Reseña: No soy mi ADN
- Aarón Pérez
- 24 ene
- 21 Min. de lectura
Actualizado: 10 mar

El origen de las enfermades y cómo prevenirlas
¿Qué hay más allá de la genética?
La clonación es tan solo un buen ejemplo de los problemas y retos que se plantea la ciencia y la tecnología actuales; ciertamente la investigación en clonación y sus técnicas tendrán importantes repercusiones en los campos de la medicina y la salud de los humanos. Todo eso que conocemos como el ADN normal, las secuencias que originan proteínas, ese material genético únicamente constituye el 10% de nuestro genoma. El 45% de nuestro genoma está constituido por miles de secuencias de ADN pertenecientes a muchísimos virus que nos han visitado a lo largo de nuestra historia como especie. ¿y qué ocurre con el 45% restante? buena parte de nuestro material genético produce unas moléculas "extrañas", llamadas ARNs no codificantes, que son parecidas a las que dan lugar a las proteínas, solo que en vez de producir proteínas se encargan de regular a sus precursores. Muchas de las señales epigenéticas son reguladas por estas peculiares estructuras, pero debido a que todavía desconocemos buena parte de sus funciones, por el momento denominamos a estas regiones de nuestro ADN "genoma oscuro", o por increíble que parezca algunos lo denominan “genoma basura”.
Se puede pensar que la epigenética es otra rama o simplemente una nueva especialidad dentro del vasto mundo de la genética; sin embargo no es una nueva disciplina desarrollada recientemente, viene definiéndose como tal desde hace más de quince años, y en el último lustro se ha conocido e investigado su relación con el cáncer y ha adquirido relevancia entre la opinión pública y los medios de comunicación. La conexión del cáncer con los fenómenos epigenéticos constituye un ejemplo del impacto que puede tener la epigenética en temas de interés general. En los últimos tiempos se ha logrado demostrar que el cáncer está directamente vinculado a los procesos que provocan alteraciones químicas en el ADN, entre los que destaca la metilación (la modificación epigenética más frecuente), y cualquier modificación del ADN que altere la estructura de un gen sin cambiar su secuencia básica. Consiste en un proceso químico capaz de "apagar" la expresión de un gen bueno, lo que, en algunos casos, puede provocar alteraciones de tipo tumoral. Basta con ver la gran cantidad de artículos científicos publicados en los últimos años sobre epigenética y cáncer para comprobar la gran cantidad de investigación invertida en esta disciplina, la cual ha provocado que el número de publicaciones sobre cáncer y modificaciones epigenéticas se haya multiplicado en la actualidad por veinte.
No resulta descabellado afirmar que la epigenética tiene muchas implicaciones, además de las relacionadas con la medicina, la biología y la biotecnología. A pesar de su impacto sigue siendo una materia a la que apenas se dedica un espacio mínimo en los libros de texto. Y aunque es cierto que el número de laboratorios especializados en el estudio del fenómeno epigenético ha aumentado en las más prestigiosas instituciones científicas de todo el mundo, es preciso señalar también que la primer conferencia sobre epigenética se celebró en una fecha tan relativamente reciente como 1996. Aunque la epigenética sigue siendo una disciplina desconocida para el gran público, resulta innegable que su avance es imparable, incluso han comenzado a aparecer compañías dedicadas a desarrollar tecnologías relacionadas con aspectos estrictamente epigenéticos.

Algunos datos de "No soy mi ADN"
Manel Esteller tiene como objetivo arrojar luz sobre el interesante universo de la epigenética e intenta responder detalladamente a las preguntas que muchas personas se hacen sobre los peligros de la clonación profundizando en sus limitaciones técnicas actuales, porque de hecho, la mayoría de los interrogantes que se deben resolver antes de poder dar un paso definitivo en este campo tienen que ver con aspectos puramente epigenéticos. Para lograr su objetivo, Manel Esteller intenta explicar de la forma más clara y breve posible, abordando conceptos de un modo mas gráfico y práctico, no tan teórico, con la intención de hacerlo mas ameno y coloquial, para ello presenta algunas breves historias que nos permiten comprender de forma sencilla que es y para qué sirve la epigenética; y asi mismo responder a preguntas como: ¿Es la epigenética solo una palabra de moda? ¿Cómo y dónde se puede situar la genética con respecto a la epigenética? ¿Es aún la genética la parte dominante en la relación entre ambas disciplinas desde el punto de vista de los científicos e investigadores? ¿De qué forma puede la epigenética contribuir al conocimiento y tratamiento del cáncer? ¿Cuál será el papel de la epigenética en el desarrollo de nuevas terapias?
