La clave de tu salud: percepción, estrés y el destino de tus células
- Aarón Pérez
- 2 jul 2020
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 13 oct
¿Qué determina realmente nuestra salud?
Una de las primeras cosas que aprenden los médicos es que el cuerpo humano tiene la capacidad de curarse a sí mismo. Sin embargo, a lo largo del tiempo, parece que cada vez que se encuentra la cura para una enfermedad, surgen otras más agresivas y difíciles de comprender. Hoy suena casi ridículo decir que alguien murió de viruela, pero en el siglo XX esta enfermedad causó entre 300 y 500 millones de muertes. Es, hasta ahora, el único virus completamente erradicado.
Muchas personas viven preocupadas por su salud o la de alguien cercano, no solo por los síntomas, sino porque sus problemas parecen no tener solución. ¿Estamos dejando nuestra salud únicamente en manos de factores externos? ¿Y si el verdadero poder estuviera en nuestra percepción?
La normalización de los síntomas
Es común encontrarse con personas que, a pesar de tener dificultades para caminar o dolores evidentes, responden por hábito: “¡Muy bien! ¡Excelente!”. Si se les comenta que algo parece fuera de lo normal, suelen decir: “Es por la edad”, “el clima”, “la herencia”. Hemos aprendido a convivir con síntomas como el cansancio crónico, la pérdida de cabello, el dolor articular, la mala circulación, la diabetes… ¿Es realmente normal, o simplemente común?

En grupos sociales, todos pueden comer lo mismo, pero solo una persona se enferma. En familias con dietas similares, los hermanos no se desarrollan igual. En comunidades con el mismo entorno, no todos se enferman de lo mismo. ¿Qué está ocurriendo? El siguiente video me parece excelente para reflexionar argumentos como: "es por la edad".
Factores externos e internos: ¿víctimas o responsables?
"No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre" - Mateo 15:11
En consultas médicas, los doctores suelen buscar primero causas externas (alimentación, ambiente). Si no encuentran nada evidente, pasan a causas internas (genética, sistema inmune). Pero ¿y si ambos fueran efectos, y la causa estuviera en otro lugar?
El caso de los gemelos monocigóticos Juan y David lo ilustra bien. Genéticamente idénticos, criados en el mismo entorno, pero con destinos distintos: David enfermó y falleció de cáncer de pulmón, mientras Juan llevó una vida saludable. ¿Cómo es posible?
El genetista Manel Esteller explica que aunque los gemelos comparten el mismo genoma, pueden tener epigenomas distintos: patrones químicos que regulan la expresión de los genes sin alterar su secuencia. Con el tiempo, estos patrones se modifican según el estilo de vida, en un proceso llamado deriva epigenética.

Somos una comunidad celular
Todos los seres humanos estamos formados por células. Aunque no se parecen a nosotros, las células realizan funciones sorprendentemente similares: digestión, reproducción, comunicación, procesamiento de información. Son la unidad básica de la vida, y cada uno de nosotros es una comunidad de aproximadamente 50 billones de células que conviven en armonía… o en conflicto. Podríamos decir que cada célula es un ser humano en miniatura. Y tu cuerpo, una sociedad microscópica que responde a lo que tú percibes.

