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El cerebro juega con nosotros y nos muestra la realidad a su antojo



¿Hasta qué punto tus recuerdos reflejan lo que realmente has vivido? ¿Es posible que nuestros recuerdos se modifiquen? Piensa en alguna película que hayas disfrutado junto a otras personas, podría ser un claro ejemplo de cómo cada uno ha prestado atención a diferentes detalles. Objetivamente se trata de la misma película, todos han visto las imágenes y escuchado los mismos sonidos, sin embargo existe la posibilidad de que cada uno guarde un recuerdo diferente y tenga una opinión particular y subjetiva de la misma película. Pero además, con el paso del tiempo, cada uno puede ver de nuevo la película y verla con otros ojos, quizá la encuentre menos graciosa, más triste o menos terrorífica de lo que recordaba. En muchas ocasiones el recuerdo es muy distinto a lo que "vemos" actualmente, la película hoy en día nos puede parecer totalmente otra. Y eso aplica para nuestros recuerdos en general. Construimos opiniones acerca de las personas, de las situaciones que vivimos e incluso de nosotros mismos basándonos en la manera en la que nuestros recuerdos se encuentran “codificados” y no con base en lo que hemos vivido. No se trata solamente de que nos sucedió, sino también cuál era nuestro estado emocional, nuestra historia familiar y nuestra educación.


El cerebro no tiene la capacidad de distinguir la realidad de la imaginación. La realidad que percibimos se ve determinada por las interpretaciones que hacemos sobre cierta experiencia. Nuestro cerebro distorsiona algunos recuerdos para ayudarnos a interpretar mejor lo que estamos viendo. Lo hace sin advertirnos del engaño y con la complicidad de la corteza parietal. El cerebro no solo juega con nosotros cuando queremos revivir una experiencia, fabricando recuerdos con detalles sacados de otras vivencias, sino también exagerando aspectos de la realidad para evitar que dudemos de lo que estamos viendo. El cerebro es capaz de retener información y de recuperarla ocasionalmente: eso nos permite recordar experiencias vividas o ideas que nos ayudan a tomar decisiones acertadas. En realidad, el cerebro no guarda un fichero con los datos relativos a una experiencia, como el color de las paredes de la habitación donde hemos jugado con nuestra hija. Lo que realmente hace es almacenar el impacto que una experiencia ha tenido en las neuronas, en cómo ha afectado al cerebro lo que hemos vivido. En las ciencias sociales, esta distorsión se conoce como sesgo cognitivo. La mente juega con nosotros, y podríamos poner centenares de ejemplos. Por mencionar uno, desde llegar a pensar que en alguna taza el café es más delicioso, hasta ver, oír, oler y sentir cosas que no están presentes, pasando por inventarnos recuerdos que nunca vivimos en nuestra infancia, hay acciones de lo más habituales que no son verdad, sino un juego de tu mente contigo.

No hay video del pasado

Cuando queremos recordar una experiencia, nuestro cerebro no reproduce un video de lo que vivimos, lo que haces es recuperar la huella (impronta) que dejó en las neuronas y a partir de ese impacto, es que revivimos en la imaginación algún recuerdo específico, como el haber estado jugando con nuestros hijos. De esa forma es que volvemos a disfrutar de esos momentos. Este es el procedimiento de la memoria, el cual nos lleva frecuentemente a confundir nuestros recuerdos porque nunca podemos revivir el pasado con la misma precisión con la que vivimos la experiencia. Como el cerebro tiene que recuperar los patrones neuronales que se originaron con la experiencia cada vez que queremos recordar algo, y como nuestra mente consciente no tiene la capacidad de captar todos los detalles, muchas veces se filtran otros recuerdos o simplemente la información no es completa. Es más, el cerebro se encarga de ocultar estas deficiencias de los recuerdos y rellena lo que falta de la experiencia con información de otras memorias similares, de esa forma es que llegamos a revivir una experiencia con tanta emotividad como si toda ella hubiera ocurrido realmente.