"No soy mi ADN" de Manel Esteller, es impreso por la editorial Rba Libros en Castellano, fue publicado el 6 de Abril del 2017, cuenta con 208 páginas y es considerado un libro de divulgación cientifica.

Acerca de su autor:
Manel Esteller es una de las autoridades mundiales en epigenética y en la investigación sobre cáncer. Después de su investigación doctoral en el Hospital Valle de Hebrón, completó su formación en la Universidad de St. Andrews (Escocia), así como en la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos). Médico, investigador y catedrático de Genética en la Universitat de Barcelona y en la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA), de 2001 a 2008 lideró el Grupo de Epigenética del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) de Madrid, y a continuación pasó a dirigir el Programa de Epigenética y Biología del Cáncer (PEBC) del campus biomédico de Bellvitge hasta el 2019. Actualmente es el director del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, en Barcelona. Entre otros galardones, ha sido distinguido con el premio de Investigación Severo Ochoa, el premio Nacional de Genética, el premio Rey Jaime I, el premio Nacional de Investigación de la Generalitat de Catalunya y el premio Internacional Catalunya. Es autor de los libros No soy mi ADN (2017), Hablemos de cáncer (2018) y Cartas a un joven investigador (2022).
“La influencia determinista del genoma en la aparición de enfermedades sólo se cumple en el 10% de los casos. En el 90% restante se puede modular con distintas estrategias.” - Manel Esteller
Que puedes encontrar en "No soy mi ADN"
Los cambios epigenéticos han sido considerados durante muchos años casi más propios del territorio de la mística que de una realidad tangible y mensurable por parte de la ciencia. Mientras que la genética parece estar llegando a su techo, la epigenética se encuentra ahora mismo en su adolescencia, como disciplina está reconocida internacionalmente, los resultados y avances de quienes se dedican a ella se publican en las revistas científicas y médicas más prestigiosas. Los cambios epigenéticos han fascinado a los científicos en las últimas décadas. Sin embargo, el término "epigenética" propiamente dicho no apareció hasta 1942, cuando Conrad H. Waddington, profesor de la Universidad de Edimburgo, lo propuso para definir el estudio de la relación entre genotipo y fenotipo. Gracias a sus estudios y avances formuló diversos conceptos mediante los cuales planteó una contraposición entre los procesos de los que se encarga la genética, es decir, la herencia, y los mecanismos estudiados por la epigenética por los cuales el genotipo da lugar al fenotipo.
Su definición y sobre todo el reconocimiento a su trabajo, le convirtieron en el padre de la epigenética. Su aportación fue tan importante que le permitió establecer el primer laboratorio de epigenética en 1950. Su definición permaneció intacta hasta que en 1987 la reformuló el biólogo molecular Robin Holliday, uno de los primeros científicos que aplicó la biología molecular al estudio del envejecimiento. En 1975, Holliday logró demostrar que la metilacion del ADN causaba silenciamientos genéticos en mamíferos. Sin embargo,su contribución más importante fue la de establecer por primera vez una descripción clara de lo que es la epigenética y qué la diferencia de la genética. Holliday casi llego a definir el concepto moderno de epigenética, una definición que se completaría finalmente al combinar la idea de los cambios en la expresión génica y su capacidad de ser heredados. Y as se llego a la ultimísima definición de epigenética, "el estudio de los cambios en la función génica que son heredables sin implicar cambio en la secuencia de ADN"
Manel Esteller junto a su equipo publico el artículo: "Epigenetic differences arise during the lifetime of monozygotic twins" (Las diferencias epigenéticas surgen durante la vida de los gemelos monocigóticos), en el cual estudiaron a Juan y David, dos gemelos identicos o técnicamente llamados monocigóticos, es decir; nacidos de un mismo embrión que se ha divido en dos, y que comparten la misma secuencia de ADN debido a que han surgido de un mismo óvulo y un mismo espermatozoide. Dicho de otra manera, son practicamente “clones naturales”, este "casi" es importante, porque lo cierto es que ambos fetos no tienen exactamente los mismos genes a pesar de que comparten el mismo ADN ¿Cómo es posible que dos personas con el mismo ADN puedan tener comportamientos y enfermedades distintas a lo largo de su vida? La razón es sencilla: el ADN no lo es todo, es la epigenética lo que le da un sentido. Es posible tener el mismo genoma, pero tener un epigenoma distinto. El estudio demostro que la mayoría de gemelos son idénticos genética y epigenéticamente al nacer, pero a partir de ese momento van modificando su epigenoma de manera individual. En cuanto más envejecían, más distintos eran epigenéticamente, y cuanto menos tiempo pasaban juntos, más diferentes eran sus marcas químicas epigenéticas. El abuso de sustancias, sus distintos estilos de vida y de alimentación, fueron factores clave a la hora de crear claras diferencias entre ambos. Este proceso fue bautizado como la "deriva epigenética" y cambió la forma en que los investigadores entendian la relación entre genoma, epigenoma y ambiente.
