¿Despertar o Desvariar?
- Aarón Pérez
- 28 jul
- 6 Min. de lectura
Una mirada honesta (y sin incienso) al despertar espiritual
¿Y si el despertar espiritual no fuera tan complicado como lo pintan?
Cuando alguien dice que está “despertando”, muchos imaginan túnicas blancas, mantras, y una dieta a base de aire y jengibre. La imagen típica del despertar espiritual suele estar envuelta en incienso, retiros en la montaña y frases como “todo es perfecto tal como es”. Pero, ¿y si el despertar no tuviera nada que ver con eso?. Pero, ¿y si el despertar no tuviera nada que ver con eso? ¿Y si no se tratara de irse al Himalaya, sino de mirarse al espejo mientras lavas los platos? ¿Y si no fuera un estado místico reservado para unos pocos, sino una práctica cotidiana, imperfecta y profundamente humana? Este post no es una guía para iluminarte, ni una receta mágica para alcanzar la paz interior. Es una invitación a mirar el despertar desde otro lugar: uno más real, más cotidiano, más tú. Vamos a desmitificar el despertar, sin dogmas, sin poses, y con una buena dosis de honestidad (y humor). Porque despertar no es volverse alguien distinto, sino empezar a ver con más claridad quién ya eres.
El despertar no es un club VIP (ni una secta con membresía)
Durante años, el despertar de la consciencia ha sido envuelto en un aura de misticismo, exclusividad y, sí, bastante marketing espiritual. Se ha convertido en una especie de club selecto donde, para entrar, parece que necesitas cumplir con ciertos requisitos: hablar en términos elevados, tener una rutina de yoga impecable, tomar ayahuasca en la selva o, mínimo, haber hecho un retiro de silencio en Tailandia. Este tipo de clichés han distorsionado la esencia del autoconocimiento. Se ha confundido con una estética: velas, cuarzos, frases en cursiva sobre “soltar” y “fluir”, y una actitud zen que, en muchos casos, es más una máscara que una transformación real. Pero el autoconocimiento no es eso. No es una pose, ni una moda, ni una colección de rituales. Tampoco es una carrera para ver quién “sana” más rápido o quién tiene más “conciencia expandida”.

