Ira: Un mecanismo para conseguir lo que quieres
- Aarón Pérez
- 29 ene 2021
- 6 Min. de lectura

"Si no me desahogo, lo guardaré dentro mío y se me convertirá en una úlcera". "Es muy humano". Las anteriores son algunas de las frases que llegamos a usar para justificar nuestro mal humor. No se trata de negar que la ira al ser una emoción forma parte de la vida, pero quizás aún no hemos comprendido cuál es su utilidad. Toda emoción es biológica, y tiene sentido el poder adaptarnos a nuestro entorno. Pero no hay enseñado a temer a todas esas emociones que son etiquetadas como negativas, no hay dicho que no tenemos que sentirla, y que va en contra de nuestro propósito de alcanzar la felicidad. Si la ira te incapacita es porque estás tratando de reprimir en lugar de gestionarla, y es esto precisamente lo que nos hace reaccionar con ira cuando algo nos falla o no sale como esperábamos de acuerdo con nuestras expectativas. Entonces surge la hostilidad y la agresión en contra de alguien o incluso en la forma de un silencio amenazante. No se trata simplemente de un enfado o irritación. De nueva cuenta la palabra clave es inmovilidad. La ira es debilitante e inmovilizante, y por lo general proviene del deseo de que el mundo y la gente sean diferentes a lo que realmente son. La ira es una decisión y un hábito. Es una reacción aprendida ante la frustración, y que tienen como resultado comportarse de una forma en que realmente no te gusta. La ira al contrario de otros comportamientos no tiene retribuciones ni compensaciones psicológicas. Físicamente puede llegar a producir hipertensión, úlceras, urticaria, arritmias, insomnio, cansancio e incluso enfermedades cardíacas. Psicológicamente, la ira acaba con las relaciones afectivas; interfiere con la comunicación; conduce a la culpabilidad, la depresión y en general interfiere con tu vida. Como toda emoción, la ira es resultado de un pensamiento. No es algo que simplemente te suceda.

Cuando te enfrentas con circunstancias que no van por donde tú quisieras que vayan, te dices a ti mismo que las cosas no deberían ser así (frustración) y entonces eliges la acostumbrada reacción de enfado. ¿Qué pasaría si no rechazaras como son las cosas, por el pensamiento de que deberían de ser diferentes? En este punto es fácil pensar que entonces no sentirás ira. Sin embargo es importante tener claro, que somos conscientes de nuestra emoción después de que ya la hemos sentido. Si fueras consciente de la emoción que vas a sentir, en ese caso serías capaz de elegir no sentirla. No se trata de que no la sientas, se trata de que al reconocerla, serás más capaz de cuestionar qué es aquello que estás rechazando y elegir ver la situación de forma diferente. Eso también te va conducir por el camino de no desahogar la emoción de una forma desproporcionada. Comienza a verte a ti mismo como alguien que puede aprender a pensar de manera diferente cuando se siente frustrado, de modo que sea capaz de pasar de la ira inmovilizante a emociones más gratificantes y positivas en el menor tiempo posible. De otra manera, ya que el mundo no será nunca como tu quieres que sea, seguirás sintiendo rabia, irritación y desilusión. También es posible que defiendas la ira porque te sirve para conseguir lo que quieres. Pero vale la pena que observes esta idea con mayor atención. No es lo mismo que levantes la voz o pones cara de furia con el propósito de evitar que tu hija de dos años juegue en la calle donde puede hacerse daño, entonces hablamos de levantar la voz como una estrategia, aun así podemos debatir las formas. Hablamos de ira cuando te sientes realmente perturbado, cuando te acaloras y aumentan las pulsaciones de tu corazón, cuando arrojas objetos y quedas inmovilizado en general por un tiempo, cualquiera que sea. La ironía de la ira es que nunca logra cambiar a los demás: sólo consigue intensificar el deseo de la otra persona de controlar a la persona enfadada.