Gracias a los avances en la investigación epigenética se puede reconocer y comprobar que un gemelo que está a punto de desarrollar una enfermedad, empieza a acumular cambios epigenéticos dañinos que lo impulsan en el camino de la patología. Aunque ambos tienen la misma mutación que les hace tener tendencia a desarrollarla, pero debido a su estilo de vida, uno acumula cambios epigenéticos que le harán desarrollar la enfermedad, mientras que el otro (con un estilo de vida distinto) no lo sufrirá. El fenotipo puede cambiar de modo radical en función de cómo haya influido en ellos el ambiente, de tal modo que uno esté sano y otro desarrolle una enfermedad mental o de cualquier otro tipo. El genotipo es un conjunto de genes y el fenotipo es cualquier rasgo observable de un organismo, como el color del pelo. El fenotipo se refiere al modo en que se manifiesta un genotipo en un ambiente determinado. La discordancia fenotípica establece que dos organismos pueden tener exactamente el mismo genotipo, es decir, los mismos genes, pero pueden presentar fenotipos distintos. Cuando esto ocurre, se debe a un proceso epigenético y no a las diferencias en los genes, los cambios dependerán de cómo haya influido el ambiente en la genética de estos individuos. Nuestros genes se verán afectados por diferentes factores, entre ellos el medio ambiente, que puede modificar la epigenética e incluso tener un impacto en el funcionamiento y el equilibrio de nuestro organismo.
Diferentes individuos pueden responder de diferentes formas a los estímulos o las perturbaciones del medio ambiente en el que vive, uno que viva en el campo seguramente experimentará un riesgo menor de sufrir alteraciones epigenéticas causadas por la exposición a la contaminación urbana. Con todo, hoy en día todavía existen numerosas incógnitas acerca de cuáles son los cambios del entorno que influyen epigenéticamente en los genes. A diferencia de lo que ocurre con nuestra genética, los cambios epigenéticos sí son inicialmente reversibles, lo cual supone una buena noticia y constituye sin duda uno de los aspectos más prometedores relacionados con este campo. Es evidente e innegable que existe un vínculo claro entre el origen de diferentes dolencias y la alteración de la regulación epigenética. Sin embargo, además del ambiente son muchos los elementos que van a determinar nuestra capacidad de desarrollar enfermedades. Debemos cuidar nuestra dieta, tener hábitos de vida saludables, comportamientos sanos, mantener una actividad física moderada y regular. Si seguimos estas pautas la probabilidad de generar enfermedades disminuirá, si bien el riesgo cero no existe.
