales:
Facebook:
Gestión emocional - Aarón Pérez: https://www.facebook.com/AaronPerezCoach/
Viviendo un Curso de Milagros - Aarón Pérez: https://www.facebook.com/UCDMAaronPerez/
Podcast Despertar Consciente: https://anchor.fm/aaronperez
Twitter: https://twitter.com/APerezS78
Whatsapp: https://wa.me/521833385769191
Comments