La ira, cuando se usa en cualquier tipo de relación, impulsa a la otra persona a que siga actuando como lo ha hecho hasta ahora. Si bien el provocador da la apariencia de estar asustado, también sabe muy bien que puede enfadar a la otra persona cuando quiera, y de esa manera ejercer sobre ella el mismo tipo de autoridad vengativa que cree tener el iracundo. Cada vez que eliges enfadarte por el comportamiento de otra persona, la estás privando de su lo que elija ser. En ocasiones todo parte del deseo que los demás sean más parecidos a uno, y pensamos que de esa forma podremos aceptarlos en lugar de enfadarnos. Pero los demás nunca serán como tú quieres que sean. La posibilidad de cambiar esto es nula. De modo que cada vez que optas por la rabia cuando te enfrentas con alguien o con algo que no te gusta, optas a la vez por dejarte herir o inmovilizarte de alguna manera por culpa de la realidad. Es una tontería, molestarte por cosas que no van a cambiar nunca. Los demás tienen derecho a ser diferentes a lo que tú quisieras que fueran. No tienen que gustarte su forma de ser, pero no tiene sentido enfadarse por ello. Solo te provocará tensiones físicas y las torturas mentales que describimos antes. La elección como siempre está en tus manos. La ira o un nuevo enfoque que te ayude a gestionar tus reacciones de ira. Es posible que estés en el lado contrario, alguien que siente mucha rabia, pero que nunca ha tenido el valor de expresarla. La guardas y nunca dices nada, con dolorosas úlceras y viviendo tus momentos presentes con gran cantidad de ansiedad. En realidad no eres la otra cara de la persona que chilla y despotrica. Tienes el mismos sistema de pensamiento en tu cabeza respecto a los demás, deseando que sean como tú quieres. Las cosas no funcionan como creemos que deberían hacerlo. Y aunque no nos guste, no dejemos que eso no inmovilice. Aprender a expresar tu ira a tiempo, será un buen primer paso para luego pensar de forma diferente que te ayude a trasladarte del compartimento externo de tu salud mental al interno. El rehusar apoderarte del comportamiento de cualquier otra persona es el último paso, el objetivo final. Puedes aprender a evitar que el comportamiento y las ideas de otra gente tengan el poder de perturbarte y molestarte. Al tener una buena opinión de ti mismo y negarte a que te controlen los demás, no te perjudica ni lastima la ira.

No te tomes la vida tan en serio
“Creo firmemente que no se puede tratar con las cosas más serias de este mundo a menos que uno comprenda las más divertidas” - Winston Churchill

Es imposible enfadarse y reírse al mismo tiempo. La rabia y la risa se excluyen y tú tienes el poder para elegir cualesquiera de las dos. La risa es el rayo de sol del alma. Y sin sol nada puede crecer ni vivir. Probablemente seas de las personas que te tomas la vida demasiado en serio. Un excelente remedio para la ira es ayudar a los demás a elegir la risa y aprender uno mismo a echarse para atrás y observar la incongruencia de casi todas las situaciones de la vida. Que escojas la rabia o la risa no importa mucho, salvo que la primera colmará tus momentos presentes de tristeza y la segunda de alegría. No reírse es un indicativo patológico. Cuando empieces a ponerte demasiado serio y sensato en lo que a ti respecta o en lo que haces, recuérdate a ti mismo que no tienes más tiempo que éste. ¿Qué sacas con desperdiciar tu presente estando enfadado cuando la risa te sienta tan bien? No tienes que tener ningún motivo especial para reírte. Hazlo simplemente. Obsérvate a ti mismo y a los demás en este mundo insensato y decide entonces si andarás por ahí cargado de ira o si desarrollarás más bien un sentido de humor que te otorgará uno de los dones más valiosos que existen: la risa. Un curso de milagros habla de que la conciencia dual fue creada en el momento que nos tomamos en serio la idea de que es posible estar separado de Dios, y asi entramos en un sueño o ilusión.
“Devolvámosle al soñador el sueño del que se desprendió, el cual él percibe como algo que le es ajeno y que se le está haciendo a él. Una diminuta y alocada idea, de la que el Hijo de Dios olvidó reírse, se adentra en la eternidad, donde todo es uno” - Un Curso de milagros (T-27.I.VIII.6:1-2)

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