Actualmente los cientificos son capaces de crear (clonar) un ser vivo con la misma secuencia de ADN que el original, pero no son capaces ni por asomo; a la hora de reproducir la epigenética. Un clon no es ni más ni menos que una mala copia del individuo, nunca sera posible que un clon adulto sea exactamente igual que el individio del que ha sido clonado, posee el mismo genoma que el donante pero un distinto epigenoma, lo que se asocia a comportamientos, rasgos y enfermedades distintas. Se ha comprobado que muchos de los animales clonados saltandose la fecundación, nacen con problemas, incluso con anomalías graves. Al menos hasta que la ciencia consiga seguir avanzando, saltarse la fecundación tiene repercusiones en los ejemplares creados o nacidos, al margen de la misma. Por eso en la actualidad todavía no es factible reproducir todas las modificaciones epigenéticas de una célula en un momento determinado. En el caso de la famosa oveja Dolly, se consiguió la clonación con éxito después de utilizar 277 óvulos. Por ahora, clonar mamíferos en serie, es prácticamente imposible. No debemos olvidar tampoco los límites éticos y legales, en unos ámbitos en los que también existen grandes controversias y desacuerdos respecto a la clonación. Actualmente existen limitaciones y conflictos éticos, legales y metodológicos respecto a la obtención de células madre con estos fines, pero a largo plazo podría ser la mejor solución para muchos de los graves problemas médicos, pues a partir de esas células madre, aplicándoles un ambiente determinado (que afectará su epigenética), se podrían diferenciar hacia el tipo celular que nos interesase en cada caso. Quién sabe si en un futuro próximo se podrán generar células madre y dirigirlas a los lugares del organismo donde se necesita una regeneración, para así inducir su diferenciación.
En el campo de la investigación científica existen algunas fronteras infranqueables que impiden su avance. Motivos éticos y legales que limitan la exploración de todas las posibilidades que podría brindarnos la clonación. Existen muchos experimentos que demostrarían de forma segura determinadas teorías biológicas, pero por motivos morales son irrealizables en humanos. Estas limitaciones son aplicables al campo de la epigenética, y en particular, a la herencia de caracteres adquiridos a través de las modificaciones epigenéticas que pasan a la siguiente generación. Una de las preguntas que un científico podría hacerse es la de si un niño maltratado adquiere cambios que no solo lo convierten en una persona más agresiva sino que provocan que también lo sea su descendencia. Un tema interesante desde el punto de vista del investigador, y la respuesta también sería valiosa a nivel social; sin embargo, esta cuestión continuara sin respuesta, como es natural, ningún investigador, se plantearía diseñar experimentos similares en humanos. En ocasiones, la historia de la se vuelve cruelmente traicionera y genera oportunidades que permiten llevar a cabo ciertos experimentos que jamás nos habríamos atrevido a plantear. Son conocidos como "experimentos naturales", y se trata de situaciones en las que una variable cambia, casi siempre de modo inesperado, de tal manera que más tarde se pueden examinar los efectos de ese cambio para estudiar problemas de salud a gran escala. Uno de estos casos, tiene que ver con el carácter adquirido transmitido por herencia epigenética, y se produjo en los Países Bajos a finales de la Segunda Guerra Mundial.
A finales de 1944 se avecinaba en Holanda el duro y frío invierno del Norte y la Segunda Guerra Mundial daba sus últimos coletazos. Desde septiembre los habitantes de las ciudades del norte sufrieron una hambruna que solo se puede calificar de atroz. Durante los primeros tres meses se estima que la población sobrevivió con poco más de un tercio de las calorías necesarias por día, pero a partir de noviembre las existencias se agotaron en las tiendas y la comida tuvo que racionarse aún más, llegando a poco más de quinientas calorías por habitante y día. Además del hambre, tuvieron que combatir el durísimo invierno de aquel año, pues tampoco había combustibles, madera o carbón para calentar las casas. Fue una hambruna brutal que se cebó especialmente en la población infantil y en las mujeres gestantes. Con el final de la guerra la vida regresó a una relativa normalidad y la comida volvió a fluir en todo el país en poco tiempo. Sin embargo, muchos de los niños nacidos y criados bajo la sombra de la hambruna no crecían al mismo ritmo que lo había hecho siempre la altísima población holandesa (poseedora de la mayor talla media del mundo), y a pesar de que durante el resto de su vida recibieron la dieta rica en calorías de la Europa Occidental, mantuvieron su delgadez y su baja estatura. En sus celulas había quedado una memoria química, un defecto epigenético que no les permitía engordar.