Caos de la memoria

Esta habilidad cerebral, perfectamente estudiada por la neurociencia, nos ha brindado la posibilidad de fabricar recuerdos falsos en una persona, o la de cambiar un recuerdo traumático por otro que sea agradable, para conseguir que una persona pueda ser más feliz en su vida después de un episodio trágico. Incluso se ha podido determinar que el 25% de la población es susceptible de asumir recuerdos imaginarios, mediante recursos que desvelan lo fácil que es engañar a la memoria. Todo este caos de la memoria explica una escena corriente en escenarios familiares: muchos recuerdan un episodio pasado, pero cada uno añade matices que otros niegan o que incluso contradicen el recuerdo de los demás. Al ser algo subjetivo, cada uno introduce factores personales que distorsionan la posibilidad de estar seguros de que lo que estamos recordando ocurrió realmente tal como lo imaginamos años después. Imposible saberlo con certeza.



Exagerando diferencias

Una investigación reciente ha descubierto ahora otro de los “engaños” que hace el cerebro para fabricarnos recuerdos que satisfagan nuestras expectativas, exagerando la diferencia entre eventos similares para no confundirlos y recordarlos mejor. Por ejemplo, si conocemos a dos hermanos gemelos y no sabemos diferenciarlos muy bien, puede que nos demos cuenta de que uno tiene un poco más de estatura que el otro. En tal caso, lo que hace el cerebro es exagerar esa diferencia en la memoria para que al verlos juntos, uno parezca mucho mayor que el otro y eso nos permite saber rápidamente quién es cada uno. De acuerdo con esta nueva investigación, publicada en la revista The Journal of Neuroscience, esta distorsión de la memoria es un comportamiento adaptativo para resolver la interferencia que se produce entre recuerdos, como en el caso de los gemelos, y recordar mejor las experiencias vividas. Los investigadores llegaron a esta conclusión mediante una serie de ejercicios practicados a una treintena de participantes (la mayoría mujeres), al mismo tiempo que se registraba su actividad cerebral mediante imágenes de resonancia magnética (MRI).


Complicidad neuronal

Los Investigadores se centraron espacialmente en la corteza parietal, que es donde se llevan a cabo la mayor parte de los procesos perceptivos y donde se organiza la información que procesa el cerebro. También es donde se registran los patrones neuronales asociados a recuerdos concretos. Observaron que, cuando el cerebro exagera algún aspecto de una experiencia, también se refleja en la corteza parietal, que se activa especialmente cuando nos dibuja en la imaginación un gemelo mucho más alto que lo que es en realidad. La corteza parietal es cómplice del engaño. Asimismo, apreciaron que la exageración no es un fenómeno frecuente, sino que tiene que ver con una cierta cualidad del recuerdo. Cuando no es necesario marcar diferencias, el cerebro es más fiel a la realidad al permitirnos recordar algo. Exagerar es solo una habilidad para consolidar recuerdos y evitar confusiones. Pero es bueno saberlo.

Ver, oír, oler y sentir cosas que no están presentes

Las alucinaciones son mucho más comunes de lo que crees y pueden aparecer en cualquier momento del día. Pero esto no solo se atribuye a la vista, sino que podemos experimentar alucinaciones con todos nuestros sentidos. Generalmente no supone ningún problema mental, sino que a veces nuestro cerebro se deja guiar por un estímulo que nos ha recordado a algo y, como resultado, se genera una alucinación.

El color de los utensilios

Desde platos hasta tazas, el color de los utensilios que usamos para comer pueden tener un impacto en la forma de percibir el sabor de los alimentos. Según un estudio de la Universidad de Oxford, descubrieron que los participantes consideraron un mousse con sabor a fresa presentada en un plato blanco era más dulce y sabroso que cuando se sirvió en un plato oscuro.

A nuestro cerebro le gusta la comodidad

Una de las mayores deficiencias de nuestro cerebro es que a veces es sencillamente perezoso. Al tratar de resolver un problema o tomar una decisión, la mente a menudo recurre a reglas generales o soluciones que han funcionado bien en el pasado. En muchos casos, es una vía útil y efectiva. El uso de este "acceso directo" permite tomar decisiones rápidamente sin tener molestarse en pensar en cada una de las soluciones posibles. Pero a veces este atajo mental puede hacer que nos equivoquemos y hacer que cometamos errores.