💡 Lo que no es autoconocimiento:
No es repetir afirmaciones positivas mientras ignoras tus emociones incómodas.
No es seguir a un gurú sin cuestionar sus enseñanzas.
No es disfrazar el ego de espiritualidad (“yo ya trascendí eso”, “yo vibro más alto que tú”).
No es evitar el conflicto en nombre de la “paz interior”.
No es usar el lenguaje espiritual para evadir la responsabilidad emocional.
Como dice la psicóloga y escritora Marian Rojas Estapé, “no se trata de pensar en positivo, sino de pensar con sentido”. El verdadero despertar no es anestesiarte con frases bonitas, sino atreverte a mirar lo que duele, lo que incomoda, lo que no encaja… y hacerlo con compasión.
🧠 Ejemplo cotidiano:
Imagina que estás en una discusión con tu pareja. El cliché espiritual te diría: “Respira, suelta, no te enganches, todo es perfecto”. Pero el autoconocimiento real te invita a preguntarte: ¿Por qué esta situación me activa tanto? ¿Qué parte de mí se siente amenazada o no vista? ¿Estoy reaccionando desde una herida o desde el presente?
Esa es la diferencia entre usar la espiritualidad como disfraz o como herramienta. Hoy, por suerte, contamos con referentes que nos ayudan a aterrizar estos conceptos. Desde la neurociencia hasta la filosofía práctica, hay voces que nos recuerdan que despertar no es una meta, sino un proceso. Un camino de observación, de cuestionamiento, y sobre todo, de presencia.
Mi visión: despertar es mirar con nuevos ojos (y menos drama)
Para mí, el despertar no es un destino al que se llega, sino una forma distinta de mirar lo que ya está. Es como si de pronto te quitaras unos lentes empañados y vieras la misma realidad, pero con más nitidez, más matices… y menos necesidad de controlarlo todo. Despertar no es volverse alguien nuevo, ni alcanzar un estado perfecto de paz perpetua. Es más bien, empezar a ver con honestidad lo que ya eres, sin tanto filtro, sin tanta historia mental, sin tanto drama innecesario.
🌪️ ¿Qué significa “menos drama”?
Significa dejar de identificarse con cada pensamiento que pasa por tu mente. Dejar de creer que eres tus emociones, tus logros o tus fracasos. Significa observar lo que sientes sin convertirlo en una novela. Como dice Eckhart Tolle:
“No eres la voz en tu cabeza. Eres el que la escucha.”
Y eso cambia todo. Porque cuando dejas de reaccionar automáticamente, empiezas a responder con más conciencia. Cuando dejas de buscar culpables afuera, empiezas a hacerte cargo de lo que pasa dentro. Y cuando dejas de exigirte ser alguien distinto, empiezas a habitarte con más compasión.
🧠 Ejemplo cotidiano:
Imagina que alguien te critica en el trabajo. Antes, tal vez te lo tomabas personal, te enojabas o te cerrabas. Pero desde una mirada más despierta, puedes preguntarte: ¿Qué parte de mí se siente amenazada? ¿Qué historia estoy contando sobre esto? ¿Puedo escuchar sin defenderme?
Eso es despertar: no evitar el conflicto, sino estar presente en él sin perderte.
🧘♂️ Despertar ≠ perfección espiritual
Uno de los grandes malentendidos es creer que una persona “despierta” ya no se enoja, no se equivoca o no tiene días malos. Pero despertar no es eliminar la sombra, es dejar de pelear con ella. Es darte cuenta de que puedes sentir miedo sin dejar que te controle. Que puedes tener pensamientos negativos sin actuar desde ellos.
Como dice el maestro zen Shunryu Suzuki:
“En la mente del principiante hay muchas posibilidades; en la del experto, pocas.”
Despertar es volver a mirar la vida con ojos de principiante. Con curiosidad. Con humildad. Con menos certezas y más presencia.
¿Y esto cómo se aplica en mi día a día?”
Hablar de despertar puede sonar elevado, abstracto o incluso inalcanzable. Pero si no se traduce en algo práctico, ¿de qué sirve? El verdadero despertar no ocurre necesariaemnte en un retiro de fin de semana ni en una frase inspiradora de Instagram. Ocurre en lo cotidiano: en la forma en que respondes cuando algo no sale como esperabas, en cómo te hablas cuando cometes un error, en cómo escuchas a los demás sin necesidad de tener siempre la razón. Despertar no es algo que se logra y ya. No es un trofeo espiritual. Es una práctica. Una forma de estar en el mundo con más presencia, más honestidad y menos juicio.

🧘♀️ ¿Cómo se ve eso en la vida real?
Cuando te equivocas, en lugar de castigarte mentalmente, te preguntas: ¿Qué puedo aprender de esto?
Cuando alguien te molesta, en lugar de reaccionar automáticamente, te detienes y observas: ¿Qué parte de mí se está activando?
Cuando te sientes perdido, en lugar de buscar respuestas afuera, te das permiso de estar contigo, en silencio, aunque no tengas claridad inmediata.
Cuando te descubres repitiendo un patrón, no te juzgas, sino que lo reconoces con curiosidad: ¿De dónde viene esto? ¿Todavía me sirve?
🛠️ Herramientas simples para practicar el despertar:
La pausa consciente: Antes de responder, respira. Esa pausa puede cambiar toda una conversación.
El diario de autoobservación: Escribe lo que sientes, sin filtros. A veces, al escribir, descubres verdades que no sabías que estaban ahí.
La pregunta clave: “¿Esto que estoy pensando/sintiendo es verdad… o es una historia que me estoy contando?”
El espejo emocional: Lo que te molesta de otros suele ser un reflejo de algo no resuelto en ti. No para culparte, sino para conocerte mejor.
🌱 Despertar es volver a ti, una y otra vez
No necesitas incienso, ni rituales, ni una vida perfecta. Solo necesitas presencia. Y eso se cultiva en lo simple: al lavar los platos, al escuchar sin interrumpir, al darte cuenta de que puedes estar en paz incluso cuando las cosas no salen como querías.
Como dice Anthony de Mello:
“La espiritualidad no es renunciar al mundo, es ver el mundo con nuevos ojos.”
📲 ¿Te gustó este post?
Gracias por acompañarme en esta reflexión. Te invito a compartirla en tus redes sociales.
Sígueme en redes para más contenido como este: reflexiones y herramientas para tu bienestar emocional. ¡Conectemos y sigamos creciendo juntos! 🌱✨
Redes sociales:
Facebook:
Videos relacionados:
"Encontrarte a ti mismo, por ti mismo"





Comentarios