La hambruna holandesa es la más documentada y estudiada, debido al rigor y la precisión de los archivos médicos de esa época que atesoraba valiosos datos a lo largo de décadas, y también a otros registros como el del ejército, que guardaba fichas del estado de salud de todos los varones en edad de ser llamados a su filas. Los cientificos Mervyn y Zena pudieron elaborar estadísticas que permitieron un seguimiento bastante preciso de la evolución de los "bebés de la hambruna" y les permitieron extraer valiosas conclusiones. En total, se estima que durante la hambruna había unas cuarenta mil mujeres embarazadas, lo cual proporciona un campo de estudio muy amplio. Y la más llamativa de las conclusiones científicas derivadas tiene que ver con las diferencias existentes entre los hijos adultos cuyas madres sufrieron la carestía alimenticia en el primero, el segundo o el tercer trimestre del embarazo. Aunque al nacer parecían perfectamente sanos, los fetos que padecieron el invierno del hambre en el primer trimestre de gestación fueron sin duda los que resultaron después más damnificados, debido a que su desarrollo en el útero durante los tres primeros meses de embarazo (ahora sabemos que son cruciales pese a lo minúsculo que es el feto) se vio afectado por la hambruna y les "marcó" para el resto de su vida. Otra de las consecuencias fue que las células de los fetos afectados envejecieron más rápidamente, y su capacidad cognitiva se deterioró con mayor rapidez que la media; muchos de los afectados tuvieron que jubilarse o dejar de trabajar prematuramente. Finalmente, con respecto a los fetos del tercer trimestre, un dato importante a tener en cuenta (además de lo señalado anteriormente) es que no solo ellos mostraron bajo peso al nacer, sino que sus hijos también lo sufrieron pese a ser concebidos y gestados en momentos de abundancia. Más allá del modo en que las circunstancias en que se desarrolla el feto puedan afectar a su vida adulta, lo más relevante es que estos cambios afecten también a las generaciones venideras. Los efectos de esta circunstancia externa en el feto no se limitan a la vida de esta persona, sino que se traspasan a la generación siguiente, e incluso a una generación posterior.
Una situación de estrés provoca cambios en la epigenética normal de las células, lo que finalmente puede llevar asociada la aparición de ciertas enfermedades. Un trauma ambiental puede dejar en nuestras células y su memoria un recuerdo que perdure incluso durante varias generaciones. Lo más curioso, es que a veces, ese trauma ambiental puede tener más efecto sobre las generaciones venideras que sobre nosotros mismos. Atendiendo a los últimos estudios y extrapolando estos datos a una existencia no marcada por un trauma ambiental, pero sí expuesta a ciertas condiciones ambientales reiteradas, podemos afirmar, por ejemplo, que el consumo de tabaco tendrá un efecto negativo sobre el crecimiento de los hijos de las personas fumadoras incluso aunque este consumo sea anterior al momento en que estos hijos fueron engendrados. Por otra parte, se sabe también que este efecto parece producirse únicamente cuando los padres fumaron antes de la pubertad, lo que pone de manifiesto que no solo son importantes los hábitos de nuestros padres (o incluso abuelos), sino también el momento en el que esos comportamientos se producen. Este es un tema bastante controvertido actualmente.
¿Qué podemos hacer para corregir situaciones o circunstancias nocivas para nuestra salud?. O dicho de otro modo, si hemos estado expuestos a situaciones de estrés o a sustancias que pueden alterar nuestra herencia epigenética, ¿podemos reprogramar nuestra memoria celular de tal manera que el efecto de esta alteración se revierta en beneficio de nuestra salud y la de nuestros descendientes? Si bien es cierto que no sabemos todavía cómo cambiar esa memoria celular alterada, potencialmente podremos hacer que se vuelva a la situación normal, pero no debemos ilusionarnos ni mucho menos descuidarnos, todavía queda un largo camino por recorrer. Con el tiempo, seguramente conseguiremos detectar cuáles son los cambios en el epigenoma provocados por el estrés ambiental y cambiarlos o revertirlos a la situación original. No se trataría de intentar "mejorar" a un embrión humano mediante la manipulación genética, o en este caso, epigenética (lo cual presentaría obvias objeciones éticas, ya que se trata de una evidente manipulación eugenésica), sino más bien de curar aquello que ha cambiado de manera indeseable debido a la acción de factores ambientales y que, en último término, podría provocar la aparición de una enfermedad en el futuro. En cuanto a las habilidades sociales, es posible que la metilación del ADN también influya en nuestras habilidades de interacción, aunque esto es algo que todavia no se ha logrado demostrar científicamente.