Ver caras en objetos inanimados

Si alguna vez has distinguido caras en nubes, manchas de tinta, en la superficie de la Luna o en la suciedad del coche, no estás solo. Ver caras en objetos inanimados es más común de lo que crees, y tiene un nombre: pareidolia. Se trata de un fenómeno psicológico por el que nuestro cerebro reconoce una imagen y la identifica como algo que no tiene nada que ver con lo que es realmente. No son pocos los expertos que creen que la pareidolia es una consecuencia de nuestro cerebro para procesar la información. Está constantemente examinando todo tipo de imágenes (líneas, formas, colores, etc), razón por la que las interpreta para relacionarlas con algo almacenado en nuestro conocimiento o experiencia.


¿Son reales tus recuerdos de la infancia?

Es uno de los temas más investigados en la comunidad científica: los recuerdos más tempranos que se tienen de la infancia. Algunas personas aseguran acordarse de dar sus primeros pasos o de cómo iban acostados en un carrito de paseo. Pero, ¿qué tan seguros están de haber vivido esos recuerdos? Una gran multitud de estudios han demostrado que nuestros recuerdos no son del todo fiables. Puede resultar difícil distinguir un recuerdo lícito de uno falso, pero lo que sí está claro es que todo aquello de lo que nos acordamos antes de los dos años es mentira. Según el nuevo estudio publicado en Psychological Science, casi el cuarenta por ciento de las personas creen tener un primer recuerdo que data de la edad de dos años o antes. No obstante, los académicos detrás de esta investigación sugieren que sus cerebros les han jugado una mala pasada.


En los primeros años de vida, el hipocampo funciona a toda marcha. Constantemente crecen neuronas para dar lugar a toda la nueva información que el joven cerebro está absorbiendo. Esto permite a los bebés aprender a un ritmo muy rápido, pero también significa que tienen que sacrificar su memoria; a medida que se forman nuevas neuronas se expulsan las viejas. El coautor de la investigación, Martin Conway, explicó qué es lo que alimenta esos primeros recuerdos ficticios: muchos recuerdos son el resultado de algo que se ha dicho en determinado momento. La persona entonces imagina cómo se vería y, con el tiempo, estos fragmentos se convierten en un recuerdo. Dicho en otras palabras, pongamos el ejemplo de que recuerdas vívidamente cómo te cambiaban el pañal cuando eras un bebé; lo que probablemente esté sucediendo es que estás memorizando la imagen que se reproducía en tu cabeza cuando tus padres te contaron sus propios recuerdos del evento, o tal vez viste fotografías de ese día y construiste recuerdos falsos a su alrededor. Los recuerdos de cuando eras bebé son resultado de tu imaginación



Los recuerdos más “importantes” de nuestra vida son los más susceptibles de estar distorsionados, debido a su carga emocional. No somos fruto de nuestros recuerdos sino que nuestros recuerdos son fruto del sistema de creencias en el presente. Tomar conciencia de la información a través de la que filtramos nuestros recuerdos nos permite reinterpretar nuestras experiencias, viéndolas desde un prisma diferente que no solo influirá en la percepción de nuestro pasado sino en lo que somos hoy día y en nuestra forma de ver y de relacionarnos con nuestro entorno. Solemos aferrarnos a lo que recordamos a modo de justificación de nuestra historia, de las razones aparentemente objetivas que respaldan nuestras decisiones, nuestras reacciones y nuestros prejuicios. Creamos cada día la imagen de quiénes somos o los juicios que hacemos con base en los recuerdos que hemos ido almacenando, pero ¿y si lo que recordamos no fuese una representación fidedigna de aquello que vivimos en realidad?


Referencia

Adaptive memory distortions are predicted by feature representations in parietal cortex. Yufei Zhao et al. Journal of Neuroscience 22 February 2021, JN-RM-2875-20. DOI:https://doi.org/10.1523/JNEUROSCI.2875-20.2021



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