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Semana Santa



Dogma de la religión católica de la celebración de Semana Santa

La Semana Santa es el momento litúrgico más intenso de todo el año. Sin embargo, para muchos católicos se ha convertido sólo en una ocasión de descanso y diversión. Se olvidan de lo esencial: esta semana la debemos dedicar a la oración y la reflexión en los misterios de la Pasión y Muerte de Jesús para aprovechar todas las gracias que esto nos trae. Para vivir la Semana Santa, debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico. A la Semana Santa se le llamaba en un principio “La Gran Semana”. Ahora se le llama Semana Santa o Semana Mayor y a sus días se les dice días santos. Esta semana comienza con el Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Pascua. Vivir la Semana Santa es acompañar a Jesús con nuestra oración, sacrificios y el arrepentimiento de nuestros pecados. Asistir al Sacramento de la Penitencia en estos días para morir al pecado y resucitar con Cristo el día de Pascua. Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra. La Semana Santa fue la última semana de Cristo en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.



Semana santa desde la visión de Un Curso de Milagros

No nos pasemos esta Semana Santa lamentando la crucifixión del Hijo de Dios, sino celebrando jubilosamente su liberación. La Pascua de Resurrección es el signo de la paz, no del dolor. Un Cristo asesinado no tiene sentido. Un Cristo resucitado se convierte en el símbolo de que el Hijo de Dios se ha perdonado a sí mismo, en la señal de que se considera a sí mismo sano e íntegro.

"Esta semana celebramos la vida, no la muerte"


Honramos la perfecta pureza del Hijo de Dios, no sus pecados. No podemos unirnos en la crucifixión ni en la muerte. Tampoco puede consumarse la resurrección hasta que tu perdón descanse sobre Cristo, junto con el mío. Una semana es poco tiempo, sin embargo, la Semana Santa simboliza la jornada que el Hijo de Dios emprendió. La Pascua no es la celebración del costo del pecado, es la celebración de su final. Yo era un extraño (Jesús) y tú me acogiste, a pesar de que no sabías quién era. En el perdón que le concedes a ese forastero, que, aunque es un extraño para ti es tu Amigo ancestral, reside su liberación y tu redención junto con él. La temporada de Pascua es una temporada de júbilo, no de duelo. Contempla a tu Amigo resucitado y celebra su santidad junto conmigo. La Pascua es la temporada de tu salvación, junto con la mía. Hazle a tu hermano la ofrenda de las azucenas, no la de una corona de espinas; el regalo del amor, no el "regalo" del miedo. Contempla a tu Amigo resucitado y celebra su santidad junto conmigo. Pues la Pascua es la temporada de tu salvación, junto con la mía, es el signo de la paz, no del dolor. Este es el camino que conduce al Cielo y a la paz de la Pascua, donde nos unimos en gozosa conciencia de que el Hijo de Dios se ha liberado del pasado y ha despertado al presente. Si los regalos (pensamientos) se han de dar y recibir de verdad, no se pueden dar a través del cuerpo. El cuerpo no puede ofrecer ni aceptar nada; tampoco puede dar o quitar nada. Sólo la mente puede evaluar, y sólo ella puede decidir lo que quiere recibir y lo que quiere dar. No te olvides de que es a tu salvador a quien le ofreces el regalo. Ofrécele espinas y te crucificas a ti mismo. Ofrécele azucenas y es a ti mismo a quien liberas.

Observa todas las baratijas que se confeccionan para colgarse del cuerpo, o para cubrirlo o para que él las use. Si los regalos se han de dar y recibir de verdad, no se pueden dar a través del cuerpo. El cuerpo no puede ofrecer ni aceptar nada; tampoco dar o quitar nada. Sólo la mente puede evaluar, y sólo ella puede decidir lo que quiere recibir y lo que quiere dar. Y cada regalo que ofrece depende de lo que ella misma desea. Cada regalo es una evaluación tanto del que recibe como del que da. Todavía miras con los ojos del cuerpo, y éstos sólo pueden ver espinas. Sin embargo, has pedido ver otra cosa y se te ha concedido. Aquellos que aceptan el propósito del Espíritu Santo como su propósito comparten asimismo Su visión. Durante estas Pascuas contempla a tu hermano con otros ojos. Gozas ya de la visión que te permite ver más allá de las ilusiones. Se te ha concedido para que no veas espinas, ni extraños, ni ningún obstáculo a la paz. Tu hogar te ha estado llamando desde los orígenes del tiempo y nunca has sido completamente sordo a su llamada. Oías, pero no sabías cómo mirar, ni hacia dónde. En el amor no hay cabida para el miedo. Alcemos juntos la mirada no con miedo, sino con fe. Y no tendremos miedo, no veremos ninguna ilusión, sino una senda que conduce a las puertas del Cielo, el hogar que compartimos en un estado de quietud y donde moramos dulcemente y en paz como uno solo.