Uno de los mayores misterios que rodean a la evolución de los seres vivos tiene que ver con los mecanismos implicados en la adaptación de las especies a los cambios rápidos. Según Darwin, solo sobreviven los individuos que mejor puedan camuflarse en su ambiente (teoría de la selección natural, "la supervivencia del más apto" propuesta por Darwin, pero también por Alfred Wallace) para ocultarse de los depredadores, los más ágiles a la hora de escapar del enemigo o los más listos para defenderse. Parece que su afirmación era válida, pero además encierra un matiz muy importante, porque muchas veces interpretamos esta célebre afirmación de modo erróneo, al considerar que aquellos que están dotados de la "mejor" genética son los que sobreviven, cuando este no es necesariamente el caso. En resumen: son los especímenes dotados con los epigenomas más adaptados los que sobrevivirán y verán nacer un nuevo día. Sin embargo, recientemente el nombre de Lamarck ha vuelto a aparecer entre científicicos debido al hecho de que los cambios epigenéticos, las epimutaciones, pueden ser traspasados a la descendencia de un modo que parece violar las reglas de la herencia mendeliana. Algunos científicos han sugerido que podrían tener un papel adaptativo comparable al concepto lamarckiano, aunque en realidad el famoso ejemplo de Lamarck referente al cuello de las jirafas no es correcto. El lamarckismo sostiene que es la capacidad de los organismos para adaptarse al medio ambiente la que habría dado lugar a la evolución y a la diferenciación de las especies. Cincuenta años más tarde, con las teorías de Darwin y Wallace, los postulados de Lamarck serían refutados. La comunidad científica asumio que solamente las mutaciones genéticas producidas en la línea germinal (óvulos y espermatozoides) podían pasar a las siguientes generaciones. Sin embargo, las últimas investigaciones sobre la herencia epigenética transgeneracional, es decir, sobre el modo en que las marcas epigenéticas adquiridas por un individuo pueden pasar a la siguiente generación, han propiciado que se retomen algunos de los planteamientos de Lamarck para integrarlos en una visión más completa en la teoría de la evolución de las especies.
El hombre no es una isla, o al menos en el caso de la epigenética, porque los seres vivos somos nosotros más nuestro entorno. Todo lo que nos rodea "habla" con nosotros de forma continua, debido a distintas causas pero con un solo lenguaje: las modificaciones químicas (y físicas). La epigenética se encuentra en esa zona de transición entre nuestros genes y el ambiente, convertida en la traductora que permite la comunicación entre ambos mundos. Uno de los factores externos que más influyen es la alimentación. El riesgo de desarrollar numerosas enfermedades está relacionado con nuestros hábitos dietéticos, al igual que diversos defectos cognitivos y de desarrollo que son debidos a déficits alimentarios. Pero tan malo es el defecto como el exceso, un consumo excesivo puede provocar, con una elevada probabilidad, otro tipo de alteración: la hipermetilación del ADN. Aunque existen muchísimos tipos de radiaciones, no cabe duda de que la radiación solar es la que más nos afecta. No debemos olvidar que los humanos convivimos en un ecosistema con otros muchísimos seres que también pueden cambiar nuestro epigenoma: infecciones víricas son capaces de modificar la distribución de la metilación del ADN de nuestro genoma, debido a que los virus disponen de proteínas propias que "secuestran" en su propio beneficio nuestras proteínas epigenéticas.