En 1953, Watson y Crick presentaron el modelo del ADN. La ciencia afirmó entonces que somos una expresión de nuestros genes, que no podemos cambiar nuestra herencia genética, y que estamos controlados por ella. Así nació un modelo de salud en el que somos máquinas bioquímicas sin elección, víctimas de nuestra biología.
Pero cuando se desarrolló el Proyecto Genoma Humano, los científicos esperaban encontrar un gen por cada proteína del cuerpo. Las células tienen unas 150 mil proteínas, pero solo se encontraron 23 mil genes. Tenemos la misma cantidad de genes que un gusano. ¿Cómo es posible que, viviendo en el mismo entorno, nuestras células no actúen igual?
Las células necesitan señales para saber cómo es el entorno. Si el ambiente es el mismo, lo que cambia es cómo lo interpretamos. Somos nosotros quienes le decimos a nuestras células cómo es el exterior, y eso afecta directamente nuestro interior. La causa no son los factores internos ni externos: ambos son efectos. La causa es nuestra percepción del entorno. Y esa percepción forma parte de nuestra mente.
Bruce Lipton y el destino de las células
Bruce Lipton, biólogo celular, realizó un experimento con células madre. En un plato de cultivo, una célula madre se dividía cada diez horas. Después de dos semanas, había miles de células genéticamente idénticas. Lipton colocó células en tres platos distintos, cada uno con un medio ambiente diferente:
En el ambiente A, las células se convirtieron en músculo.
En el B, en hueso.
En el C, en grasa.
¿Quién decidió el destino de esas células? No fueron los genes, sino el entorno. Las células responden a las señales del medio. Si se modifica el entorno —ya sea mediante química o energía—, cambia también la forma de la proteína.
En el cuerpo humano, el “medio de cultivo” de las células es la sangre, que recibe señales del entorno a través del sistema nervioso, es decir, del cerebro, que a su vez responde a la mente.
La percepción como causa biológica
No es tanto lo que leemos del entorno, sino cómo lo interpretamos. La mente interpreta el medio ambiente. Esa interpretación puede ser correcta o errónea, pero las células no lo saben. Ellas solo reciben las señales que el cerebro les envía.
La mente percibe, el cerebro traduce esa percepción en señales químicas o energéticas, y las células responden. Si la percepción es adecuada, la química será saludable. Si es errónea, la química será perjudicial.
El estrés y el sistema HPA
Uno de los mayores problemas de salud actuales es la química liberada por el cerebro debido al estrés. Existen dos tipos:
Eustrés: el “buen” estrés, como el que se genera al hacer ejercicio.
Distrés: el estrés negativo, como el que vivimos en situaciones laborales, familiares o emocionales.
El sistema Hipotálamo-Pituitaria-Suprarrenal (HPA) se activa ante el peligro. El hipotálamo interpreta la amenaza, la pituitaria envía señales, y las suprarrenales liberan cortisol. La sangre se redirige a brazos y piernas para huir o luchar, dejando sin energía a las vísceras encargadas del crecimiento y la inmunidad.
Las hormonas del estrés apagan el sistema inmunológico. De hecho, se usan para evitar el rechazo de órganos trasplantados. Pero cuando vivimos estresados todos los días, el cerebro no distingue entre un león real y una preocupación cotidiana. Además, el estrés desactiva la corteza prefrontal, reduciendo nuestra capacidad de razonamiento. Somos menos inteligentes cuando estamos estresados.
Epigenética: el puente entre percepción y biología
“La genética no explica el 90% de los cánceres. La epigenética permitirá conocer, como mínimo, el 50% de las causas de un tumor.” — Manel Esteller

La epigenética estudia los cambios hereditarios en la función de los genes que ocurren sin modificar la secuencia del ADN. Esta disciplina ha abierto una nueva puerta para comprender cómo el entorno, el estilo de vida y, sobre todo, la percepción, influyen directamente en nuestra salud.
Hoy sabemos que el cuerpo no responde al entorno tal como es, sino tal como lo percibimos. Y esa percepción está mediada por la mente. Salud, enfermedad y humanidad
“La salud es cuando los 50 billones de células viven en armonía. Enfermedad es cuando la comunidad se está desmembrando.” — Bruce Lipton
La humanidad es una comunidad de más de 7 mil millones de personas. Cada uno de nosotros es una célula en el cuerpo de un súper organismo llamado humanidad. Cuando las células se atacan entre sí, hablamos de enfermedades autoinmunes. Hoy, como sociedad, estamos viviendo una enfermedad inmunológica.
No hemos sido programados por nuestros genes para fracasar. Hemos sido condicionados por la cultura y el entorno. Pero cuando cambiamos nuestras creencias, cambiamos nuestra biología. La remisión espontánea no es un milagro, es una posibilidad.
Somos los seres más poderosos del planeta. Podemos crear salud o enfermedad. No somos víctimas de la creación, somos co-creadores. Cuando entendemos que nuestra conciencia moldea la realidad, descubrimos que no hay límites para lo que podemos alcanzar: salud, amor, paz, plenitud.
Todo lo que tienes ha sido creado por ti. Y si cambiamos nuestra percepción, podemos cambiar nuestro mundo.
Ahora es tu turno: Si tus células solo responden a lo que tú percibes… ¿qué tipo de mundo estás creando dentro de ti? Comparte tu reflexión en los comentarios.
La epigenética nos recuerda que no somos prisioneros de nuestros genes, sino que tenemos la capacidad de influir en ellos a través de nuestras decisiones, emociones y hábitos. Si quieres conocer dos experimentos fascinantes que ilustran esta conexión, te invito a escuchar el episodio correspondiente en mi podcast Despertar Consciente.
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