No cometas el patético error de "aferrarte a la vieja y rugosa cruz". El único mensaje de la crucifixión es que puedes superar la cruz. Hasta que no la superes eres libre de seguir crucificándote tan a menudo como quieras. Éste no es el Evangelio que quise ofrecerte. En mi resurrección radica tu liberación. Nuestra misión es escaparnos de la crucifixión, no de la redención. El Hijo de Dios cuenta contigo para su liberación. El viaje a la cruz debería ser el último "viaje inútil". Pues tú has pedido -y se te ha concedido- la fortaleza para poder enfrentarte a este último obstáculo, y no ver clavos ni espinas que crucifiquen al Hijo de Dios y lo coronen como rey de la muerte. La crucifixión no es más que un ejemplo extremo. En última instancia, sólo el cuerpo puede ser agredido. El mensaje de la crucifixión fue precisamente enseñar que no es necesario percibir ninguna forma de ataque en la persecución, pues no puedes ser perseguido. Si reaccionas con ira, tienes que estar equiparándote con lo destructible, y, por lo tanto, viéndote a ti mismo de forma demente. Eres libre, si así lo eliges, de percibirte a ti mismo como si te estuvieran persiguiendo. Más cuando eliges reaccionar de esa manera, deberías recordar que yo fui perseguido de acuerdo con el pensar del mundo, y que no compartí esa interpretación. Y puesto que no la compartí, no la reforcé. Ofrecí, consecuentemente, una interpretación diferente del ataque, que deseo compartir contigo. Si la crees, me ayudarás a enseñarla. Se te pide únicamente que sigas mi ejemplo cuando te asalten tentaciones mucho menos extremas de percibir falsamente, y que no las aceptes como falsas justificaciones para desatar tu ira. El mensaje de la crucifixión es inequívoco:

Enseña solamente amor, pues eso es lo que eres.



Con frecuencia, los Apóstoles la interpretaron erróneamente, por la misma razón que otros lo hacen. Su propio amor imperfecto les hizo ser vulnerables a la proyección, y, como resultado de su propio miedo, hablaron de la "ira de Dios”. como el arma de represalia de Éste. No pudieron hablar de la crucifixión enteramente sin ira porque sus propios sentimientos de culpabilidad habían hecho que se sintiesen indignados. Si los Apóstoles no se hubieran sentido culpables, nunca me habrían podido atribuir expresiones tales como: "No he venido a sembrar paz, sino espadas". Esto está en clara oposición a todas mis enseñanzas. De haberme entendido realmente, no podrían haber descrito tampoco mi reacción a Judas como lo hicieron. Yo no pude haber dicho: "¿Traicionas al Hijo del Hombre con un beso?" a no ser que hubiese creído en la traición. El mensaje de la crucifixión fue precisamente que yo no creía en la traición. El "castigo" que se dijo infligí a Judas fue un error similar. Judas era mi hermano y un Hijo de Dios, tan miembro de la Filiación como yo. ¿Cómo iba a condenarlo cuando estaba listo para probar que condenar es imposible? Cuando leas las enseñanzas de los Apóstoles, recuerda que les dije que había muchas cosas que ellos no entenderían hasta más tarde porque en aquel entonces aún no estaban completamente listos para seguirme. No ando en busca de mártires sino de maestros. Nadie es castigado por sus pecados, y los Hijos de Dios no son pecadores Alcemos juntos la mirada, no con miedo, sino con fe. La lámpara está encendida en ti para que le des luz a tu hermano.


"Encontrarte a ti mismo, por ti mismo"


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