El cáncer ha sido la punta de lanza de la investigación epigenética en las enfermedades humanas desde el descubrimiento de la hipometilación global del genoma en los años 80´s. Sin embargo, no es la única enfermedad relacionada con la epigenética, toda patología tiene en mayor o menor medida, un componente causal epigenético. Gracias a los estudios actualmente se sabe que la genética clásica es responsable solo del 10% de los casos. ¿qué sucede con el 90% restante? Los últimos estudios empiezan a demostrar que la epigenética desempeña en muchos casos un papel relevante. Existen estimaciones que indican que muchos de los medicamentos utilizados podrían tener efectos sobre la epigenética, como por ejemplo la hidralazina, un fármaco utilizado para tratar la hipertensión que es capaz de bloquear la metilación del ADN. Por todo ello parece conveniente y necesario realizar estudios más exhaustivos acerca de los efectos epigenéticos secundarios de ciertos fármacos.
El cáncer también puede ser entendido como una enfermedad epigenética. Bajo el nombre genérico de cáncer (considerado la segunda causa de muerte tras las enfermedades cardiovasculares) se engloba un heterogéneo grupo de enfermedades que representan la expresión de cambios genéticos y epigenéticos acumulados en las células de un organismo. Estas alteraciones conducen a la pérdida de los mecanismos de control del crecimiento celular, lo que contribuye a una proliferación desbocada de las células cancerosas, a su diseminación en el organismo y a la invasión de tejidos. Si nuestra secuencia de ADN fuera un texto escrito, las modificaciones epigenéticas serían los signos de puntuación y acentuación, el estilo de letra, las mayúsculas o minúsculas, etc. La genética sería ese abecedario con que se "escribe" nuestro ADN. Podemos imaginar también que son dos las máquinas que han impreso estos dos grupos de marcas y que funcionan por separado. Imaginemos que la impresora del texto funciona bien (la genética) y la impresora que se encarga de los colores, los puntos, los acentos y recuadros se ha vuelto loca. A pesar de que el texto permanece intacto (las letras que conforman las palabras), resultará difícil leer el texto; por más que encontrásemos a alguien que tuviera la paciencia para intentarlo, le sería prácticamente imposible entender nada.
Los tratamientos epigenéticos avanzan hacia la activación de genes que han sido silenciados por metilación mediante fármacos capaces de desmetilar específicamente los genes afectados. En la actualidad, algunas compañías farmacéuticas ya están investigando la posibilidad de encender o reactivar específicamente genes silenciados por metilación. El futuro de la terapia epigenética depende del éxito de estas estrategias, que permitirán reactivar específicamente los genes que han sido silenciados de forma aberrante sin alterar (y esto es de suma importancia), el patrón de expresión de los otros genes. Por otra parte, cada vez conocemos mejor las mutaciones presentes en los tumores humanos, lo cual resulta enormemente positivo de cara a su tratamiento, y está demostrado que algunas de ellas afectan a genes que regulan la epigenética. La buena noticia es que muchos de estos cánceres, portadores de lesiones en genes epigenéticos específicos, podrían ser más sensibles a los medicamentos descritos o a otros nuevos en desarrollo. Las esperanzas de éxito de estos fármacos son elevadas en tumores de las partes blandas, como los sarcomas, y en tumores infantiles como el neuroblastoma. Por supuesto, la ciencia avanza cada día con el objetivo de vencer al cáncer y las novedades se suceden constantemente. Se está trabajando para conseguir fármacos y tratamientos que puedan ejercer su acción de manera mucho más controlada en aquellas zonas donde se produjo la alteración epigenética que condujo a la aparición de la enfermedad.
El tesoro de "No soy mi ADN"
¿Puedo heredar las enfermedades de mis padres o abuelos? ¿Es posible que mis hijos hereden las mías? Partiendo de la idea de que “somos” lo que hemos heredado, fueron muchoslos científicos y políticos que defendieron la idea de que nuestro comportamiento (o la forma de ser) y nuestras características físicas dependen completamente de nuestros genes. Esto es lo que se denomino determinismo genético también llamado determinismo biológico. Se llegó a defender que no había forma de cambiar estas características, porque los genes estaban por encima de cualquier factor ambiental. Esto propició a la larga algunos de los peores episodios de la historia moderna. Bajo esta idea no solo se pensaba que se heredaban las características fisicas, sino que inevitablemente se heredaban los genes de las enfermedades o trastornos mentales de nuestros padres, por lo que se manifestarian inevitablemente. Además muchos defendieron que no era necesaria la educación o los procesos terapeuticos, porque, si la persona era menos inteligente o sufría un trastorno, ¿para qué luchar contra la genética?. Al reducir todo lo que el ser humano es a simples explicaciones genéticas, se ignoraba a menudo el entorno en el que las personas más favorecidas y las más desfavorecidas se habían desarrollado.
Hasta hace poco se defendía que el ser humano debía tener unos 100,000 genes, por que se habia encontrado en el ser humano aproximadamente esa misma cantidad de proteinas, y teniendo en cuenta el principio científico (hoy rechazado) de que por cada gen se produce una proteína en concreto, debían haber esa cantidad de genes en nuestra especie. Cuando el Proyecto Genoma Humano reveló en 2003 que la especie humana apenas llega a un total de 30,000 genes, los científicos se quedaron un confusos, apenas tenemos mas genes que los ratones o moscas domésticas. Este hallazgo resulto un tanto chocante al descubrir que una especie aparentemente tan compleja como la nuestra tiene una cantidad de genes relativamente baja.
A partir de ahí se planteó la idea de que los genes no lo eran todo. Es cierto que una persona tiene una configuración genética concreta, resultado de haber heredado los genes de su padres biológicos. Sin embargo, que estos genes se manifiesten o no; puede depender de ciertos factores ambientales e incluso, sociales. El genotipo de cada persona es la configuración genética, pero el fenotipo es lo que llega a manifestarse realmente. La interacción genes-ambiente se ha denominado epigenética y es un aspecto que en los últimos años ha ido ganando importancia, especialmente en el ámbito de la salud. El poder influir en aquello que la persona ha heredado genéticamente al parecer no es tan imposible como se creía.
Este hallazgo contradijo por completo a las personas defensoras del determinismo genético, si bien tienen razón en que los genes seguirán estando en todas y cada una de nuestras células, el ambiente influye en si se activarán o no y harán que la persona se comporte de una determinada forma o sufra una enfermedad en concreto. Si bien es cierto que nuestro ADN nos hace tener una tendencia a manifestar un tipo concreto de enfermedad, personalidad o complexión fisica, por poner unos pocos ejemplos, pero no te limita a ser ello. Tan solo entre el 10 y 15% de las enfermedades son hereditarias, en el resto es posible modular sus efectos llevando a cabo hábitos saludables.
¿Hasta que punto una disciplina como la epigenetica puede tener repercusión en la prevención y tratamiento de enfermedades como el cáncer, el Parkinson o el Alzheimer? Y, sobre todo, ¿que es la epigenetica? Es precisamente aqui donde me parece que radica el tesoro de “No soy mi ADN”, Manel Esteller (referente internacional en el ámbito de la epigenetica), responde a estas preguntas y a muchas otras de manera ilustrativa y divulgativa. Y a partir de ejemplos basados en casos reales, expone de manera sencilla, las claves para entender las bases de esta disciplina y nos ofrece un panorama de las infinitas posibilidades que genera el estudio de la epigenetica. De este modo, los conceptos teóricos que podráin parecer complejos para una persona que no este relacionado al ambito de la salud, encuentran su aplicación práctica en los consejos para llevar una vida saludable que nos permita, prevenir el desarrollo de alguna de estas enfermedades.
"Los genes detectan con precisión a las personas que desarrollarán un cáncer hereditario con toda seguridad, las de elevado riesgo, pero esos son una ínfima parte de todos los tumores de la humanidad, menos de un 10%. La genética no explica el 90% de los cánceres, ese 90% que se llaman esporádicos. La epigenética permitirá conocer, como mínimo, el 50% de las causas de un tumor" - Manel Esteller (Genetista) - 2008
Ahora es tu turno: ¿Ya habías escuchado antes el termino epigénetica? cuéntamelo en comentarios.
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ncontrarte a ti mismo, por ti mismo"
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Reafirmando lo que dice la Reseña del libro "No soy mi ADN " ya existen suplementos que hacen la activación de las proteínas concretamenre la Nrf2 que hace la función de ese apagar y encender genes logrando con ello reactivar la capacidad de autosanación del cuerpo. Los testimonios de su resultados son miles y estáb disponible en México. Les dejo el link para más información. Y en este teléfono me pueden contactar para más información y evidencias.
https://saludyprosperidadmx.blogspot.com/